La disputa por fijar agenda es algo que preocupa a la dirigencia política, empresarial y que persiguen los distintos movimientos sociales que luchan y demandan la ampliación de derechos. En este escenario, una pieza clave para que un potencial tema de interés público sea tomado por la ciudadanía son los medios de comunicación masivos que operan como agentes de socialización.
“El acceso a la agenda no es libre o neutro. El control de este acceso provee un recurso político decisivo a quien lo detenta (...) En términos de agenda coyuntural, se imagina fácilmente el potencial de influencia de que puede disponer la prensa, por ejemplo, dedicando la portada a un problema o, al contrario, silenciando el tema en sus columnas. “Las políticas públicas”, de Ives Meny y Jean-Claude Thoenig.
En la cita se expone el poder de los “mass media”, sin embargo, no se contempla la posibilidad del engaño o la falacia en la producción y difusión del mensaje. Entonces, la preocupación ya no es cómo obtener un espacio para fijar la agenda, sino cómo hacer para desmentir las versiones engañosas que circulan rápidamente a través de los medios tradicionales y las redes sociales.
“La agenda pública es definida por los temas que se encuentran en la agenda de medios y, por lo tanto, no sería posible encontrar temas de interés público que no se hayan publicado en los medios de comunicación en el período analizado utilizando la misma metodología”, expresa un estudio cuantitativo realizado por los investigadores Pablo Balenzuela y Claudio Dorso junto a Sebastián Pinto y Federico Albanese publicado por el Departamento de Física de la UBA. El trabajo compara similitudes y distancias entre la agenda de cinco diarios nacionales en 2017 con las búsquedas que realizaron los usuarios de Google y Twitter sobre los mismos temas en igual período de tiempo.
Los algoritmos comunicacionales que generan las grandes empresas tecnológicas crean una burbuja de contenidos de la que es difícil escapar. Si pinchamos esa burbuja –saliendo de la primera oferta que ofrecen los motores de búsqueda de noticas –es muy probable encontrar que se está hablando del mismo tema, pero para desmentir una versión falsa. Un ejemplo fue cuando Patricia Bullrich sugirió que el Gobierno nacional había pedido coimas a Pfizer como condición para llegar a un acuerdo en la adquisición de vacunas contra el coronavirus. La propia farmacéutica salió a desmentir los dichos de la ex ministra de Seguridad de la Nación, pero la idea de “corrupción” ya estaba en primera plana y los esfuerzos se centraron en aclarar lo acontecido.
Esta dinámica retroalimenta la agenda impuesta por los oligopolios mediáticos que trabajan – a través de su vocería política- para instalar una noticia sin importar la veracidad de lo que están comunicando.
En este punto surge el dilema de cómo contrarrestar y dejar de alimentar esa “agenda engañosa”. No ocupar el lugar del contrapoder que necesita el poder para seguir subsistiendo. Desafiar la actual estructura de comunicación basada en falsedades y a la lógica del mercado que mide el minuto a minuto y no el valor periodístico del contenido. Confiar en audiencias críticas que puedan escuchar otras noticias sin temor a que cambien de canal.
La agenda no se puede disputar cuando siempre se está corriendo un paso por detrás, intentando aclarar las mentiras antes difundidas. En todo caso, el rol del periodismo y los medios en la sociedad, surge como un problema de interés que necesita ser fijado en la agenda, pública y mediática para su debate y posterior resolución.
* Periodista. Integrante de la Red Par. Diplomado en Comunicación con Perspectiva de Género y Derechos Humanos.