Con la caída del gobierno central, en 1820, las no tan unidas Provincias Unidas del Río de la Plata comenzaron un tránsito de fragmentación territorial que dio origen a las autonomías provinciales. En este contexto, Buenos Aires descubrió que la autonomía traía aparejada una serie de beneficios de los que se valdría durante buena parte del siglo XIX. Bajo la gobernación de Martín Rodríguez se produjeron una serie de reformas que permitieron modernizar las estructuras provinciales y su administración. El padre de las reformas, es sabido, fue Bernardino Rivadavia. Si una de esas políticas reformadoras tuvo capacidad de instalarse y crecer en el tiempo, esa fue la creación de la Universidad de Buenos Aires (UBA), el 12 de agosto 1821.
Nacida al calor de las demandas vecinales que se remontaban a los tiempos de la Colonia, esta nueva casa de estudios se forjó con el destino de modernizar la enseñanza universitaria y amoldarla a los saberes prácticos que la provincia-puerto requería. En los 200 años que transcurrieron desde esa idea formadora a la actualidad, la UBA transitó mares tranquilos y prósperos, encaró climas amenazantes e incluso salió del ojo de la tormenta dictatorial durante los sangrientos años setenta. Hoy es la nave insignia de las universidades del país y un emblema mundial en educación pública y gratuita de calidad.
Para repasar el origen, los hitos y los protagonistas del bicentenario, el Suplemento Universidad conversó con el doctor en Historia Pablo Buchbinder, que es profesor titular de las facultades de Filosofía y Letras y Ciencias Sociales de la UBA, investigador principal del CONICET en el Instituto Ravignani y coordinador del programa de Historia y Memoria, 200 años de la UBA.
- ¿En qué contexto y bajo qué aspiraciones se crea la Universidad de Buenos Aires?
- A partir de 1820, Buenos Aires comienza un proceso de modernización de su estructura administrativa y en ese marco se inaugura, en agosto de 1821, la UBA. La Universidad que se crea tiene características más amplias de las que nosotros entendemos hoy en día que conforman una universidad. Es una institución que administra el sistema educativo de la Ciudad en su conjunto.
En Buenos Aires existía una tradición, creación y funcionamiento de instituciones que podríamos, de manera anacrónica, llamarlas de enseñanza superior. En esa tradición, uno podía encontrar las escuelas que había creado Manuel Belgrano en el ámbito del Consulado; la existencia de una Academia de Jurisprudencia, que se creó en Buenos Aires durante la primera década revolucionaria; y el Protomedicato que también era una institución dedicada a vigilar aquellas cuestiones que tenían que ver con el ejercicio, la salud de la población y la formación de los primeros médicos.
Todas estas instituciones están destinadas a resolver los problemas concretos de la comunidad de Buenos Aires. La Universidad se crea sobre la base de esa tradición que la antecede y que es relativamente rica a la hora de plantear la creación de la UBA, en 1821.
- ¿Cómo afectaron las sucesivas guerras civiles el funcionamiento de la UBA?
- Tanto la Universidad Nacional de Córdoba como la de Buenos Aires fueron muy afectadas en su funcionamiento por las consecuencias de las guerras civiles que se sucedieron hasta mediados del siglo XIX. Las universidades pudieron empezar a adoptar un funcionamiento y a encarar un proceso de modernización una vez que esos conflictos pasaron a un segundo plano. Ahí hay algunos hitos importantes a tener en cuenta: en Buenos Aires es muy relevante la creación del Departamento de Ciencias Exactas, en la década de 1860, y la gestión que lleva adelante Juan María Gutiérrez, que contrata a un pequeño grupo de científicos italianos para llevar a cabo la reorganización de ese Departamento. Se articulan algunos aspectos que tienen que ver con el desarrollo científico y se ocupa, fundamentalmente, de la formación de ingenieros.
Si uno tuviera que señalar cuándo empieza un fuerte proceso de modernización en la UBA, sin duda ese proceso hay que situarlo en 1880. Ahí tenemos algunos aspectos que es importante destacar: el primero de ellos es la nacionalización, ya que recién a partir de 1881 se transforma en nacional. El segundo tiene que ver con la modernización de los aspectos legales a través de la aparición de nuevas leyes educativas. El tercero tiene que ver con la reorganización de la estructura universitaria que se cristaliza con la sanción de la primera ley universitaria nacional, conocida con el nombre de Ley Avellaneda, y que permite una nueva reorganización estatutaria. Digamos que la estructura que conocemos nosotros en la actualidad es en realidad el resultado de estos procesos que se dan en la década de 1880.
Años de reformas
- ¿Qué discusiones se suscitaron a partir del comienzo del siglo XX dentro de la UBA y cómo impactó la Reforma Universitaria?
- Cuando uno mira las discusiones académicas, los diarios y las revistas culturales de la época lo que encuentra es una cierta insatisfacción con las características del modelo universitario. La Universidad en esos años está muy cuestionada, especialmente, por el carácter utilitarista. Es una enseñanza destinada casi exclusivamente a formar médicos, abogados e ingenieros. Es un sistema universitario que tiene poco compromiso con la creación cultural, con las humanidades y también con el desarrollo científico, en términos generales. En el caso de la UBA, la creación de la Facultad de Filosofía y Letras, en 1896, responde a esos nuevos desafíos. En paralelo a esto se da la aparición de un movimiento estudiantil que empieza a tomar forma y a definir sus reivindicaciones de carácter gremial. Este es un fenómeno que se visibiliza en la UBA a partir del año 1900. Nacen los centros de estudiantes de Derecho, de Medicina y más tarde de Filosofía y Letras e de Ingeniería. Ahí hay una disputa muy clara con quienes controlan la universidad porque esos sectores, que manejan los consejos académicos, tienden a tomar una serie de medidas restrictivas en relación a todo aquello que está vinculado al desarrollo de las carreras universitarias por parte de los estudiantes. Toman decisiones cuestionables con los exámenes y sus turnos, y medidas muy arbitrarias en los procesos de designación de las ternas para la selección de los profesores. El movimiento estudiantil en Buenos Aires se construye contra esas determinaciones arbitrarias y logra provocar una primera reforma de los estatutos en 1906.
Esta primera reforma permite que los integrantes de los consejos que gobiernan las facultades ya no sean vitalicios ni se autoseleccionen para cubrir las vacantes, sino que sea el cuerpo de profesores, reunido en asamblea, quien elija a los sucesores. Lo que implicaba delegar, indirectamente, el gobierno de la facultad en el cuerpo de profesores. Esto hizo que los conflictos dentro de la UBA fueran mucho más tenues a partir de 1906 y que la Universidad funcionara de una manera mucho más armónica. Este proceso es el que no se dio en Córdoba y es lo que explica por qué la reforma comienza allá. En Buenos Aires, los nuevos estatutos de la Reforma de 1918, que incluían la participación estudiantil en la elección del gobierno universitario, se recibieron de una manera menos conflictiva de lo que había sucedido en Córdoba.
La Reforma recuperó muchos de los reclamos que venían haciéndose desde finales del siglo XIX y principios del siglo XX sobre la Universidad. Por ejemplo, la creación de institutos de investigación a partir de finales de 1910 es un aspecto fundamental de la historia universitaria en esa etapa. Bernardo Houssay reorganizó el Instituto de Fisiología de la Facultad de Medicina a partir de 1919, y allí hizo gran parte de las investigaciones que le permitieron luego obtener el Premio Nobel de Medicina. La Reforma también hizo otras cosas: instaló una vida política y una vida electoral distinta de la que existía hasta ese entonces. La volvió mucho más plebeya, más democrática, más participativa de lo que era hasta ese momento.
- ¿Cómo se amoldó la UBA a la sociedad de masas de mediados del siglo XX?
- Acá hay que destacar que cuando el peronismo llega al poder lo hace con la oposición de gran parte de la comunidad universitaria. Llega en medio de una serie de conflictos que se venían dando entre el gobierno militar del que surgió Perón y la comunidad universitaria, a partir de 1943. La contradicción entre libros y alpargatas lo que refleja es ese conflicto cultural de mediados de los años cuarenta. Lo que también hay que tener en cuenta es que el inicio de una cultura universitaria de masas en la Argentina se da en esos años. Había cerca de 45 mil estudiantes universitarios en 1946-1947 y 150 mil en 1955 cuando cae el gobierno de Perón como producto del golpe de Estado. Acá hay que destacar algunas cosas importantes: la primera es la gratuidad. Hasta ese entonces, la Universidad era pública pero arancelada. También hay que destacar la mejora de las condiciones de vida de la población, que le permiten a muchos padres no tener que enviar a sus hijos a trabajar en condiciones tempranas, sino mantenerlos para que terminen el secundario primero y se inserten posteriormente en el ámbito universitario.
También debemos tener en cuenta otro punto importante que es el proceso de feminización de la matrícula, que se empieza a dar con fuerza durante esos años. Esto hay que resaltarlo porque la Universidad era, con excepciones, un espacio mayoritariamente masculino.
Durante la mayor parte del gobierno de Perón, aun teniendo en cuenta el incremento de la matrícula y las transformaciones de esos años, el grueso del estudiantado es opositor al peronismo. Esto se nota también con el proceso que se da con la Revolución Libertadora. El cambio de mentalidad por parte de las clases medias, que conforman los estudiantes, con respecto al peronismo, lo vamos a encontrar a fines de los años sesenta y principio de los años setenta.
Tiempo de oscuridad
- ¿Cómo impactaron las sucesivas dictaduras dentro del ámbito universitario?
- Hay que entender el proceso de transformaciones que vive la Universidad en el periodo 1955-1966. A partir de 1957-58 hay un nuevo estatuto de la UBA, junto con un reordenamiento de las relaciones entre las universidades y el Estado. Se inicia así una pequeña edad de oro para algunas facultades que afecta principalmente a algunas universidades y departamentos, como es el caso de ciertas carreras de Filosofía y Letras, Medicina y Ciencias Exactas. Gran parte de la Universidad no se vio afectada por estos cambios que buscaron darle un perfil nuevo a la UBA. Esa renovación tenía por objetivo poner el desarrollo de la ciencia como una actividad prioritaria para la Universidad. Un intento por establecer un nuevo diálogo con la sociedad. Ahí hay factores de importancia como la política de extensión universitaria que deben ser tenidos en cuenta. Por ejemplo, la difusión de la producción universitaria a través de la creación de la editorial Eudeba ayudó a la búsqueda de romper con ese rol profesionalista que la UBA arrastraba de décadas anteriores.
Sin embargo, todos estos cambios se dan en un contexto internacional signado por la Guerra Fría y la Doctrina de la Seguridad Nacional. En el marco de esas doctrinas, las Fuerzas Armadas interpretan que la Universidad es el lugar en el que se asienta el enemigo interno. En paralelo, se evidencia un contexto de radicalización que afecta a sectores de los graduados y del movimiento estudiantil, y está muy asociado al fracaso del desarrollismo con la caída de Frondizi y a la influencia de la Revolución Cubana en ese contexto.
Un mes después del golpe de Estado de 1966, el gobierno de Onganía decide la intervención de las universidades. En la UBA, ese proceso es particularmente traumático porque las facultades, el día que se conoce el decreto, son ocupadas por estudiantes, profesores y graduados, y se produce un desalojo violento, particularmente fuerte en algunas facultades como Ciencias Exactas y Arquitectura. Este episodio queda en la memoria colectiva como “La noche de los bastones largos”. Los profesores que habían protagonizado esa etapa anterior de renovación y modernización deciden abandonar la vida universitaria e incluso irse del país. Ese hecho marca el fin del proceso de modernización que se había iniciado a mediados de los años cincuenta.
La dictadura autodenominada Revolución Argentina, que termina con esa experiencia de autonomía universitaria, tiene también dentro de sí algunas vertientes que intentan cierto proceso de modernización de la Universidad y del sistema en su conjunto. Es una modernización desde arriba, un proyecto autoritario, pero es un intento de modernización a través de la salida del esquema de facultades para pasar a un esquema departamental: pensar una manera distinta la articulación entre ciencia y sociedad, y fomentar la creación de nuevas universidades que se evidencia afines de los años sesenta y principio de los años setenta.
- ¿Qué pasa durante la última dictadura?
- La dictadura de 1976 es muy distinta: ahí no hay proyecto de modernización alguno. El intento principal es controlar estrictamente la Universidad; se aspira a reprimir de manera feroz todo tipo de disidencia política o ideológica (más en unas facultades que en otras) y lo que busca es achicar el sistema universitario. La intención principal es reducir el número de estudiantes, y lo hace, por ejemplo, con el cierre completo de la Universidad Nacional de Luján.
Se comienzan a aplicar una serie de políticas restrictivas como la de cupos de ingreso y la de aranceles. El arancelamiento se aplica en todo el país, pero es particularmente severo en las universidades más grandes, la de Córdoba, la de La Plata, pero fundamentalmente la UBA. Además, saca la investigación científica de la Universidad y la traslada a instituciones extra universitarias. Así, refuerza las tendencias profesionalistas.
- ¿Qué cambios se producen con la recuperación de la democracia?
- En este periodo se busca recobrar el funcionamiento institucional a través de la recuperación de la autonomía universitaria; recuperar el cogobierno y el protagonismo de los tres estamentos que históricamente habían dirigido a la Universidad: estudiantes, graduados y docentes; y restablecer el funcionamiento de los centros de estudiantes y la actividad gremial que había estado prohibido durante toda la etapa de la dictadura. Pero también hay una transformación muy importante y acelerada que vivió la Universidad durante esos años, que es el crecimiento de la matrícula. En 1983 había cerca de medio millón de estudiantes universitarios en la Argentina, aproximadamente un 80 por ciento en el sector público y 20 por ciento en el sector privado, con 27 millones de habitantes. Hoy tenemos cerca de 45 millones de habitantes y los estudiantes superan los 2 millones. Estos números ayudan a pensar la magnitud del esfuerzo que se hizo para incorporar a todos esos jóvenes dentro del sistema universitario, y debe ser pensado como uno de los grandes logros que nos deja la democracia. Ha sido un proceso extremadamente complejo y difícil.
La Universidad de Buenos Aires ha tenido un papel central en el proceso de ampliación de la matricula facultativa. Argentina tiene cerca de 57 universidades públicas, un número un poco mayor de universidades privadas, pero la UBA tiene casi 300 mil estudiantes. El peso que ha tenido la UBA en la reconstrucción de la Universidad con la vuelta de la democracia ha sido absolutamente fundamental: es el actor principal del sistema.