“Bienvenidos a Tranquillum House”, seduce Nicole Kidman en el primer episodio de Nine Perfect Strangers (Amazon Prime Video). Más allá de su imagen etérea y tonada rusa hay una capa muy reconocible en esta ficción protagonizada y producida por la australiana. Se trata de su tercera incursión en el formato seriado en menos de un lustro y cuenta con el mismo pedigree que Big Little Lies y The Undoing. David E. Kelley ficha nuevamente como showrunner en esta transposición de una novela de Liane Moriarty (la misma autora de BLL). La sororidad y el whodunit no son centrales en estas ocasiones aunque se mantiene el clima de misterio, sofisticación, grandes panorámicas y trapos sucios de sus personajes. Los tres primeros episodios estarán disponibles en la plataforma de streaming desde el domingo 22.
La serie comienza con la lógica presentación de los aludidos en el título, un ecléctico pelotón dispuesto a pasar diez días en un spa comandado por Masha Dmitrichenko (Kidman). La trama le da lugar a los trances de los involucrados (adicciones, duelo, conflictos de personalidad) y al enigmático método de conversión que flirtea con el electroshock emocional y físico. Está la familia Marconi, una pareja en aprietos, una novelista exitosa con bloque creativo (Melissa McCarthy), un ex atleta bocón (Bobby Cannavale), una madre con rabia reprimida (Regina Hall) y un abogado en su propia búsqueda identitaria (Luke Evans). “¿Quieren sanar? Entréguense a mí”, demanda la gurú que obliga a los miembros de este “grupo volátil” a cavar su propia tumba.
La amplia gama de personajes en un lugar de ensueño tiene su correspondencia con la paleta de géneros que maneja la propuesta. Una serie prima y reciente como The White Lotus supo manejar el mismo concepto desde la sátira. Nine Perfect Strangers, por su parte, apuesta por la mezcla. Hay lugar para el drama mientras que los secretos por develarse habilitan el suspense. Lo más discordante es el filo del humor absurdo. Algo que el director Jonathan Levine había logrado con bastante solvencia en su largometraje 50/50 y Ni en tus sueños. Aquí el ensamblaje tonal no está tan aceitado como debería. Los disparates y tiroteos verbales entre el personaje de Cannavale y McCarthy piden a gritos una screwball comedy. La tragedia del patriarca Napoleón Marconi (Michael Shannon) no cuadran con ese espectro. Y se nota. Todas sus mochilas, sin embargo, están liadas por un enigma que podría haber pergeñado una Agatha Christie bañada en New Age.
Tampoco hay “una”
historia que guíe esta ficción más allá de lo que emanen Kidman y su personaje.
La actriz sobresale con esta mujer angelical y diabólica que inspira miedo,
devoción y un gran manejo de la voluntad. La misma actriz confesó que durante
el rodaje estuvo sugestionada por su criatura. Solo respondía al nombre de Masha
y jura que estuvo hablando con ese peculiar acento eslavo durante cinco meses. La
responsable de Nine Perfect Strangers
lo describió como un programa “alocado y alucinógeno”. Hay una sola cosa que no
saben Kidman ni Dmitrichenko. “Cuando me pidan que defina de qué se trata esto
no puedo decirlo, desafío a cualquiera de los involucrados a que diga de qué
genero se trata esto porque no tenemos la mínima idea”, sentenció.