"El feminismo está en pie de guerra con los hombres" es una frase que se volvió de escucha frecuente. No comparto la idea del enfrentamiento entre hombres-mujeres, ni creo que el enemigo de este movimiento sea el hombre, a secas, pero sí pienso que a veces es necesario indagar en algunas conductas que se toman como livianas para comprender el porqué de algunas reacciones.
En primer lugar, es difícil de entender tanta muestra de odio hacia una persona solo por su afinidad política. Lo de Florencia Peña deja bien a la vista no solo el nivel de agresión con que vivimos el eterno enfrentamiento de bandos partidarios, sino también la misoginia naturalizada que hoy se expresa libremente en las redes sociales. ¿Se puede justificar semejante brutalidad hacia Florencia Peña? Solo se dilucida cuando se descubre la combinación latente que parece habilitar a algunxs a decir cuanta barbaridad se les ocurra: su orientación política y su condición de mujer.
Por otra parte, lo que sucedió con las visitas a Olivos debe ser aclarado. Si han tenido lugar encuentros que no se dieron en el marco de lo estrictamente laboral, será pertinente que nos expliquen por qué cuando a todxs nos pedían que nos mantuviéramos aislados y no podíamos ni siquiera ir a la peluquería, simultáneamente se dieron reuniones allí que parecieran exceder el carácter oficial por el horario en que ocurrieron y por los roles de quienes acudieron. Como dijo Cafiero, hubo muchísimas visitas laborales, ya que en la residencia trabajan más de cien personas y eso está perfecto: Olivos no deja de ser la Casa de Gobierno y en sus oficinas se producen reuniones relacionadas con la gestión presidencial, pero aquellas que no se hayan dado en ese marco, en plena cuarentena estricta, deberían ser aclaradas. Luego, también sería importante que se nos esclarezca a los ciudadanos cómo funcionan los criterios de aceptación de las solicitudes de audiencias y visitas privadas. En el caso de las personas públicas, yo valoro a lxs artistas que se pronuncian políticamente: no tienen por qué ocultarse y eso tampoco debería ser un motivo para dejar de elegir sus obras o trabajos, pero todxs aquellos que tengan representatividad y que requieran soluciones para situaciones delicadas deberían tener el mismo derecho a ser escuchados y recibidos, al margen del partido o bandera que los convoque.
Ahora bien, lo anterior es independiente de lo que con mucha razón afirma Florencia Peña: han seleccionado como blancos solo a mujeres que ingresaban entre una larga lista cargada de nombres de hombres. Se asume que los hombres sí fueron a trabajar, ¿por qué las mujeres no? No podemos dejar de señalar esto ni ser ingenuxs acerca de cómo están orientados algunos comentarios y ataques bochornosos. Los tuits de Fernando Iglesias y Waldo Wolff me generan indignación y mucha vergüenza no solo por el nivel de machirulismo que manejan sino porque son manifestaciones públicas de dos diputados nacionales, no de dos tuiteros. Es una vergüenza que dos funcionarios públicos se expresen de esta manera contra las mujeres, sean de la fuerza política que sean.
Florencia Peña no solo es esa actriz que se muestra segura y orgullosa de sí misma o la que les respondió totalmente invadida por las emociones y con su corazón en la mano, también es una mujer que el miércoles no pudo hacer su programa por un pico de estrés debido a las agresiones y a los ataques despiadados a los que fue sometida y estos fueron disparados por los comentarios de estos hombres. Acá es donde creo que el problema excede el nombre de Florencia Peña. Peña somos todas las mujeres cuando por el mero género y rol quedamos expuestas. Independientemente de lo que pensemos, de nuestro trabajo o de una postura política, hay un juicio instalado sobre nosotras desde un lugar moral.
Me imagino que no debe ser nada fácil para ninguna mujer salir a decir «yo no soy petera o prostituta». Es momento de tomar dimensión de lo que está sucediendo y me gustaría que ocurriesen dos cosas. La primera, escuchar las opiniones de las mujeres que acompañan a Fernando Iglesias en su lista y la segunda, que el presidente de la cámara de Diputados, Sergio Massa, siente un precedente para que actos como estos no se repitan y mucho menos con funcionarios públicos. ¿Hasta cuándo vamos a seguir permitiendo que nuestros representantes puedan hacer bullyng públicamente? O aún peor, que sigan sosteniendo estos discursos misóginos que lo único que hacen es reforzar y generar más violencia. Aquel que desee explicaciones, que las pida con respeto y sin agresiones. Si el modo es la violencia hacia la mujer y el acoso, estaremos aquí para levantar la voz por quien sea.