Boca ganó un solo partido de los últimos 15; en este campeonato tiene menos goles que Platense que va último, merodea la cola en la tabla, y estuvo casi diez horas sin hacer un gol, si se considera el campeonato, la Copa Libertadores y la Copa Argentina. Son números duros. Durísimos. Se dirá que en realidad hizo dos legítimos contra Atlético Mineiro que fueron mal anulados, pero igual el balance deja rojos por donde se lo mire.

Un consuelo chiquito es que hizo un gol y eso le sirvió para no perder contra Argentinos Juniors en la Bombonera. Y si se busca mucho se puede encontrar otro dato positivo, si se comparan el partido contra River, en el que no pateó ni una vez (salvo en los penales) al arco, y este en el que por lo menos remató tres veces y cabeceó una vez hacia el arco rival. Uno de esos remates fue del colombiano Edwin Cardona desde un costado, que hizo que la pelota rozara la cabeza de Torrén, descolocara a Cháves y se fuera a la red. Con ese gol Boca rescató un mísero empate.


Boca no gana ni hace goles porque la solidez que encuentra en las manos de Rossi y en los que se alternan para defender, no se engancha con buen juego en la mitad de la cancha ni con potencia ofensiva. El equipo no juega los partidos, los aguanta bien, a la espera de que un error o la inspiración de alguno, o un cabezazo en alguna jugada de pelota parada le permita llegar a la red. Como un equipo chico.

Russo metió muchos cambios respecto del partido por la Copa Argentina. Puso en la mitad de la cancha a Molinas, Medina y Cardona, sostenidos por Campuzano más retrasado, y se suponía que ellos iban a abastecer bien a Pavón y al chico Vázquez. Pero resulta que en el primer tiempo Boca atacó hacia la Casa Amarilla, una zona inundada desde el círculo central hasta el arco, y muy especialmente en las puntas. Era muy notable la diferencia con el otro mediocampo. Pero el equipo no tomó nota y pretendió llegar tocando, lo que, obviamente, facilitó la tarea defensiva del rival. Boca manejó la pelota con alguna incomodidad en la zona seca, por la presión que ejercían los delanteros de Argentinos y atacó tozuda e inútilmente.

Argentinos no mostró gran cosa, pero en gran parte del encuentro pareció adaptarse mejor a ese extraño campo de juego. En uno de sus ataques, Izquierdoz le hizo foul a Mac Allister en la entrada al área, y abrió el camino al gol de Argentinos. El tiro de Carabajal dio en el travesaño, y Romero aprovechó la siesta de Fabra para cabecear sin marca a la red.

En el segundo tiempo, la pelota circuló un poco más fluida por los pies de los jugadores de Boca, y aunque la dupla de ataque no pesaba, se veía venir el gol. Llegó en ese tiro libre de Cardona, pero un rato más tarde el colombiano cometió una falta medio infantil sobre un costado, y como tenía amarilla se fue expulsado. En ese 11 contra diez Argentinos fue a buscar algo más pero encontró poco, mientras Boca, totalmente diluído, esperaba la pitada final, el cierre de otro partido que dejó un amargo gustito a nada.