“Desde que empezó todo esto, camino por las paredes”, reclama Vitico. El bicho de la Covid 19 resulta más amenazante en él porque, más allá de sus 72 años, tiene EPOC. “Compensa que soy RH negativo y dicen que eso genera menos posibilidades de contagiarte… El problema es que me convierte en descendiente de los extraterrestres”, dispara el exbajista de Riff en su particular estilo expresivo. Semi encerrado en su amplia casa de Villa Adelina -la del Delta la perdió en un incendio- y mientras espera su segunda dosis, por supuesto que no ve la hora de volver a tocar. De reencontrarse con Viticus, banda que arrancó con el milenio y lleva cinco discos publicados, entre el epónimo disco debut de 2003, y Equilibrio (2017). “No veo la hora de salir, de volver a tocar, de reencontrarme con los amigos de siempre, con el Pelado, con Federico, con los asistentes de la banda, que siempre están”, se entusiasma.
Mientras tanto, don Víctor Bereciartúa disfruta de la feliz idea que ha tenido RGS Music, de publicar su trilogía solista bajo el título global de Los ocultos. “Cuando me llegó la propuesta de Andrés Galante –responsable del sello-, me dijo que mis tres discos solistas eran atemporales. Por supuesto, yo interpreté que cuando los encaré no quise copiar el sonido de Riff y ni siquiera parecerme, sino que hice lo que mejor me salió en aquel momento”, sostiene Vitico.
La tríada que se acaba de publicar en soporte CD empieza por Ha llegado la hora, placa originada en 1985, tras la primera separación de Riff y de un paso fugaz del hombre por J.V. Special y 220. Sigue por Vitiken Entertainment, que vio la luz en 1988, tras el divorcio del segundo Riff, y termina con el premonitorio No sé si voy a volver, cuyo lanzamiento fue -una vez más- tras la tercera separación del Riff que grabó Zona de nadie. “De los tres, éste fue el que más me satisfizo, básicamente porque en el volqué todo lo que había aprendido en los dos discos anteriores”, reflexiona el cantante.
Ha llegado la hora tiene en efecto buenos temas, incluso premonitorios del futuro Viticus. Se destacan piezas como “10 horas”, en la que aparece la voz en off de Lalo Mir; un muy lindo acústico compuesto por Vitico y Millán titulado “Opus Seis”; el incendiario y sureño “Texas Rock”, donde luce la viola acerosa de Botafogo; y la remake de “Mucho por hacer” -hit de Ruedas de metal- que por fin pudo ser grabado con un sonido a la altura, infinitamente mejor que su versión original (ver abajo).
“Es para destacar lo impresionante que suena la base, al punto que es algo que no creo que sea superado por mucho tiempo”, retoma "el Canciller", sobre el tercer capítulo de Los ocultos. “Además, ese disco tiene una perla magnífica llamada 'Ya no soy el mismo', tema que grabé en los estudios de Jamie Lane de Londres con James Hallawell, un extraordinario tecladista con el cual nos pasamos tres días yendo del pub a la casa de él, y de la casa de él al pub. Recuerdo que él memorizaba todo lo que yo le decía y ponía su propia gracia dentro de un teclado Hammond en el cual quedaba todo grabado. Después fuimos a un estudio bueno y me encantó el laburo que se hizo con los teclados, fue algo tan increíble, tan bueno… Luego conjugó bien con el solo de Bota, que me vino a preguntar qué quería que haga y yo le dije 'pensá en Jeff Beck'”, evoca.
El trabajo preferido de Vitico, cuya tapa lo muestra portando un bajo con ganas de viajar, fue pulido a fino en 1994 por el portugués Da Silva -“el mejor técnico del mundo”, según el bajista-, y también contó entre sus músicos con el ex Alakrán B.B. Peña, que se encargó de todas las baterías. “Recuerdo que me vine desde Inglaterra con la cinta de 24 canales y ¡no la dejé pasar por los rayos x!”, ríe Bereciartúa. “Después, en la segunda toma, el B.B. le puso la batería con una calidad impresionante. En fin, estoy muy orgulloso de ese trabajo, porque suena como pocos discos han sonado en esta patria. Fue, repito, la demostración de que los dos primeros discos me sirvieron para hacer en el tercero algo que realmente es excelentísimo. Los otros dos están bien tocados, grabados y mezclados, pero este los supera ampliamente”.
Le cabe esto al de Vitiken (Entertainment), pese a que el ex Riff chocó con ciertos obstáculos. El más complejo fue el casting para conseguir cantantes, que se hizo en una casa de Lanús devenida sala de ensayo. “Ahí vivía el B.B. Peña y ahí empezamos a probar cantantes. Vinieron a probarse como diez… Ninguno anduvo y lo pusimos a Mario Cursio, porque era la época de Van Halen, de Motley Crue y, bueno, salvo la base que es extraordinaria, la voz no se identifica con lo que yo hago. Ya pasó, igual, sería contrafáctico seguir hablando de eso”. El disco de Vitiken, en cuya formación también militaba el guitarrista Rano Sarbach, tiene diez temas, incluidas dos versiones de Riff (“Mal romance” y “No pasa nada en esta ciudad”); una tapa que sintetiza la cosmovisión Vitico (chica con gilette en el borde superior de la tanga + auto viejo, pero deluxe) y una frase hilarante en la contratapa: “Vitiken desea no agradecerle a nadie”.
-Como decís, la de Vitiken era la época de Van Halen, pero también la de Riff VII, que había aparecido poco antes. ¿Qué implicó para vos ese disco con un Riff tirado por un lado hacia el glam de Jaf, y por otro, hacia el rock argentino clásico y versátil, dado por la presencia de Moro?
-Implicó que vino un día Pappo a casa y me dijo (pone voz de Pappo) "Víctor, hagamos algo con Riff" y yo le dije que sí, pero que teníamos que hacer un tema en la onda de “Mal romance”. Así nació “La espada sagrada”. Nos fuimos hasta Lanús a escuchar un cantante que nos habían dicho que era bueno. Realmente pensé que hacía falta una novedad y Juan canta maravillosamente bien. Ok. Moro completó y se armó un equipo de lujo. Las voces sonaban muy bien, yo produje ese disco y si bien hoy lo haría sonar diferente, hay que pensar que tiene muchos años. De todas maneras, no era el Riff original y, aunque cumplió con un año de buenas actuaciones, no representaba la atmósfera del Riff original. Fue un buen momento, con un buen cantante y un baterista a la altura. Punto.
-En ese momento, venías de publicar Ha llegado la hora, el primer disco que rescata la trilogía y que, en su momento, significó como un eslabón perdido entre la primera separación de Riff y el reencuentro. ¿Qué significó para vos ese trabajo?
-Destaco la batería electrónica comandada por Luis Cerávolo, que era un capo total en aquel momento. Por lo demás, todas las rítmicas las grabé yo y los solos los hizo Botafogo, y alguno Boff, caso “Ciudadano disidente”. También hay una armónica de Luis Millán por ahí y un piano de Enrique Ibarguren. La verdad es que estoy muy orgulloso de cómo suena ese disco. Tiene algunas perlas como “Ser una roca y poder no rodar”, por ejemplo. Botafogo estaba pasando su mejor momento y yo le mezclé todos los solos en diferentes partes… Creo que ese tema es una obra de arte.
-No habrá sido fácil remarla solo después de Contenidos y la separación de Riff, tras el caótico Ferro del '83.
-Con Riff habíamos grabado Contenidos con muy buen sonido y Tonodisc, que iba por más, dijo que la voz de Pappo solo andaba en la Argentina y que hacía falta un cantante. Así fue como apareció Danny, el hermanito de Michel. Yo mismo lo fui a buscar a Ezeiza con el Impala. Cuando bajó del avión firmando autógrafos a cuenta nuestra se había disfrazado de heavy y Rosa dijo "parece un arbolito de Navidad". De ahí en más, todo se fue convirtiendo en un martirio y con el desastre de Ferro, sí, se terminó Riff. Tanto Pappo como Michel sacaron discos solistas y por mi lado grabé Ha llegado la hora, que expresa lo que pensaba entonces sobre Michel y Pappo… “los que quieran salir seguido en las revistas, que se hagan muy amigos de los periodistas, y los que rompan conjuntos por sus propios asuntos, que mejoren su carrera solista, porque ha llegado la hora de la verdad”.
Los primeros discos de Riff
A 40 años de "Ruedas de metal" y "Macadam 3, 2, 1, 0"
Para el rock pesado argentino, 1981 fue un año clave. Meses antes, en noviembre de 1980, dispuesto a pegar el gran volantazo de su historia, Pappo desarmó Pappo's Blues y le dio la bienvenida a tachas, cadenas, tritonos y cueros sintetizados en un nombre certero y contundente: Riff. Fue durante un concierto que el Carpo llamó precisamente "Chau Pappo's Blues, Hola Riff", y sucedió en la Sala Uno, hoy Teatro IFT. Hasta allá viaja la memoria Vitico, que conocía al guitarrista desde 1969. “Fue otro gran desafío, aquel. Pappo's Blues estaba muerto y con Pappo planeamos una banda poderosa, con un gran cantante llamado Juan García Haymes”, evoca el canciller, acerca de aquel show que marcó una bisagra para el rock argentino con una música densa, pesada y moderna -influida por AC DC, ZZ Top y Motorhead-, que contrastaba no solo con el lirismo y las bellas canciones de un Seru Giran en pleno apogeo, sino también con la impronta setentista o rebuscada que imperaba entonces. “El problema fue que Juan llegó afónico y la gente quería que cantara Pappo. La cosa fue así: primero hicimos, Pappo, Michel y yo tres temas de Pappo's Blues, y luego entraron Boff y Juan. Así comenzó Riff, con un lleno total, gracias a la chapa de Pappo”.
-Pasó poco tiempo y ya estaban grabando Ruedas de metal, el disco debut que cumplió 40 años a mediados de junio.
-En ese momento nadie quería grabar a Riff, porque nadie quería grabar rock. Pero gracias al “Curro” Jiménez, que en paz descanse, entramos en Tonodisc, que era una compañía que tenía un criterio muy amplio: sus artistas eran Los Parchís, Richard Cleyderman y Riff.
-Siempre que se habla de ese disco, se pone énfasis en su mal sonido con absoluta razó. Sobre todo cuando se ubica el foco en la batería de Peyronel, en temas como “Alas del mal”, por caso.
-Es que se grabó en cuatro días en Fonema, un estudio primitivo. Por eso, el sonido del disco deja mucho que desear. Igual, compensa que tiene muchos hits: “Sordidez”, “Ruedas de metal”, “Mucho por hacer”, “No detenga su motor”… Otro gran paso fue ir al frente en la presentación, en Obras, porque en esa fecha tocaban muchos grupos pop, entre ellos, Seru Giran, que estaba de moda. Sin embargo, nos jugamos: hicimos Obras con Mundy Epifanio, que fue como el quinto Riff. Eso fue el 9 de julio. Plus –la banda de Saúl Blanch- tocó antes de nosotros y estuvo muy bien de gente, hubo 3.500 personas. Otro aspecto importante de este disco fue el apoyo que nos brindaron los videos que se hicieron para Música Total, el programa de ATC. Ellos permitieron ver a Pappo con su nueva banda y la renovación de su música encarnada en Riff.
-Después llegó Macadam, el de “Profanador de tumbas” y “La dama del lago”. Fue grabado y publicado a finales del '81, lo que muestra que pudieron enmendar rápido los problemas de sonido.
-Sí. Con Macadam ya nos sentíamos mucho más seguros y nos llevaron a grabar a ION con Jorge Da Silva. Fue todo mejor, porque llenamos Obras para la presentación. Macadam implicó una cosa de estar picando para estar en punta, algo que llegaría con Contenidos.