A propósito del documento “Diez motivos para invertir en Infraestructura del Cuidado”, Roxana Mazzola, Directora Nacional de Transparencia del Ministerio de Obras Públicas, establece relaciones entre los conceptos de infraestructura de cuidado y transparencia, pandemia, feminismos y discusiones que van tomando volumen global.
- Qué se discute hoy en materia de cuidado?
- El cuidado es un pilar del bienestar, en proceso de consolidación como derecho a partir de la lucha de los feminismos. Todas las personas demandamos cuidado en alguna instancia de nuestra vida, pero la carga que implica proporcionarlos es desigual y recae especialmente sobre las mujeres y las infancias. Históricamente, en especial en América latina, se resolvió al interior de las familias. La discusión actual es el rol del Estado y sus múltiples beneficios. La inversión en infraestructura del cuidado es una respuesta duradera, que sintoniza con las necesidades reales de una parte de la población y es de difícil reversión ante un cambio de ciclo político.
- ¿El documento es un trabajo interministerial?
- El documento fue producido entre la Dirección Nacional de Transparencia del Ministerio de Obras Públicas y la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género del Ministerio de Economía y también se nutrió de aportes de la Dirección Nacional de Políticas de Cuidado del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad. Se involucraron tres ministerios porque la preocupación por los cuidados atraviesa toda la administración nacional. El enfoque interdisciplinario, la diversidad de aportes y miradas, le da mayor volumen y riqueza. Es un debate económico y político, pero también de disputas de sentidos y justicia social. El Ministerio de Obras Públicas tiene un rol central en fortalecer la infraestructura del cuidado y esto lo plantean el presidente Alberto Fernández y el ministro Gabriel Katopodis.
- ¿Cómo llega esta demanda al sector público?
- El trabajo doméstico y de cuidados no remunerado es un andamio invisible que sostiene el conjunto de la economía desde siempre, pero ha colapsado a partir de la pandemia. Muchos Estados asumen que esta emergencia de cuidados, tan grave y atendible como la sanitaria o la económica, es también una oportunidad. La oportunidad de brindar una respuesta pública a un problema estructural, una respuesta que mejore la calidad de vida y el acceso a derechos tanto de los y las que necesitan cuidados -niños, niñas, adolescentes, adultos mayores, personas con discapacidad-, como de quienes los brindan -mujeres y niñas en particular-, y a la vez genere un shock distributivo que impulse una espiral virtuosa a partir de generar empleo e ingresos en sectores más afectados. Es un tema que debe discutirse abiertamente como ocurre ya en otros países. Miradas ortodoxas pueden considerarlo un gasto. Nosotros entendemos que es una inversión, que es un tema de equidad y que el contexto actual no permite miradas ortodoxas. Además, es un paso bastante coherente con nuestra historia reciente.
- ¿En qué sentido?
- Nuestro país ya cuenta con transferencias sociales para apoyar los cuidados, como las Asignaciones Familiares y la Asignación Universal por Hijo, pero aún falta profundizar en la infraestructura del cuidado. Éste último debe ser un elemento sustantivo a fortalecer en nuestro Estado de Bienestar. Las brechas de inversión en infraestructura del cuidado son enormes. La Cepal, OIT, Unicef, ONU Mujeres y otras instituciones del sistema de Naciones Unidas han tomado la agenda de los feminismos y consideran las brechas de género, en la niñez y juventudes en el acceso a derechos y a la equidad. Es central en esta agenda avanzar en la Infraestructura del Cuidado. Un sistema público de cuidado sería una gran reparación desde lo ético y un impulso redistributivo desde lo económico. Claro que eso requiere una infraestructura adecuada, empleos de calidad en construcción, mantenimiento y atención.
- ¿Cómo se relacionan la economía del cuidado y la transparencia?
- En la Dirección Nacional de Transparencia entendemos que dar lugar a un nuevo paradigma de la transparencia es mucho más que la ausencia de corrupción, es gobernar para resolver las necesidades de la ciudadanía, comenzando por quienes viven en las condiciones más desiguales e injustas. Es decir, dotar a la obra pública de rostro humano. Esto nos obliga a ser certeros en cuanto al tipo de intervención y su localización. Para ello hemos producido una serie de informes y documentos, y herramientas concretas como índices para la localización de la inversión, así como apoyado técnicamente a las áreas sustantivas del Ministerio de Obras Públicas en el diseño de nuevos programas como el de Infraestructura de Centros de Desarrollo Infantil, y el de Infraestructura del Cuidado. Un trabajo que no es sólo para visibilizar la brecha, sino para que las políticas públicas partan de bases estadísticas sólidas y así maximizar su impacto.
- ¿Cuál sería el camino crítico a seguir?
- El primer paso es la construcción de 300 Centros de Desarrollo Infantil (CDI) y la amplificación del alcance de esta política. Para decidir el emplazamiento de cada obra, desarrollamos un Índice de Primera Infancia (IPI), que pondera aspectos sociales y demográficos. Este aporte metodológico, que redujo sensiblemente el margen de discrecionalidad, fue posible en el marco del Programa de Monitoreo y Evaluación de Políticas Públicas que coordina la Dirección Nacional de Transparencia. Las siguientes etapas contemplan desarrollos de centros similares para jóvenes, que requerirán también índices específicos. La obra pública debe presentarse allí donde hay necesidades y acompañarlas.
- ¿Cuáles son los 10 motivos para invertir en infraestructura del cuidado?
- Las razones que enumera el documento son las siguientes
1. Multiplica oportunidades, al generar empleo de construcción, mantenimiento y atención y brinda mayor tiempo a las mujeres que cumplían tareas de cuidado no remunerado.
2. Genera cambios duraderos puesto que es una respuesta pública que corta la espiral de feminización de la pobreza.
3. Garantiza el derecho al cuidado y desarrollo infantil.
4. Reduce brechas de género porque la distribución de tareas de cuidado entre mujeres y varones es de tres veces a una.
5. Reduce la pobreza de tiempos al liberar cuatro horas diarias a cada persona que antes realizaba tareas de cuidado.
6. Reconoce el valor de los cuidados, reafirmando así que el cuidado es un trabajo.
7. La pandemia agravó la crisis de los cuidados, por caso las tareas de acompañamiento escolar recayeron básicamente en mujeres.
8. Visibiliza el aporte económico de este tipo de tareas, representando esta actividad casi 16 por ciento del PIB.
9. Implica justicia distributiva.
10. Tiene un alto impacto en la economía de mujeres y diversidades al constituirse en un motor económico.
* Director de Investigación de Clacso.