Sería interesante trazar un recorrido histórico y entender cómo llegamos a las PASO para explicarnos las tensiones coyunturales a las que nos someten. También visualizar en la boleta única de qué forma se termina la vigencia de los partidos políticos que fueron el fundamento del sistema democrático.
La falta de liderazgos virtuosos, porque Menem lo fue con una práctica antagónica a los postulados del peronismo, o Reuteman en Santa Fe que terminó sus días abrazado a los credos del macrismo, trajeron como consecuencia mecanismos de selección de candidatos que pasaron por la ley de Lemas y terminaron con la obligatoriedad de esta especie de primaria en la que el voto no refleja la relación de fuerza en el partido o alianza sino la preferencia general como un producto publicitario.
Homogeneizar la historia de los partidos es licuar las fronteras ideológicas y crear un nuevo paradigma entre la “política” y la “no política”. En la primera categoría están los partidos tradicionales con sus luces y sombras a lo largo del tiempo, las nuevas formaciones con sus respectivos discursos ideológicos y los movimientos sociales que reivindican derechos universales, DDHH, movimiento de mujeres, movimiento sindical, movimientos de desocupados y de la economía social. La “no política” encierra desde la pata civil de las sucesivas dictaduras militares, los resabios del viejo conservadurismo hasta el neo fascismo con discurso pro mercado.
Esta manera de formatear la política que impide revisar la historia y formular autocríticas colectivas va acumulando a lo largo de las elecciones generales y de medio término un aquelarre de alabanzas e improperios que contribuyen a la confusión y al desaliento. Ahora resulta que las razones por las que había que votar hace dos años, hoy, son diametralmente opuestas a lo que se dijo. Pero al día siguiente debemos seguir unidos para triunfar.
Resulta difícil una confrontación en la que se descalifica al rival eventual, a otra un mes más tarde, en la que convocamos a los electores que derrotamos a votarnos en nombre de la unidad.
La coyuntura de esta elección determina que el principal objetivo pasa por propinar al macrismo la derrota más aplastante posible. Y al interior de la oposición recuperar las raíces democráticas de los partidos populares. Aislar y derrotar al poder económico concentrado que representa Mauricio Macri abre la posibilidad de poner en debate la Argentina de la post pandemia. El proyecto restaurador de la derecha económica para los tiempos que vienen están reñidos con la democracia que supimos conseguir. Como decían los viejos maestros con distintas palabras descubrir el enemigo principal para enfrentarlo y derrotarlo.
Todo lo demás existe en el territorio de las contradicciones secundarias. No está en debate si una u otra oferta en las primarias garantiza el rumbo del proceso, está en juego la mayor derrota posible en las urnas al régimen que sometió a la sociedad entre 2015 y2019.
Quizá lo que tenemos que rescatar como necesario es un partido que nos represente, dentro del cual resolvamos nuestras diferencias pero que se transforme en una sólida correa de trasmisión de las políticas del estado cuando somos gobierno o de la articulación opositora cuando nos toque.
Lo que estamos viviendo en la provincia de Santa Fe no es culpa de uno u otro candidato. Es una encerrona en la que los pecados de omisión de la democracia nos han llevado, impidiendo explicitar el proyecto de gobierno y las líneas de confrontación con la derecha recurrente, que aparece cada vez con disfraces diferentes. Uno de los mejores ministros del gobierno jugado a suerte o verdad, sin red, por un acuerdo que no se pudo construir.