Desde Barcelona

UNO El hijo de Rodríguez no habla, se arrastra por pasillos, suspira desalentado. Parece Messi pero con mucho menos futuro que el de Messi a su edad, debutando en el FC Barcelona. Y el hijo de Rodríguez está así --comatoso, entre paréntesis, suspensivo-- desde que se anunció que el astro argentino pero barcelonés se iba del club que lo adoptó y lo ayudó a ser quien es para que después Messi lo adoptase y lo ayudase a ser lo que es: el Barssi. Ese mismo jueves el hijo de Rodríguez recibió primera dosis de Pfizer, y ahora Rodríguez lo mira fijo dudando entre efecto secundario o secuela zombi-viral por crack del crack.

DOS Y el hijo de Rodríguez no es el único. Deudos a las puertas del Camp Nou y micrófonos de telediario y "No puedo creerlo", "Que se vaya", "Que se quede", "Le dimos todo", "Nos dio todo", "Es lo mejor: el club estaba poseído por Leo y esto es un exorcismo luego del cual podremos resucitar". Y un rosarino de pupilas giratorias decía estar "contentísimo" porque "ahora seguro que se va a jugar a Newell's". Muchísimas palabras para decir que no se tienen palabras. Y teorías conspiranoides acerca de fondo de inversión a financiar contrato impagable para club en inexplicable bancarrota a cambio de hipotecar Liga ahora devaluada internacionalmente, del PSG como Team Avengers Assemble, de tejes y manejes por/de la Superliga, de que "esto no ha terminado y no es más que otro capítulo, como lo del burofax del año pasado", de sueldos bajados o no, de si se lo despedirá "como se merece" o no, de profecías catastrofistas del tipo "Esto es otro golpe a la Marca Barcelona y la economía de la ciudad que viene a sumarse a la fuga de empresas/inversiones por delirio independentista". Y, sí, Messi Inc. S.A. & Co. Se va y se independizó. Y --el jueves, ante el hecho consumado-- para muchos lo mejor era arrojarlo al volcán como si fuese anillo marca My Precious. Y algunos canales de tv hasta cambiaron sus programaciones (volvió a emitirse entrevista donde Messi reconocía que le convendría psicoanalizarse "pero no") y hubo edición especial de El Chiringuito con sus freak-tertulianos aullando y sollozando o jurando venganza a diestra y siniestra. Y a la mañana siguiente (a la espera de la rueda de prensa del presidente del Barça, el ilusionista /iluso Laporta, quien hizo campaña con spot besando torso-maniquí con camiseta número 10 diciéndole "Te veo bien" ('a un maniquí) y, casi Corleone, añadir un "Te voy a hacer una oferta que no podrás rechazar"... pero sí) el barrio amaneció entre nieblas de verano con un aire a noche después del asesinato de John Lennon. Sólo que aquí la "víctima" era un poco provinciano universal Beatle y otro poco Yoko Ono por los días de Let It Be. Alguien a quien compadecer porque (dicen y dijo) no quería irse o alguien a quien odiar porque (dicen y dicen) se va y rompe todo.

TRES Y Messi no apareció sino hasta el domingo. Finado finiquitado y deudo al mismo tiempo. Entonces --explicándose en el endeudado Camp Nou, cuando probablemente habló más que en toda su carrera y, pobre, lo que les espera con el francés de los parisinos-- salió llorando y haciendo llorar al hijo de Rodríguez. Conmovido y conmovedor. Más ahí que nunca fuera del campo de juego. Lejos --a diferencia de tantos megalómanos esféricos-- del Messi ido. Ido en plan no menos sino más. Como Billy Pilgrim: despegado del tiempo. Ahora y en el Barça de Guardiola frente al Real Madrid de Mourinho y con Cristiano Ronaldo como némesis. A saber: Messi era una cruza de Forrest Gump y Bobby Fischer. Cristiano Ronaldo, en cambio, era un mix de Patrick "American Psycho" Bateman y Derek "Blue Steel" Zoolander. Para entonces, Messi ya se había ido. Messi se fue de la Argentina. Messi no se hizo famoso en un humilde club argentino antes de ser exportado a la gloria. Messi se fue porque en el club azulgrana le pagaban un tratamiento futurístico para paliar sus problemas de crecimiento que los clubes argentinos consideraron inasumible económicamente. Hay un karma ahí, una culpa no resuelta traducida a exigencia constante: porque te fuiste, de vos depende el que gane Argentina; como, ahora, de ti depende quedarte y sustentar la épica del Barça. "La mayoría de los argentinos universales tuvieron que dejar de ser argentinos para serlo", apuntó Martín Caparrós. Los catalanes top no deben irse para serlo o, por lo menos, deben volver.

En Argentina, Messi era Steve Rogers.

En Barcelona lo convirtieron en Capitán América.

En marca registrada.

En camiseta best-seller en las Ramblas (versión pirata) y en las tiendas oficiales del Barça (versión oficial).

En recogedor en serie de Balones de Oro embutido en smokings de payasín.

En buenísimo mal actor de avisos que, seguro, los mad men tienen que pensar mucho para que nuestro autómata favorito ejecute con un mínimo de gracia.

En savant que no lee (Messi, dicen los amiguitos y amiguitos y maestras, pasó por la escuela como en trance) ni ve fútbol por la tele ni revisiona sus propias actuaciones porque "yo no soy de mirar".

En el que enseguida se aburrió de Lost porque "siempre pasaba algo nuevo".

En quien se desentiende del tema de turbulencias y turbiedades del dinero porque de eso --excusándose cabizbajo ante un juez-- "se ocupa mi papá".

En quien, en su tiempo libre, se limita a jugadas básicas y reflejas: comer (eterna disyuntiva maxi-minimalista entre milanesa napolitana y asado de tira), dormir (eximio cultor de la siesta de sofá en la sala; y cómo es que aún no filmó anuncio de almohadas/colchones, ¿eh?) y alcanzar éxtasis en Disney World donde, sí, disfruta como un chico.

En oblomoviano en todas partes menos sobre el césped.

En quien --molido a patadas-- jamás sobreactúa caídas para ganar penal o tiro libre y se levanta enseguida para seguir y seguir y seguir y seguir yéndose de sus rivales. Con la pelota.

En fantasía para el hijo de Rodríguez y de tantos otros que ahora, para distraerse por un rato de cepas y de vacunas, no dejan de calcular millones de euros que jamás tendrán. Todos casi demandando --para que el partido termine bien-- que Messi debería, era su deber, retirarse/irse bajo el escudo con el que debutó. Incluso sin cobrar. Viviendo unos años de sponsors y así, sí, de verdad, ser el mejor y más verdadero futbolista de la historia.

Y, piensa Rodríguez, dejar de estar ido para estar de vuelta.

De todo.

CUATRO Una vez, en una semifinal de la Champions frente al Bayern, el ex míster de Messi, Pep Guardiola, se le acercó al final del duelo (que perdieron Guardiola y el Bayern) y le dijo "Me alegro de que hayas vuelto otra vez". Entonces, Messi regresaba a su mejores marcas luego de bajón que Rodríguez no pudo sino atribuir al desconcierto que le produjo ser padre junto a su novia eterna. ¿Cómo? ¿Tenía que amar a algo más que a un balón?, se preguntaría Messi siendo despertado de sus siestas por llantos. Añitos después, con vástago ya capacitado para devolverle pase en el jardín, Rodríguez supone que la cosa ya tenía más gracia para Messi. Y así, ahora, estaba de vuelta. Y Pep se lo celebraba y, de camino al túnel, Messi le contestó a quemarropa y por encima del hombro: "Nunca me fui".

Ahora Messi se va y se fue.

De nuevo y como siempre.

 

Ido.