Hace un mes, Cuba acaparó las miradas del mundo entero: el 11J fue tendencia en las redes y también hubo quienes aprovecharon la oportunidad para generar noticias falsas y tirar más leña al fuego. No es la primera vez que esta isla revolucionaria, que para muchxs representa el último bastión del socialismo y para otrxs lo que queda para terminar de derrotar cualquier resistencia al imperio, llama la atención en todos lados.
Sin embargo, pasadas unas semanas de las protestas, el tema quedó en el olvido y el silencio que devino después de tanto ruido no hace más que aumentar el misterio: ¿Cuánto hubo de artificio y cuánto de realidad en la narración de los hechos? ¿Qué ocurrió verdaderamente y qué está sucediendo ahora en Cuba?
“Los días siguientes al 11J fueron muy difíciles, porque el impacto que significan estallidos sociales en un país donde la tranquilidad nos rodea desde el amanecer hasta la madrugada es muy fuerte. No estamos acostumbrados a la violencia, al vandalismo, ni a mucho menos”, dice la periodista Maribel Acosta, una de las tres mujeres cubanas residentes de la Isla que dialogaron con Página12.
La escritora habanera Zaida Capote también expresa: “Hacía rato que en Cuba se advertía una polarización extrema en las redes sociales y un esfuerzo de deslegitimar al gobierno usando el argumento de la violación de derechos humanos, esgrimido con frecuencia por personas que viven en países donde habitualmente se violan estos derechos sin que eso los perturbe en absoluto”.
Según Capote, las redes sociales y los intereses externos fueron dos factores claves en lo ocurrido: “Con el apoyo de agencias de EE.UU. se está buscando caldear los ánimos en la Isla, poner en jaque perpetuo cualquier propuesta gubernamental y activar un acoso internacional. El registro del 11J (protestas de dos días con una alta dosis de vandalismo, violencia policial que apeló solo como excepción a las armas y en ningún caso armas largas, y la lamentable muerte de una persona) ha sido una noticia que en cualquier país de Latinoamérica se hubiera diluido al día siguiente, pero al ocurrir aquí todo se ha magnificado por los grandes medios de comunicación para crear un escenario virtual que logre confundir a la gente”.
La escritora, sin embargo, no justifica con esto arbitrariedades al interior de Cuba: “Hace rato que sufrimos un déficit crónico de escucha y acción política que es una de las principales causas de esta encrucijada”. Y explica que las manifestaciones se debieron también a las angustias económicas, las tensiones de la pandemia, el malestar acumulado y las malas decisiones políticas frente a determinadas urgencias de la sociedad.
Acosta coincide: “Las olas de odio en las redes sociales han sido realmente terribles, pero en Cuba también existe un agotamiento social, emocional y de desgaste de la vida cotidiana que lleva muchos años”.
El bloqueo
Este desgaste no se puede analizar sin tener en cuenta el gran bloqueo de EEUU desde hace 59 años, ni la situación límite a la que Trump llevó el conflicto durante su mandato: “Las 250 medidas de Trump contra Cuba han generado un agotamiento enorme en todo el pueblo y esto también se ha articulado con lo sucedido”, dice Acosta.
Capote aporta: “En esos años la incapacidad de un diálogo civilizado de la emigración cubana con quienes convivimos se hizo cada vez más evidente, y en las redes y la práctica diaria, con el apoyo desembozado del gobierno trumpista, se fue volviendo cada vez más fuerte la interpelación violenta a las autoridades cubanas. La intensificación del bloqueo y la persecución financiera llevó a extremos inéditos la carencia de vías para conseguir insumos básicos para la vida de la gente, y ese discurso ha calado profundamente incluso en emigrados que se relacionan con sus familiares en Cuba”.
El cambio de mando en EEUU no modificó la situación: “Biden no ha contradicho en nada los elementos fascistas que promueven el odio extremo y aspiran a matar de hambre a todos los cubanos. Esto sumado a la pandemia y a la crisis general que atravesamos, incluyendo el desplome del turismo, ha provocado cada vez más asfixia”, asegura Capote.
Pandemia
La historiadora Latvia Gaspe vive en las afueras de La Habana y se sorprendió al ver el 11J por la TV y las redes sociales. “Sabía que existía un sector de la sociedad que no estaba conforme con el gobierno pero nunca pensé que se podía llegar a eso”, cuenta, y aclara que si bien los acontecimientos se produjeron en varios lugares, particularmente en La Habana surgieron de una parte de la ciudadanía: “Es un sector algo marginal con mayoría de jóvenes que viven como pueden en la ciudad, muchos vienen del interior y no tienen acceso al racionamiento de los alimentos que el Estado garantiza”.
Para esta historiadora la pandemia también fue clave: “Se cerraron las remesas y eso les afectó porque muchos no trabajan y viven de lo que sus familias les envían. También tuvieron que dejar la vida social y empezaron a pasar más tiempo en las redes, donde la manipulación de grupos opuestos al gobierno es muy fuerte”.
“Hay que tener en cuenta que estos jóvenes no vivieron la Cuba de los ‘80”, aporta Acosta. “Están más distantes de la epopeya de la revolución y pertenecen a un mundo global de fracturas, identidades y expectativas de las nuevas generaciones donde los modos de hacer política son muy distintos. Por eso tenemos que mirarnos por dentro con espíritu de crítica, porque hoy las miradas sobre cómo pensar la política desde la cultura, las identidades y la demanda de una mayor articulación social quedaron bastante desactualizadas”.
Luego del 11J no hubo más manifestaciones y la situación en Cuba se calmó bastante. Varios países colaboraron enviando comida y material médico, y se está repartiendo un módulo de alimentos a cada persona por la libreta de abastecimientos.
Para Capote ahora es el momento de que su sociedad empiece a resolver las cuestiones pendientes: “Tenemos que refundar el socialismo y rescatar a la Revolución de sí misma, porque difícilmente habrá otra. Algo que quedó muy claro ahora es que eso solo puede suceder movilizando al pueblo, pero este no va a movilizarse con consignas, va a exigir según sus necesidades y sueños, y el gobierno tendrá que escuchar y actuar en consecuencia”.
El rol de los medios
¿Qué medidas hay que aplicar para lograr esto? “El gobierno tiene que visibilizar el pensamiento crítico, discutir abiertamente los problemas y sincerar la comunicación con el pueblo. Es urgente revisar el rol de los medios de comunicación por ejemplo, ya que hoy son una sombra de lo que deberían ser y no reflejan la complejidad que es Cuba”, responde Capote, para quien también es fundamental feminizar la política y potenciar redes para defender los derechos.
“Hay que dar la batalla desde lo social, lo económico y lo político, porque quienes jamás se ocuparon de los pobres en Cuba son los más combativos en los medios y las redes, quienes no levantan su voz contra el bloqueo acusan al gobierno cubano, que hace malabares para proveer el mínimo a todos, de ser el responsable absoluto de la crisis. Y ni el gobierno del país que nos sofoca ni ninguno de los patriotas que encienden las redes van a solucionar nuestros problemas ni a arriesgar algo por las vidas de los humildes.”
Cuba es uno de los únicos países donde existe una renta básica para combatir la pobreza, los servicios de educación y salud son gratuitos y cada persona tiene una libreta de alimentos, pero este último tiempo la calidad de todos esos servicios ha disminuido. Sin embargo, el gobierno cubano que llegó al poder en 1959 fue el único que se propuso minimizar la desigualdad con políticas públicas. Por eso para Capote resulta fundamental discutir cuáles serán las vías para impedir que la desigualdad crezca y así poder recuperar el aliento de justicia de la Revolución: “Este 11J no solo vimos reclamos justos y legítimos, sino también, y de manera muy clara, lo que quieren lograr quienes combaten a Cuba”.
A un mes del 11 de Julio resulta por demás evidente que las voces de quienes combaten a Cuba son cada vez más grandes y reconocibles, porque cuentan con el poder y los medios de sobra no solamente para ser oídas, sino también acatadas. Pero desde hace mucho tiempo que esta isla lucha por no someterse a eso y que ha dado batalla en los márgenes de un sistema que nunca dejó de oprimirla. Tal vez ya sea el momento de que las voces revolucionarias siempre tan silenciadas puedan finalmente empezar a ser más escuchadas.