La incertidumbre de la crisis sanitaria no desaparece por distintos factores. Uno de los más importantes es la falta de predisposición de una parte de la población de los países desarrollados a vacunarse. En uno de los últimos relevamientos de la Universidad de Oxford se indica que en Francia cerca de un 30 por ciento de los habitantes no tiene ninguna intención de darse la vacuna. La cifra es similar en Estados Unidos (29 por ciento), Alemania (26 por ciento), Australia (26 por ciento) y Suiza (23 por ciento).
La situación provoca un problema colectivo debido a que permite que el virus continúe replicándose y da lugar a nuevas variantes con tasas de contagio que sorprenden a los principales expertos en virología. Es el caso de la Delta: varios países que hasta el momento habían mantenido bajo control la pandemia ahora debieron imponer medidas de aislamiento.
Se refuerzan las especulaciones de distintos tipos e incluso para algunos especialistas la crisis sanitaria no está terminando sino que se encuentra en una fase inicial. No es posible adelantar la evolución de la pandemia pero cada vez más analistas coinciden en que el coronavirus terminará instalado de la misma manera que ocurre con la gripe.
El problema social de no colaborar en los programas de vacunación es complejo. Los gobiernos pueden intentar controlar los viajes al exterior o el ingreso a espectáculos públicos exigiendo a los ciudadanos tener la doble dosis de vacunación. Pero la efectividad de estas medidas para convencer al 30 por ciento de escépticos no parece ser de corto plazo. El resultado es que se hace impredecible la capacidad para sostener la recuperación de las economías.
La economía real por un lado y el negocio bursátil por otro
En los mercados bursátiles del mundo desarrollado, sin embargo, las tensiones de la economía real siguen teniendo poco impacto. Las acciones de las grandes corporaciones continúan marcando picos semana a semana y la exageración del optimismo de los inversores se replica en distintos mercados como el de las criptomonedas. Bitcoin nuevamente se acerca a los 50 mil dólares y en el ecosistema de criptoactivos se vive una ola de ganancias.
Esta euforia permite esconder o al menos opacar eventos que muestran el nivel de burbuja en el que se mueven los mercados bursátiles. Algunos de los episodios recientes en Wall Street pueden pensarse como una señal de los problemas que pueden enfrentar inversores y grandes fondos de riesgo cuando se revierta el optimismo en las bolsas.
La quiebra de este año del gestor Archegos Capital Management es uno de los eventos más impactantes que dejan en evidencia los extremos que existen en el mercado de capitales y los problemas que puede enfrentarse ante cambios de humor de inversores. Algunos analistas lo ponen de ejemplo de las dificultades que le esperan a Wall Street.
Bloomberg publicó la semana pasada un informe completo con la historia de Bill Hwang, dueño de Archegos. En marzo perdió 20 mil millones de dólares en dos días y se ubicó en el podio de las personas que más rápido dilapidó su fortuna en el capitalismo. Por sus apuestas apalancadas y la mala racha en la elección de activos la caída fue inevitable.
Según el Financial Times, los principales acreedores de Archegos -que invertía con capital prestado- eran los bancos estadounidenses Goldman Sachs y Morgan Stanley, el banco de inversión japonés Nomura y la entidad suiza Credit Suisse.
Las entidades norteamericanos fueron las menos afectados por la quiebra mientras que la japonesa habría perdido unos 2000 millones de dólares y la suiza entre 4000 y 6000 millones. Ahora acusan a Hwang de ocultarles información y engañarlos con sus operaciones pero durante años le permitieron crear esa bomba de tiempo especulativa.