"No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj". Julio Cortázar, Instrucciones para dar cuerda a un reloj.
Si los fierreros ya tenían problemas para abrir la caja negra en que se han convertido los autos más nuevos, las noticias que llegan sobre las últimas innovaciones no son alentadoras. El "hágalo usted mismo" que caracterizó la mecánica de la mayor parte del siglo XX está siendo remplazado por un modelo que apunta a generar dependencia de los fabricantes.
La excusa, como suele ocurrir, es la seguridad: solo el fabricante garantiza que las cosas se hagan bien. Computadoras y celulares presentan cada vez más dificultades para cambiarles el sistema operativo y se pierden garantías si uno lo hace. Pero la decisión, supuestamente técnica y por el bien del usuario, viene como anillo al dedo para un modelo de negocios que obliga a seguir pagando por lo que se cree haber comprado una vez y para siempre.
Para que este modelo triunfe, los aparatos deben ser cada vez más cerrados a nivel de hardware y de software. De esa manera se produce un cambio de paradigma en el que el "propietario" comienza a ser solo un "usuario".
Nuevo modelo
Las nuevas corporaciones tecnológicas son el faro que atrae incluso a las industrias del siglo XX. Su modelo se basa en la extracción de datos, el cobro de abonos y suscripciones, la venta de "upgrades" y, sobre todo, la dependencia de un solo proveedor: si se usa el ecosistema de Android o el de Apple, resulta complicado salir de él.
Con este norte en la cabeza, las empresas buscan la forma de encajar sus productos en ese paradigma. Por ejemplo, en 2015 la empresa John Deere pidió a la US Copyright Office que se prohiba a los clientes modificar el software de los tractores. De esta manera, las reparaciones con un mecánico independiente podían ocasionar el bloqueo del vehículo. La alternativa es pagar cientos de dólares a la empresa para que un empleado se acerque, se conecte por USB al tractor y autorice la operación.
Por eso, algunos "propietarios" decidieron hackear sus vehículos para realizar reparaciones no permitidas en el contrato de compra, algo que, además, puede tener consecuencias legales. El argumento de las empresas es que sólo el fabricante puede garantizar el buen funcionamiento de su producto. Frente a esta posición hay quienes luchan por que se haga ley el derecho a reparar.
El nuevo Mercedez Benz EQS de próximo lanzamiento lleva las cosas a un nuevo nivel y hace explícito ese control ya sin la excusa de la seguridad. Este auto de superlujo es totalmente eléctrico y muy grande, de más de cinco metros. En las ciudades actuales, en las que el tamaño importa, esto puede ser un problema y por eso los ingenieros encontraron una solución: el eje trasero permite girar las ruedas hasta diez grados para facilitar maniobras exigentes.
El problema es que para habilitar esa opción se deberá pagar un abono de 489 Euros por año, una ganga para alguien que puede pagar un coche de más de 100.000 dólares. Quien no esté dispuesto a hacerlo podrá girar las ruedas traseras solo 4,5 grados como máximo. Esta será solo uno de los upgrades ofrecidos por la empresa.
Suscripción
En el libro Capitalismo de plataformas, el economista Nick Srnicek llama a este modelo de negocios "plataforma de productos", que permite la generación de ganancias mediante el uso de otras plataformas para transformar un bien tradicional en un servicio.
Al momento de la compra, este tipo de productos puede parecer incluso más barato que el de competidores. Un ejemplo conocido es el de ciertas impresoras que parecen muy económicas pero cuyos cartuchos son muy caros y solo el fabricante puede proveerlos.
Un cuento de Cory Doctorow llamado "Unauthorized bread" permite visualizar cómo sería la vida si este modelo se expandiera. Los inquilinos vivirían en departamentos muy económicos ya equipados con dispositivos que admiten un solo tipo de insumo. Por ejemplo, el lavarropas funciona solo con un tipo jabón y la tostadora, con un pan de determinada marca, cuyos precios son mayores que el de sus competidores. Así, lo barato sale caro.
Hacia ese modelo va el mundo actual. El objetivo es atrapar al usuario y limitarle las opciones de distintas maneras, obligándolo incluso a comprar nuevos cargadores o auriculares cuyos conectores cambian innecesariamente. La decisión no es técnica sino económica y la consecuencia es un desperdicio de dinero pero también una forma de sumar basura innecesaria al ambiente.
Es que el modelo de negocios más exitoso de la actualidad, al que todos quieren sumarse, ya no pasa por la venta de productos si no por obtener datos, suscripciones y, sobre todo, hacer que los usuarios sean dependientes de un solo proveedor.