Misivas para un futuro distante

Durar mil años es la meta que persigue un flamante libro creado por una agencia creativa vietnamita, Ki Saigon, gracias al material que compone todas y cada una de sus páginas: plástico. Reciclado, valga la rauda aclaración... “Nos asociamos con vecinos que trabajan recuperando y reutilizando residuos plásticos de las calles de Vietnam para reunir el material base que necesitábamos, desde bolsas hasta cajas de poliestireno”, desanda el proceso la mentada firma, que no ha aunado en el ejemplar las palabras más bellas jamás escritas a modo de eterna antología. Lo cual no quita que las líneas que reúne su libro no sean significativas: se trata, después de todo, de más de 300 cartas de personas de 22 países, que fueron juntadas en el curso de los últimos cuatro meses de distintos puntos del globo: desde Australia hasta Colombia, desde India hasta Israel, desde Japón hasta Sri Lanka, desde Vietnam hasta Argentina, Bélgica, Estados Unidos, etcétera. “Les pedimos a conocidos/as que escribieran una epístola a sus tataranietos porque encontramos el modo de preservar sus misivas para la posteridad, por mil años”, remachan los muchachos de Ki Saigon, que ficharon a expertos en materia de reutilización en pos de fusionar cada letra, convertida en serigrafía, impresa a mano individualmente “para conservar la letra original del autor”. “Este tomo es una síntesis de polos opuestos, el negativo y el positivo. Por un lado, muestra optimismo, esperanza y compasión por el futuro del planeta. Por otro lado, muestra el detrimento permanente de nuestras acciones cuando se trata del plástico de descarte”, anotan a consciencia quienes han puesto el ejemplar a disposición de quienes gusten exhibir lo que, entienden, es una obra de arte con sustancia, que mira el vaso medio lleno sin desatender la crítica situación medioambiental.

Pasarle el trapo a Arturito

De un tiempo a la fecha, uno de los coletazos del revival noventero ha sido el regreso de aquellas afamadas mascotas electrónicas que, hace más de dos décadas, engancharon a una generación que supo darles cariño, alimento, etcétera, para evitar que protestaran o –el drama supremo– que estiraran la patita virtual. Con su forma ovalada, los famosos Tamagotchi viven el auge por todo lo alto, como demuestra una flamante alternativa, recientemente anunciada. Ocurre que el fabricante detrás de los bichos, la empresa Bandai, ha avisado de una ramificación (más) de su producto, pergeñada en sociedad con Disney: la variante R2-D2, Arturito para los amigos, el famoso droide astromecánico que siempre andaba de colegueo con C-3PO y sirvió fielmente a Luke Skywalker, entre otros personajes de la saga Star Wars. La expansión convierte al entrañable y sofisticado robotito en chiche con forma ovalada, que viene de una galaxia muy, muy, muy lejana para entretener con cierto grado de compromiso. Finalmente, como cualquier otro Tamagotchi, el juego requiere entrenar, limpiar y cuidar de R2-D2, y un descuido prologado conlleva un riesgo fatídico: avisan los creadores que significaría que el droide sea arrebatado por los jawas, humanoides que -como es harto sabido- son chatarreros experimentados, peinando los desiertos de Tatooine al acecho de lo que puedan llevarse para su molino. Por lo demás, se puede entrenar a la “mascota” intergaláctica para que adquiera 19 habilidades, y si bien no hay deposiciones que levantar, la llamada de la naturaleza se manifiesta en forma de polvo: si no se le pasa un trapo, la queja no tarda en llegar. El modelo, adelantan las firmas, tendrá aspecto retro, el tradicional, con los característicos tres botones para interactuar con un droide que recién conocerá a sus nuevos dueños a partir de noviembre de este 2021. “El R2-D2 Tamagotchi es de bolsillo, por lo que es fácil emprender cualquier aventura, sin necesidad de un X-wing”, aclaran desde las filas de Lucasfilm, por si las mosquitas.

Salto con los pies en punta

“¿El comienzo de una nueva carrera?”, siembran el germen de la duda medios franceses al contar –con palpable entusiasmo– que el artista Thomas Bangalter, ex Daft Punk, tendrá un inesperado retorno a la escena musical: como compositor de un ballet del coreógrafo Angelin Preljocaj, a estrenarse el año próximo en la Ópera Nacional de Bordeaux. Así lo ha informado la propia institución, adelantando que la cita será en julio de 2022, y que la pieza llevará por nombre Mitologías. Han dicho, además, que durará hora y media, y que contará con 20 bailarines/as en escena que pondrán el entrenado cuerpo a esta “exploración sobre los rituales contemporáneos y los mitos fundadores que dan forma al imaginario colectivo”. “¿No es la danza –el arte de lo indecible por excelencia– la mejor manera de poner al descubierto nuestros miedos, nuestras ansiedades, nuestras esperanzas?”, postula el consagrado Angelin, que según cuenta Olivier Lombardie, administrador general de la Ópera, “ya había colaborado con Daft Punk y le propuso a Bangalter este proyecto hace –por lo menos– un año y medio”, mucho antes de la sorpresiva disolución del célebre dúo francés que completara Guy-Manuel de Homem-Christo, responsable de imperecederos éxitos planetarios como Harder, Better, Faster Stronger, Get Lucky, Da Funk, One More Time, Around the World... “Thomas estaba queriendo cambiar de registro, de emprender un nuevo camino, de arrimarse a la orquestación sinfónica, y tras recibir la invitación de Preljocaj, rápidamente se puso manos a la obra, acercando composiciones que han ido creciendo y que nos tienen a todos francamente encantados. Cumplen con creces nuestro cometido: romper fronteras, quebrar códigos instalados, con el bonus –esperemos– de atraer a una nueva audiencia al ballet”, suma Lombardie.

El disco más enigmático suma un capítulo

Aunque la historia cuenta con todos los elementos para parecer un tanque hollywoodense, no se trata de un thriller blockbuster. Aquello de que la ficción palidece en comparación a la realidad se confirma con un relato que incluye: un malo de película, una conspiración farmacéutica, un grupo de raperos, un cofre secreto de plata y níquel con tesoro musical. Más de un almita memoriosa recordará el asunto: en 2015, el inescrupuloso empresario Martin Shkreli -tenido por “el hombre más odiado del planeta” tras haber comprado la patente de un droga para tratar el sida y aumentar su precio en un cinco mil por ciento- se convertía en noticia por llamativa razón. Había desembolsado dos millones de dólares en una subasta por el álbum Once Upon a Time in Shaolin, del grupo rapero Wu-Tang Clan. Disco que, en sí mismo, dio mucho de qué hablar. Y es que, podrido de la piratería, el líder de la banda, el MC Robert Diggs, más conocido como RZA, había llevado a cabo un rimbombante plan: grabar un LP a prueba de contrabandeo, del que existiese solo una copia editada, borrando cualquier rastro sonoro previo. Seis años les llevó cocinar la obra, concebida como objeto de arte, que devino CD doble de 31 canciones, libro de casi 200 páginas, escrito a mano, encuadernado en piel. Además de ser guardado en una caja diseñada por un artista de élite marroquí, custodiada a sol y sombra, la música incluía colaboraciones de Cher, de jugadores de fútbol del Barcelona, de actrices; en fin, toda una excentricidad. Fanáticos de Wu-Tang Clan habían hecho una vaquita para hacerse del trabajo, pero sus modestos 16 mil dólares no pudieron competir con el abultado monto que ofreció Shkreli. Hecha la compra, por contrato, no estaba autorizado a comercializar el disco (por 88 años), pero sí podía publicarlo en forma gratuita, de desearlo. Evidentemente, el varón –que se regodeaba de su fama de villano– no compartió la exclusiva joyita, aunque filtró algunos segundos aquí y allá, jactándose de su adquisición. Jactándose además, para inri de los fans del grupo, de jamás haber escuchado con demasiado interés o atención la mentada obra. Lo cierto es que, al cabo de unos años, el fanfarrón Shkreli terminó tras las rejas por accionar fraudulento, y el misterioso disco –entre otros bienes confiscados– terminó siendo propiedad del gobierno de los Estados Unidos. Y aquí se actualiza la historia, que seguramente tenga más capítulos en un futuro: Once Upon a Time in Shaolin acaba de ser vendido por las autoridades norteamericanas a un comprador anónimo, por un monto no revelado. Algunos dicen que el flamante dueño de la pieza –que promete revelar su identidad en los próximos 30 o 60 días– podría haber soltado más de siete millones por el álbum; otros les retrucan que es imposible. Independientemente, subyace tremenda duda: ¿llegarán a los oídos del mundo los 31 tracks en condiciones? Oh, una intriga que no parece tener fin…