Un día cualquiera de fines de los años ’70, Héctor Chalar viajó desde Villa Urquiza hasta el centro. Entró a un local de la calle Florida, compró un vinilo llamativo, con tonos amarillos y violetas. Era Never Mind the Bollocks, debut y despedida de los Sex Pistols. Llegó a casa, tajeó el envoltorio, puso el círculo en la bandeja, le subió el volumen al Audinac, y su vida cambió para siempre. Esa fue, sin dudas, una escena germinal del punk latinoamericano.
Entre la noche del viernes y la madrugada de este sábado, las cuentas oficiales de Pilsen en redes sociales dieron a conocer la noticia de que Pil Trafa, aquel que algún día fue Héctor y se dejó cambiar por la música, había fallecido en su casa de Lima, Perú, donde vivía con su esposa y su hijo. “Nos deja un guerrero, un pionero del punk y underground latinoamericano, letrista iluminado, portavoz de toda una generación, peleador e incansable capitán de mil batallas”, se lamentaron. Tenía 62 años, y fue víctima de un paro cardiorrespiratorio.
Sería inútil hablar del ex cantante de Los Violadores sin determinar contextos, como él mismo había explicado recientemente en un cruce twittero. A fines de los ’70, la conexión con lo que estaba pasando musical y generacionalmente en Londres era absoluta. Víctimas de las políticas liberales, desalentadas, empapadas de violencia callejera, las juventudes urbanas no encontraban motivaciones para pensar en un futuro mejor. De ahí, el escepticismo de los Pistols y la retórica de The Clash.
En la Argentina, a esos factores se les sumaba el terrorismo de Estado. El rock local contaba con una constelación reducida de estrellas, todavía parecía perderse en las ínfulas del rock sinfónico y, además, estaba paralizado por el miedo, como gran parte de la sociedad.
Ante ese panorama, el joven Pil, que deambulaba por distintos grupos sin lograr hacer pie, escribió “Represión”, un manifiesto crudo sobre la asfixia social, cultural y económica de entonces. Junto con “Guerra total”, “Represión” fue una de las canciones que el cantante aportaría más tarde para el debut epónimo de Los Violadores, en 1983.
“Nosotros no hablábamos de la Reina, hablábamos de la represión, del rock de acá que estaba muerto, del no future propio con la visión localista. Importamos el sonido. Tenía mucho más que ver con nuestra realidad: equipos baratos y nacionales para lograr un sonido que no era bueno”, le contó a Página/12 en 2003.
Antes de Los Violadores, la historia del punk en el país no estaba escrita todavía. El grupo se había formado a instancias de avisos personales en la revista Pelo. Un día, Héctor, que ahora era Pil Trafa por su contorno desgarbado y habitual remera de Public Image Limited -PIL, la apuesta postpunk de Johnny Rotten-, los cruzó en la plaza Belgrano.
“Yo lo que quiero es subir al escenario, romper mi jirafa, mi micrófono, destrozarlos”, anticipaba un cantante cuya nula formación musical clásica era inversamente proporcional a sus ganas de ponerle el cuerpo a la situación. A las tres semanas debutaba al frente del grupo, en 1981.
El aporte performático de Pil determinó la consagración de una postura punk que sus compañeros de banda ya habían ensayado en forma de música. Influido por las ideas del situacionismo y la denuncia británicas, asumió el rol de frontman con desfachatez, en un recorrido que incluía antros y sucuchos, además de un paseo reglamentario por las comisarías de la ciudad. En ese marco altamente underground, la actividad escénica de Pil motivó los primeros pogos en la Argentina.
El cantante formó parte cada vez que la banda estuvo activa desde entonces, con un saldo de diez discos de estudio -el último, Rey o Reina, de 2009- y una serie de himnos perdurables. Entre ellos, "Uno, dos, ultraviolento", su canción más reproducida de su disco más icónico: Y ahora qué pasa, eh?, de 1985. Esa explosión marcó a una nueva generación de rockeros.
“Estamos shockeados y muy tristes por la noticia de la muerte de Pil Chalar. Con él se nos va un gran amigo”, publicó el grupo alemán Die Toten Hosen este sábado en sus redes sociales. Los Violadores fueron artífices de uno de los romances más grandes del publico argentino con un grupo extranjero: fueron ellos quienes mandaron los primeros pasajes para que los alemanes probaran suerte en Buenos Aires. La unión se ratificó en cada cónclave posterior. Por ejemplo, en su última visita, la del Hosen Fest, en 2018.
Desgastado por las movidas internas de su banda de juventud, Pil armó Pilsen en 1992, grupo que editó tres discos y se mantuvo hasta el viernes. Al año siguiente editaban su debut, Bajo otra bandera; luego llegaría Bestiario, con producción del pistol Steve Jones. El tercero, lanzado en 2020, sería el último de su vida. Carne, tierras y sangre dejó un arco de colaboraciones que van desde León Gieco hasta Orquesta Típica Fernández Fierro, pasando por el rapero XXL Irione, lo que mostró la perspectiva del cantante sobre pasado y futuro de la música. “Ni un amague hay de transgresión / y la posta la toma el hip hop”, cantan con el rapero en “Así está el rock”, cuyo estribillo es lapidario: “Qué asco verlo así, anestesiado”.
Su discografía también incluye aventuras solistas como El monopolio de las palabras, lanzado en 2004, y una incursión como “Pil y los Violadores de la Ley”, con los que editó Último Hombre en 2015.
Y así como tajeó el envoltorio del Never Mind the Bollocks, Pil tajeó para siempre la historia del rock argentino y latinoamericano. Lo destapó, lo hizo girar. Le subió el volumen. Le aportó sonidos, compromiso lírico, combustión escénica. Y un grito vital, en su hora más oscura.