Una experiencia cercana a la muerte hace que ciertas personas se vuelvan más enfocadas, serenas, bendecidas con nuevas perspectivas y agradecidas por una segunda chance. El roce de Brian May con la mortalidad parece haber encendido un fuego: si va a mantenerse en este plano astral, es momento de empezar a demandar algunas mejoras.
"Creo que hubiera sido imposible para cualquiera tomar peores decisiones que las de Boris Johnson", dice el totémico guitarrista de Queen, un gigante gentil que rankea entre los más exitosos músicos de la historia, con más de 300 millones de discos vendidos y muchos de los más punzantes himnos pegados a su nombre a los largo de 50 años. Hablando con un tono reposado a través de un Zoom con una cortina roja de fondo, se muestra característicamente calmo, pero su pecho -aún recuperándose de una operación del corazón el año pasado- está inflado con ira.
"En cada punto él hizo muy poco y tarde", dice. "Cientos, si no miles de nuestros familiares, murieron a causa de los malos consejos y por las malas decisiones que Boris tomó con su equipo. Si hubiera tomado las precauciones de cerrar las fronteras un año antes no estaríamos en la situación en la que estamos. Me parece horrible que esté buscando negociar vidas humanas por un lucro económico, es algo absolutamente inaceptable. Es como si Winston Churchill saliera a su jardín, viera a los aviones y los cuerpos debajo y dijera '¡Las bombas están cayendo! ¿Debemos ocultarnos? No, pensemos en las consecuencias económicas de ocultarnos...'"
May deja salir un año de frustraciones acumuladas. Regaña al gobierno por su incompetente respuesta ante la pandemia, a los medios por "ponerle presión al gobierno para que haga menos de lo que está haciendo... eso cuesta vidas", a Trump ("En estos días es más fácil diseminar mentiras que verdades") y los grupos de pensamiento de las redes sociales: "Se ha vuelto imposible tener un punto de vista y expresarlo. Si no acompañás las visiones del rebaño sos denigrado y te cancelan. Es algo muy poco sano". Antes de que termine su diatriba habla también de su campaña para salvar a los tejones, pero guarda sus ataques más fulminantes para los terraplanistas y negacionistas del alunizaje. "No quiero que haya gente diseminando desinformación, especialmente si mis hijos o mis nietos están tomando eso", argumenta. "¿Fue todo hecho por un estudio de Hollywood? Pura mierda."
El año pasado May tuvo un largo tiempo de recuperación para cocinar sus preocupaciones hasta el punto de hervor. En mayo sufrió un ataque cardíaco que requirió cirugía de urgencia. "Fue muy raro. Me senté y de pronto tuve esta tensión en el pecho, algo de dolor, y los brazos se sentían raros. Me faltaba el aliento y pensé '¿No será un ataque cardíaco?' Es una sensación muy extraña. Fui muy afortunado porque no fue un episodio tan largo como para afectar de manera crítica mis órganos o mi cerebro. Fui a una operación de bypass múltiple, y estar en la cama preguntándote si vas a morir mañana es la cosa más bizarra, es como si entrara alguien a intentar venderte enciclopedias."
Como resultado, se convirtió en "un adicto a la salud y el ejercicio", sometiéndose a una rehabilitación cardíaca: "Se convirtió en un disfrute, porque es beneficioso para tu cabeza y tu cuerpo". En su tiempo guardado también reflexionó sobre su vida y su carrera, especialmente desde su debut como solista Back to the Light (1992), cuando descubrió que el disco no estaba disponible online para ponerlo en sus historias de Instagram. "Pensé que era hora de hacer algo", dice, "porque estoy muy orgulloso de esos discos que hice por fuera del gran edificio de Queen, en el momento en que la banda parecía venirse abajo porque Freddie estaba muriendo. Fue un tiempo muy, muy duro. Así que pensé en una salida."
Aunque era un acompañante bastante adecuado para el Innuendo (1991) de Queen, Back to the Light -relanzado la semana pasada como la primera reedición de una lujosa serie llamada Brian May Gold- fue un album profundamente personal para May, compuesto en el que fue sin dudas el punto más bajo de su vida. Tras dos décadas de abrumadora fama y éxito para Queen, perder a Mercury a causa del sida en 1991 se sumó a la muerte del padre de May, ese mismo año y por un cáncer. Y así como la banda se venía abajo, también su primer matrimonio con Christine Mullen.
"Estaba muy deprimido y abatido, perdiendo mucho al mismo tiempo", dice de su estado de ánimo al hacer el disco. "Perder a Freddie, aparentemente perder al grupo, perder mi matrimonio, aparentemente perder a mis hijos, perder a mi padre... fue un gran catálogo de pérdidas. El asunto con mis hijos fue lo peor. Los divorcios habitualmente se vuelven un conflicto lleno de resentimientos, y muchas veces tuve que pelear para ver a mis hijos. No era un club al que quisiera pertenecer, y no podía manejarlo. Algo se me metió en el cerebro. En esos días no sabía lo que era la depresión; no le había dado un nombre, y nunca había buscado ayuda profesional. Solo me revolqué en eso y traté de resolverlo a mi manera. Terminé a punto de lanzarme con el auto desde el Hammersmith Bridge varias veces. No podía manejarlo."
Además de su nueva relación con la actriz Anita Dobson, con quien se casaría en 2000, fue la música lo que mantuvo a May a flote. Escribir Back to the Light "en la sala de billares que había hecho en mi casa" fue un proceso terapéutico, un disco basado en la soledad, la pérdida, el dolor y la confusión. “Too Much Love Will Kill You” -algo mórbidamente irónico cuando Mercury la cantó en la versión incluida en Made in Heaven, el disco final de Queen de 1995- se lee como un grito de ayuda desde el pináculo del Monte Olimpo del rock: "Soy la sombra del hombre que fui / Y parece que no hay salida para mí". A través del disco, May trabajó sus asuntos, desde las peleas y platos estrellados de una separación en el blues "Love Token" a "I'm Scared", en el que lanza un grito primal en forma de brutal torrente de miedos e inseguridades sobre la muerte, el suicidio, el divorcio, el fracaso, el síndrome de impostación, su apariencia. "Estaba tratando de limpiar la mugre y el miedo, observándolo con una especie de risa pero enfrentándolo", explica May. "Era yo tratando de ser honesto, porque pensé que ese era el camino, compartir tus sentimientos."
En el disco hay mucho de extrañar el hogar y de alienación. ¿Estaba incómodo en el capullo de la fama? "No estaba incómodo pero supongo que me tomó un tiempo adaptarme, y protegí con fiereza lo que entendía como mi verdadero yo. No quería convertirme en una estrellita ni en un personaje rockero standard, y sigo pensando lo mismo. Buena parte de mí está anidada en la ciencia, la astronomía, la astrofísica (May cambió los estudios avanzados de astrofísica por la música en los comienzos de Queen, y obtuvo su demorado doctorado en 2007). Parte de mí está muy interesado en el cuidado de los derechos de los animales. Tengo esta gran pasión por la estereoscopía, con lo que de cualquier manera no soy la típica estrella de rock, pero lo amo."
En cuyo caso debe haber sido una extraña presencia en las fiestas legendariamente excesivas de Queen. "Yo estaba en la cerca, lo disfrutaba, me gustaba la fiesta, pero me casé justo antes de que todo eso comenzara, con lo que todo el tiempo trataba de conservar la línea como un marido decente. No fue fácil y no me zambullí en todo eso, como probablemente la mayoría de la gente hizo... no disfruto la sensación de una habitación dando vueltas. Tampoco tomé drogas pero eso es algo muy anterior, un compromiso que hice conmigo mismo. Quería mantenerme claro, quería saber qué era real. Siempre fui inspirado por la música y quería mantenerlo así. No quería, unos años después, mirar atrás y que todo fuera un revoltijo y no supiera qué era la música y qué era la droga."
La canción más conmovedora del disco es "Nothing but Blue", un tributo a Mercury escrito el día antes que muriera. ¿Tuvo May una premonición? "Sí, sabíamos que estaba cerca y aún así nos lo negábamos. Pensábamos que Freddie no se podía ir, no podía suceder, algo tenía que rescatarlo, después de todo era Freddie. ¿Cómo iba él a permitirlo? La canción tiene que ver con lo que pensé que sentiría cuando él ya no estuviera. Lo que realmente sentí es otra larga historia. Creo que tanto Roger como yo diremos que nos lamentamos en exceso durante mucho tiempo. Y por lamentar en exceso quiero decir que de algún modo casi negamos que el pasado existiera. No podíamos hablar de Queen, y eso duró un tiempo."
Lanzar un disco solista fue una parte clave del proceso de recuperación de May. Me miraba a mí mismo como un músico; creo que me resistí a eso, quizá me pensaba más como científico que tenía una aventura con la música, pero en ese momento pensé 'en realidad esto es lo que hago'. Y pensé que ya no tenía a Freddie, no tenía a Queen, porque habíamos acordado que no seguiríamos si no estaba Freddie o cualquiera de nosotros. Con lo que pensé que tenía que salir a hacer lo mío. Esto es una puerta, debo atravesarla. Seré el frontman, cantaré mis cosas... de algún modo negaré que Queen es importante para mí."
En los años que siguieron, May buscó ayuda profesional en una clínica de Arizona, donde siguió un programa de 12 pasos. "Ahí fue donde descubrí lo que era la depresión, y que había una manera de tratarla", recuerda. "Era fundamentalmente una clínica de adicciones, pero la depresión era tratada como una especie de conducta adictiva. Pasé algunas semanas con varios adictos, muchos de los cuales se volvieron amigos para la vida. Cambió mi vida."
Con el tratamiento, May redescubrió su espiritualidad y ganó fuerzas gracias a la Oración de Serenidad, un famoso texto escrito en 1951, conocido por las frases "Dios, dame la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, coraje para cambiar las que puedo y sabiduría para ver la diferencia". "Para mí es la más poderosa prosa en el mundo, cubre casi todo lo que puede voltearte", dice el músico. Después de eso, May empezó a estar en paz con su legado. "La verdad es que no puedo desenredarme de eso, Queen siempre estará en mí", admite. "Ayudé a construirlo, fui uno de los cuatro arquitectos. En cierto sentido siempre estoy en Queen". Pareció natural, entonces, que él y Taylor (el bajista John Deacon declinó participar) salieran de gira nuevamente, primero con Paul Rodgers de 2004 a 2009, y luego con Adam Lambert, concursante de American Idol.
"Docenas de personas me llamaban o escribían diciendo 'Tenés que escuchar a este tipo, tenés que juntar nuevamente a Queen, él tiene que ser el cantante'", dice May. "Entonces el programa nos pidió ir y tocar con los dos finalistas, Adam y el otro tipo. Creo que hicimos 'We Are the Champions' y la química fue evidente. Básicamente Adam tenía todo, una voz extraordinaria, un rango increíble; es un performer natural, adecuadamente camp -lo que parece ser un requisito para nuestro cantante-, tiene un gran sentido del humor. Nunca intentó reemplazar ni imitar a Freddie. Interpreta las canciones del modo que las siente, no es una pieza de museo, es una cosa orgánica que aún está viva. En cierto sentido aún tenemos a Freddie, tenemos pequeños puntos del show en los que Freddie aparece... es un lindo balance. Incluso hay un momento en el que Adam puede interactuar con Freddie de una extraña manera."
May asegura que el más reciente tour de Queen + Adam Lambert, truncado por la pandemia, fue el más grande y exitoso en el que haya tocado. Ciertamente, la vigencia de la banda se resiste a desaparecer. Aun después de haber despachado 25 millones de copias para convertirse en el disco más vendido de todos los tiempos en el Reino Unido, el Greatest Hits de 1981 estuvo batallando el mes pasado con Olivia Rodrigo por el N° 1; reportes recientes señalan que Queen ingresaba cien mil libras al día por la biopic de 2018 Bohemian Rhapsody. ¿Tiene conciencia de esas 'monedas'?
"Esas personas no tienen bien los números", sonríe May. "Bohemian Rhapsody hizo mil millones pero a nosotros nos llega una pequeñísima fracción de eso. Es el modo en que funciona la industria del cine. Hacemos algo de dinero, pero no un monto masivo. Mucho de mi dinero va a salvar animales, así soy, trato de hacer algún bien en el mundo... soy consciente de que no soy particularmente bueno manejando el dinero, nunca lo fui, pero por otro lado el dinero nunca fue mi prioridad. Fui muy feliz viviendo en un cuartito y comiendo bacalao de una bolsa."
Como astrofísico con una fortuna de nueve cifras, podría asumirse que May podría ser el orgulloso poseedor de un ticket para la misión de Elon Musk a Marte, deseoso de incorporarse a la carrera espacial de los billonarios. Pero no. "Amo la exploración espacial", dice. "Soy miembro de un equipo de New Horizons que envió un objeto del tamaño de un piano a Plutón, e interactúo con muchas misiones de la NASA. Pero si se trata de poner a un tipo muy rico en el espacio -no realmente en el espacio, solo unos 100 kilómetros en lo alto- me pregunto para qué. ¿Se trata de abrir caminos? No, porque el hombre ya estuvo en la Luna. ¿Es una especie de vanidad, y si lo es, el dinero podría haber sido mejor gastado en otra cosa? Vi esta viñeta en la que alguien decía 'Tenemos dos billonarios compitiendo por quién llega al espacio primero. ¿No sería mejor si compitieron en cuán rápido pueden resolver el hambre mundial?'".
"Es como ser disparado por una escopeta y no pesar nada por un tiempo. No es muy diferente al simulador en que entrenan a los astronautas. No me interesa eso. Si alguien me ofreciera un ticket para sentarme en la Estación Espacial Internacional y mirar la Tierra por un par de semanas probablemente diría que sí, porque eso es el verdadero espacio, una cosa increíble. Me gustaría encontrar una ventana que mire hacia afuera y contemplar el universo desde esa situación. Creo que somos increíblemente desconsiderados con el otro, y nuestra pérdida es muy grande porque no cuidamos el planeta, no cuidamos al otro, no cuidamos a las otras especies con las que supuestamente deberíamos estar compartiendo el planeta."
Todos, hasta el tío conspiranoico de Facebook, son en estos días científicos enterados. May menea la cabeza ante la mención de Ian Brown y Eric Clapton rehusándose a tocar en shows con restricciones por la Covid y cuestionando la seguridad de las vacunas. "Amo a Clapton, es mi héroe, pero tiene visiones muy diferentes a las mías, en muchas cosas. Es una persona que piensa que está OK dispararle a los animales por diversión, con lo que tenemos nuestras diferencias, pero nunca dejaré de respetarlo. Antivacunas, lo siento, creo que son unos chiflados. Hay muchas evidencias de que la vacunación ayuda. Son seguras. Siempre habrá algún efecto colateral en cualquier dorga que tomes, pero andar por ahí diciendo que las vacunas son un complot para matarte, lo siento, para mí eso entra en el frasco de los dementes."
Las revelaciones de May en la cuarentena han sido mucho más personales que virológicas. Se siente mucho más sano que antes de su ataque cardíaco, pero poco cambió para el hombre que hizo Back to the Light: una estrella de rock no standard determinada a no hundirse. "Volví atrás y me metí en lo que hice en 1992, y descubrí que todavía soy esa persona", confiesa. "Algunos de los problemas están siempre dentro tuyo, no necesariamente se van. Tus sueños, tus expectativas, tus pasiones, son algo constante en tu vida. Por eso es que me vinculo tanto con este disco. Pensé 'Esto todavía habla de mi corazón, no quiero cambiarle una sola nota, lo quiero afuera porque quiero que la gente sepa cómo me siento'. Especialmente en estos momentos, en los que todos estamos tratando de encontrar un camino a la luz luego de este tiempo horrible que vivimos los humanos en el último par de años."
Quizá no está haciendo un Zoom desde un asiento en la ventana de la Estación Espacial, pero la nueva perspectiva de Brian May no podría ser más amplia. La luz está ahí, si la Humanidad alguna vez decide disfrutarla.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12 y publicada originalmente el 11 de agosto de 2021