A estas alturas del rock argentino existen miles de maneras de definir a Litto Nebbia. Su creador. Su mayor influencia, referencia, faro o guía. El que más en serio se tomó eso de derribar barreras con otros géneros, sobre todo con aquellos vinculados al campo nacional, musical y popular. O uno de ellos, en cada caso. Cómo fuere, éste no es el problema. O lo es menos que asociar al rosarino con Hüsker Dü. La comparación surge del chiste que hacía Ariel Minimal mientras grababa Acariciar el fuego, su flamante disco con Pez, en el estudio casero de Flores. “Son como canciones de Nebbia interpretadas por Hüsker Dü”, ríe.

Primera pista, entonces. Algún aire tendrá el vigésimo disco del trío, entre la impronta Nebbia y la banda de Minneapolis que grabó los notables Zen Arcade y New day rising promediando la década del ochenta. En principio –focalizando ya en los Dü- la cosa de trío bajo-batería-guitarra, formato base de Pez. Luego, un encare estético bastante inclasificable que podría capturar esencias zeppelinianas, psicodélicas y hardcore –todo mitad y mitad, claro- tanto como rebrotes de anchas franjas tipo Pixies-Smashing Pumpkins. “Nunca sé muy bien de qué trata un disco”, se sincera Ariel Gustavo Sanzo. “Quizás eso se pueda ver desde afuera, pero yo no logro verlo desde adentro del grupo, no tengo perspectiva. Para mí lo que hacemos es pura expresión… En este caso, es la colección de canciones del año pasado”.

Dos formas alternativas de revelar el misterio, entonces: buscar el disco en Spotify –en breve estará también en soporte CD- o, para tener una visión más completa, asistir al concierto retorno de la tríada que también pueblan el bajista Gustavo “Fósforo” García y el baterista Franco Salvador, este domingo 15 de agosto a las 19 en Obras (Libertador 7395). “Estamos esperando el show con mucha ansiedad, dado que estar tanto tiempo sin tocar no es algo natural para nosotros... ¡Hay abstinencia de escenarios!”, enfatiza el guitarrista, cantante, compositor e hincha de Huracán, con la cabeza solo puesta en el templo. Allí Pez no solo estrenará temas del flamante trabajo, sino también recreará algunas piezas del intenso acervo cosechado durante veinte discos y casi treinta años. “Entiendo este show como una celebración, en la que trataremos de mostrar desde este trío todas las facetas que supo mostrar en el transcurso del tiempo”, ratifica este obrero del rock que viene construyendo –y tirando- paredes sónicas no solo con Pez, sino también a través de varias bandas que signan su pasado, como Los Fabulosos Cadillacs, el trío con Flopa y Manza, el formidable cuarteto La Luz capitaneado por Nebbia, y –mucho más atrás- Martes Menta.

-¿Qué nivel de ansiedad manejan, entonces?

-Nivel 11, como en los Marshalls de Spinal Tap (risas). Además, este es el primer Obras de la banda... Recuerdo de ese lugar algunos shows emocionantes que vi ahí en mis años formativos, y ojalá pueda devolver algo de eso.

Otra llave posible para ingresar al nuevo trabajo es pensarlo en –y con- su contexto: la pandemia. En tal lío social, económico y cultural fue grabado, y a tal refiere una de sus canciones centrales: la poderosa y catártica “Cuarentena Blues”. Otros puntos altos del trabajo se detectan en la espesa “Viajando lejos para no volver”, en “Amanecer en Boedo” y también, más panorámicamente, en una sintonía estética con su antecesor Kung Fu, por supuesto ratificada por un Minimal que no esquiva la comparación. “Musicalmente no creo que Acariciar el fuego difiera mucho de Kung Fu. Ambos reflejan, de algún modo, nuestra lectura de la new wave”.

-¿Cómo sería esta analogía vista específicamente a través de “Hasta que no lo perdés, no lo extrañás”, otro de los temas fuertes de Acariciar el fuego?

-Tampoco creo tener respuesta para esta pregunta. No tengo un acercamiento racional a la composición de canciones, quiero decir. Sin embargo, y lo digo en el disco, creo que siempre escribí para mí. En este trabajo, creo, son todas canciones, en el sentido de que se podrían sostener solas con una guitarra en un fogón y sin problemas, porque así fue concebido.

-“Cuarentena Blues” remite a este período aciago provocado por la Covid. ¿Qué más tenés para decir acerca de los tiempos bravos para vos y para el mundo?

-Que "tener" un grupo siempre constó de tres instancias: componer, ensayar y tocar en vivo, y éste último año nos pudimos enfocar solamente en las dos primeras. De todas maneras, yo creo que ya estamos entrenados como para capear la pandemia.

-Otra brava dificultad que tuvieron que capear fue la denuncia por supuesto abuso durante una gira del grupo por la Patagonia, que recayó sobre Salvador en abril de 2018. En su momento, escribiste una carta abierta diciendo “Nos la pusieron en el medio de la cara y con los dientes rotos y la sangre chorreando nuestra sonrisa quedó bastante fulera”. ¿Qué sensación persiste hoy de aquello?

-Por supuesto que fue durísimo lo que tuvimos que pasar. Que te acusen de algo que no hiciste, y recibir semejante caudal de violencia fue algo horrible. No hay forma de que eso te resbale.

-Lo que es claro es que hubo un antes y un después para la banda. ¿Cómo fueron reponiéndose de eso, y de qué manera fueron “liberándose de la carga” para poder volver a tocar, componer, disfrutar de la música...?

-Puertas que se cierran y "listas negras"... Pasamos varios meses sin poder tocar en vivo. Nos sostuvo el amor de las familias y los amigos. Y nos salvó el tener bien claro que lo que nos mueve es la conexión con la música que hacemos, y el disfrute que esto nos genera. Es importante decir que nunca existió nada en lo judicial, sólo ruido en las redes y en los medios.