El problema que sigue es una adaptación libre (como verá dentro de un par de párrafos resulta ser muy muy libre mía) sobre un escrito del famosísimo economista inglés John Maynard Keynes. La obra completa de Keynes es considerada como seminal y referencial. Obviamente, yo no solo no soy un experto en economía sino que tome cualquier opinión que aparezca acá abajo, como una no educada. Sin embargo, el caso que quiero ofrecer acá me parece espectacular y dice mucho más sobre el comportamiento humano que sobre cualquier teoría económica. Verá también que todo lo que hace falta es pensar... y encima, en algo que realmente vale la pena por las implicaciones que tiene en la vida cotidiana. En todo caso, después de leer el texto, haga usted su propia versión libre.
El trabajo al que voy a hacer referencia está en el capítulo 12 del libro “The General Theory of Employment, Interest and Money” (“La Teoría General del Empleo, Interés y Dinero”) que Keynes (1883-1946) publicó en el año 1936. Sígame por acá y verá qué interesante.
Suponga que una compañía que fabrica autos, decide hacer un concurso en la Argentina de manera tal que el ganador se llevará un auto. La fábrica decide promocionar su marca publicando, durante todos los días de una semana, una página completa en todos los diarios nacionales.
¿Qué hay en la página? En esa página, figuran los nombres, acompañados por una foto, de treintafutbolistas argentinos que estén jugando en el país. Me voy a tomar una licencia en cuanto a los nombres de los jugadores pero usted verá que eso no afectará en nada el objetivo del texto.
Si una persona quiere participar en el concurso, lo que tiene que hacer es poner dentro de un sobre, el nombre del jugador que esa persona considera que es el mejor de esa lista de 30. Se permite un solo voto por persona y, para garantizar que nadie participe más veces, dentro del sobre deberá figurar el número de documento del participante.
El concurso durará nada más que un mes (digamos, durante el mes de agosto del año 2021). Una vez que está cerrado, el primer día de septiembre del mismo año, se abrirán todos los sobres ante un escribano y se hará una lista del número de votos que obtuvo cada jugador. Salvando un potencial empate (que definirá el presidente de la compañía), habrá un jugador ganador. Después, se juntarán todos los sobres de los participantes que votaron por ese jugador, y el presidente elegirá uno de los sobres. Esa (o ese) participante se hará acreedor al auto. ¡Y listo!
Pregunta: En la situación hipotética de que usted quisiera participar, ¿cómo jugaría a este juego? ¿Qué haría? (la/lo dejo pensando un instante).
Claro, quizás usted se está preguntando "¿qué es lo que tengo que pensar?" Bueno, uno podría no pensar nada y directamente incluir en el sobre el nombre del jugador que uno cree que es el mejor, anotar su número de documento para garantizar su (la suya) identidad, y nada más. Y si usted hace eso, estará muy bien. Suponga que su jugador favorito es Ponzio, el jugador de Ríver. Usted, ¿votaría por él?
Por supuesto, si usted quiere que su voto "cuente" y que la gente sepa que usted lo cree el mejor jugador (entre esos 30), vote por Ponzio y listo. Sin embargo, quizás a usted no le interesa tanto que su opinión sea tenida en cuenta y lo que preferiría sería ganar el auto, ¿no es así?
Supongamos que en la lista figurara Riquelme. En ese caso, la idea sería no votar por Ponzio, sino votar por el jugador que usted cree que es el jugador favorito de la mayoría -Riquelme- el jugador de Boca (suponiendo que todavía siguiera en actividad). ¿Por qué? Es que si usted quiere aspirar a ganar el auto, usted intuye que la única manera de que su sobre quede en la pila entre los que se va a elegir el ganador del auto, es preferible que ponga a Riquelme y no a Poncio. En resumen: no importa (para ganar el auto) lo que usted piensa sobre cuál es el mejor jugador, sino lo que ‘usted cree’ que la mayoría va a pensar que es el mejor jugador (Riquelme) y escribir ‘Riquelme’ en el sobre. En algún sentido, sería como ‘no tirar el voto’. El precio que paga, es que usted se ve forzado a traicionar sus principios (dicho en forma exagerada, claro está).
Pero es acá donde empieza otra historia. Uno podría sofisticar el análisis un paso más. ¿Cómo? Imagine que no es solamente usted quien decide votar usando esa estrategia, sino que usted conjetura que la mayoría de los otros votantes harán lo mismo que usted ¿Cómo sería eso? Es que si la mayoría usa esa estrategia, podrían concluir que si bien ellos votarían por Riquelme, advierten que ese voto sería un voto -digamos- emocional, y no racional, y terminarán votando por lo que ‘cada uno de ellos cree que la mayoría de los votantes va a elegir’. Es decir (aunque parezca un trabalenguas): usted tendría que pensar lo que usted “cree” que la mayoría de los otros participantes “cree” que la mayoría va a pensar.
En ese caso, lo que podría suceder es que esa ‘mayoría’ en lugar de votar por lo que querrían (Riquelme) terminen votando por Pablo Aimar (el exjugador de Ríver, por elegir un ejemplo cualquiera). Por lo tanto, no alcanza(ría) con pensar qué es lo que van a votar los otros, sino que uno debería ser capaz de intuir qué es lo que la mayoría de los otros participantes creen que la mayoría van a pensar, y por ende votar a ese jugador.
Como escribí más arriba, y antes que me lo señale usted, yo advierto que es tentador pensar que esto es una suerte de ‘trabalenguas’, pero si le dedica un rato, verá que no es así. De hecho, sus posibilidades de ganar el auto ‘aumentan’ si usted fuera capaz de intuir correctamente el pensamiento de la mayoría de las personas que participan.
A esta altura, yo voy a parar, aunque este nivel de sofisticación podría continuar. Por supuesto, lo interesante de esto es que -naturalmente- Keynes no escribió el capítulo 12 de su libro pensando en jugadores del fútbol argentino. Lo que sí hizo fue tratar -por ejemplo- de describir cómo él creía que funcionaba “la bolsa o el mercado de valores en Gran Bretaña”. Keynes subrayó que no se trata de comprar acciones de una compañía porque usted “cree” que la compañía es buena y por lo tanto, la acción va a aumentar. Eso está bien, pero sería como votar por Ponzio. En realidad, lo que usted debería (o podría) hacer, es deducir qué es lo que usted “cree” que suficientes personas van a suponer cuál o cuáles compañías son buenas, y por lo tanto van a comprar las acciones correspondientes, y ante mayor demanda, eso hará subir el precio. Y así siguiendo. “Esas” serían las acciones que usted tendría que comprar.
En todo caso, este es un ejemplo más de que no todo es lineal ni tan trivial como parece. Si el objetivo suyo era ‘enseñarle a todo el mundo que Ponzio es el mejor jugador’, hace bien en votar por él, de manera tal que cuando se haga el recuento final, Poncio aparezca en la lista con al menos un voto.
Pero si su objetivo es ganar el auto y usted cree que la mayoría de las personas no coinciden con su percepción, le conviene votar por Riquelme. Pero si usted sospecha que los otros participantes (o una porción mayoritaria) hará el mismo análisis que usted, le conviene entonces…. (le dejo a usted la oportunidad de completar la oración como la/lo haga sentir más cómoda/o. [1]
[1] Votar por Riquelme sería el primer nivel de ‘sofisticación’. El segundo, sería tratar de anticipar qué jugador de la lista, los otros participantes creerán que los otros participantes van a elegir. Keynes escribió en su texto: “uno tiene que dedicar su inteligencia en anticipar lo que el promedio de los participantes supondrá cuál será el promedio de las opiniones de los participantes”. Y así siguiendo. Naturalmente, uno puede seguir avanzando de nivel en forma indefinida.