“Me dejo estar sobre la tierra porque soy el gozante. /El que bajo las nubes se queda silencioso. /Pienso: si alguno me tocara las manos/se iría enloquecido de eternidad”, estos versos son, claro, de Manuel J. Castilla, el poeta innumerable de Salta, que amaneció a la vida un 14 de agosto de 1918, en Cerrillos, y signó para siempre a la cultura local y latinoamericana.
De su árbol familiar se sabe que fue hijo de Ricardo Anselmo y Juana Dolores Mendoza Diez Gómez de Castilla. Se sabe además que fue bautizado Manuel José, como su abuelo, un político radical, porteño y revolucionario del 90. Sus orígenes en el país se remontan a Don Pedro de Castilla quien llegó al Río de la Plata a principios del 1700 en calidad de empleado de Hacienda de Buenos Aires y Bolivia, abuelo del Gran Mariscal del Perú Ramón Castilla, héroe de la Independencia Americana quien ejerció por tres períodos la presidencia de ese país y, entre otras obras fundamentales, abolió la esclavitud. Por línea materna descendía del coronel Diego Diez Gómez, teniente gobernador y capitán de guerra de Salta en 1690.
Este mapa detallado es parte de la crónica bibliográfica que publicaron el Fondo Editorial salteño junto con Eudeba, para el centenario del nacimiento del poeta, en 2018.
En consonancia con aquella celebración, que se reaviva cada 14 de agosto, este medio dialogó con Leopoldo “Teuco” Castilla, uno de sus hijos, que rememoró aquella experiencia: “fue un trabajo muy arduo, mucho más de lo que nos esperábamos. Tuvimos que hacerlo con mi hermano Gabriel, 'Guaira', como si fueran dos caminos paralelos entre la vida y una cronología de las publicaciones de todos los libros de mi padre para, de esa manera, ir viendo cómo se reflejaba la una en la otra, con una fidelidad muy reconocible”, apuntó.
Sobre esta extensa empresa, el escritor puntualizó que invirtieron dos meses en ella y que aún conservan material para posibles ampliaciones o relecturas. “Después, quedaron alrededor de 42 cajas en el archivo de mi padre, con datos y documentación muy importante, de otros escritores y originales de él que quedan ahí para, en algún momento, poner a disposición de los investigadores de alguna manera. Ya se verá”, declaró.
Por otra parte, humilde y sensible, el “Teuco” aseguró que aunque no puede decir cuál fue la importancia de su “Tata”, reconoce algo esencial en su labor: “ese canto a su tierra, que él quería mucho, conocía mucho, con la que tenía hondas raíces, fue una respuesta que además coincidió con una época en la que se reunieron otros creadores -músicos, pintores- que aparte de cantarle a la tierra del norte argentino, también fueron los primeros en entrar y llevar esa poesía hacia Latinoamérica cuando el resto del país miraba a Europa”, describió, al tiempo que enfatizó: “Esa fue una actitud que compartió no sólo con otros poetas sino con pintores y músicos, como el Cuchi Leguizamón, Juan José Botelli, César Fermín Perdiguero, lo que armó todo el movimiento que fue la Carpa. En los años 40 lo funda el gran poeta jujeño Raúl Galán. De él participaron escritores de distintos géneros del Norte argentino y fue un verdadero hito. Aunque ya la Tierra había empezado a ser cantada por Juan Carlos Dávalos, como bien reconoció mi padre”, aclaró.
En otro orden de cosas, lejos de una historia conocida, que es necesario revisitar y enaltecer, más allá de las páginas, el terreno de lo cotidiano se abrió paso en la conversación. Así, el creador de Generación terrestre y Teorema Natural, reconoció: “Yo me he criado en una casa donde existía una gran alegría. Había una especie de lema invisible que me ha acompañado toda la vida y toda mi infancia: la vida es hermosa”, compartió y agregó: “Mi madre también era una mujer con un espíritu muy delicado, muy refinado y realmente la poesía era permanente en la casa. Aparte de esto, mi padre tenía una enorme bondad para con la gente. Un hombre generoso, muy generoso, a veces en secreto, porque tenía esa delicadeza que se debe tener, lo mismo que mi madre. No podía haber sido más hermoso el pago donde comencé a arder la poesía”, concluyó
Poemas a mano, en forma de canción
Manuel Castilla es también autor de una producción de gran impacto y profundidad para el cancionero folklórico del país junto a compositores como “El Cuchi” Leguizamón, Eduardo Falú, Rolando Valladares o Ramón Navarro, entre otros. La Palliri, La Pomeña, El Silbador, Don Juan Riera, son solo algunos de los personajes que bailan entre inolvidables melodías.
Sobre ese aspecto particular escribió la poeta y docente salteña Marta Schwarz cuando, también con ocasión del centenario del nacimiento de Manuel, analizó los caminos folkóricos de su obra en un valioso libro.
En la contratapa de aquel volumen, Schwarz subrayó que las zambas, las cuecas y chacareras en Castilla son “una delicada forma de acercarse más su pueblo, de entablar un diálogo con todos. Con aquellos que tiene a su lado y reconoce celebrante; con los más lejanos, a quienes muestra generoso todo el pulso de su tierra; y también con los desconocidos, esos habitantes del futuro, a quienes les habla desde el tumulto barroco de los ríos y desde la celeste dulzura del tarco”.
Asimismo, la especialista señaló ante este medio que Manuel J. Castilla es el gran poeta de Salta, “aquel que en mis años de adolescencia me hacía soñar con las letras de las canciones que pasaban por la radio. A él no logré conocerlo nunca personalmente, pero sí a su esposa y a sus hijos. Me unen a ellos lazos de mucho cariño y me encargaron, para los 100 años de su nacimiento, que hiciera algo sobre la obra folklórica de Castilla. Me hubiera gustado poner allí las letras de sus canciones, para mostrar qué poéticas, qué hermosas, qué profundas son… pero bueno, no se pudo”, narró y comentó: “En este libro digo todo mi sentir y creo que ha sido una maravilla que pudiéramos, todos los argentinos y todos los de habla hispana, tener tan a mano poemas de Castilla en forma de canción”, cerró.
Finalmente, el poeta y periodista Antonio Requeni, opinó que el hacedor de Norte Adentro “fue un poeta celebrante, profundamente identificado con su provincia y con los hombres y mujeres que transitaron sus días. Fue y sigue siendo una de las voces más ricas de nuestro panorama poético. El esplendor verbal, la humanidad y la capacidad reveladora de sus imágenes establecen un íntimo y fecundo diálogo con todos los seres sensibles que se acercan a sus versos”, concluyó.
Así, este nuevo aniversario es una invitación a la lectura de sus versos, a la escucha de sus letras. En cada palabra suya, Salta y el Norte se expanden, se engrandecen. Y él vuelve, en los ojos negros de Eulogia Tapia, que se azulan, en los mineros y en las cartas que se queman. Manuel vuelve, como en El Gozante, cuando indica “Después, si ya estoy muerto, /échenme arena y agua. Así regreso” y en su milagro de estrofas, resucita.