Producción: Natalí Risso
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La mochila de la deuda
Por Julia Strada (*)
La actividad económica muestra una sensible recuperación, incluso durante la segunda ola de la Covid-19, saldando el debate de finales de 2020: la recuperación es en V (no en L) y se encamina hacia cerca de un 7 por ciento de crecimiento para 2021. No obstante, la recuperación es heterogénea. Hasta junio, la industria muestra 8 meses de mejoras y el último dato de uso de capacidad instalada confirma esa evolución: es el mejor desde junio de 2018. Otras actividades más relacionadas a la recuperación de la circulación muestran crecimiento respecto a 2020 pero con niveles inferiores en relación con 2019: hoteles y restaurantes recuperó 54,3 por ciento a mayo, pero aún se encuentra 57 por ciento debajo del mismo mes de 2019. Es en estos sectores donde puede producirse mayor recuperación dado el avance de la vacunación, salvo que la variante Delta impacte negativamente en el orden sanitario.
¿Qué se puede esperar sobre la evolución del empleo? La pandemia significó una reducción de casi 192 mil puestos de trabajo, habiéndose recuperado unos cien mil a mayo ¿Es posible recuperar el resto antes de las elecciones? Dada la heterogeneidad del impacto, la respuesta dependerá del comportamiento de cada sector. La expectativa está puesta en la celeridad de la recuperación. La industria superó los 22 mil puestos de empleo que tenía en la prepandemia y tiene margen para crecer. En la construcción y el comercio el aumento del empleo cubrió el escenario prepandemia pero en 70 y 40 por ciento respectivamente, con expectativas de crecimiento. En las actividades más afectadas como hotelería, restaurantes y transporte, debería modificarse el comportamiento dada la recuperación. El fenómeno de la pérdida de puestos de trabajo, tal como se produjo en todo resto del mundo, estuvo relacionado con la pandemia y no con el modelo económico: la desocupación llegó a 13,1 por ciento en el segundo trimestre de 2020 pero se redujo a 10,2 por ciento en el primer trimestre de 2021, mismo nivel que en igual periodo de 2019 (10,1 por ciento).
¿Qué pasará con los salarios? Podría empezar a revertirse el escenario donde corren de atrás a la inflación. A partir de octubre la aceleración de precios derivó en el desafío de no perder poder adquisitivo. Hasta junio, el salario privado registrado aumentó en porcentajes similares a la inflación, pero con un mes de demora: si los precios acumulan 30,3 por ciento entre octubre y mayo, los salarios hacen lo propio (30,5 por ciento) entre octubre y junio. La decisión de rediscutir paritarias antes de las reaperturas previstas tiene el objetivo de invertir esta dinámica.
La inflación de 3 por ciento de julio da cuenta de una leve reducción, aunque no la esperada. La curva inflacionaria debería mantener un descenso pronunciado (llegar a octubre en niveles cercanos a 2 por ciento), para que haya un verdadero impacto en la recuperación del bolsillo. En esta segunda etapa no hay excusas para el aumento desmedido de precios, ya no se puede acusar al “descongelamiento de tarifas”, ni al aumento del combustible, ni a la evolución del dólar.
Para el caso de las jubilaciones, los cuestionamientos de la ley de actualización van quedando en falsa escuadra. El escenario de recuperación del ingreso real va camino a concretarse. La movilidad para septiembre arroja un aumento de 12,4 por ciento que, considerando las expectativas de inflación actuales, permitiría una recuperación real para el trimestre de 3,5 por ciento.
¿Devaluación? ¿Dólar a 400 pesos? Los pronósticos agoreros no tienen asidero. El tipo de cambio real multilateral se encuentra 13 por ciento más devaluado que el alcanzado luego de la devaluación de Prat Gay a finales de 2015, es decir, no existe un escenario general de significativa apreciación cambiaria. A la par, el BCRA acumula reservas y, en el período del año con menor liquidación de cosecha, tiene poder de fuego para controlar la situación. Los controles sobre la brecha a través de los dólares financiero también ayudan a contener.
Por último, la deuda. La mochila del endeudamiento es el condicionante más grave y durarero. A esta altura, el desempeño irresponsable de Cambiemos debería tratarse como materia no opinable, pero referentes de la economía liberal niegan el daño realizado al país. La deuda que se tomó no fue para pagar deuda heredada, dado que sólo el 26 por ciento del endeudamiento en moneda extranjera puede justificarse por el pago de deudas anteriores a la gestión Macri. Cambiemos no sólo dejó el triple de vencimientos a la gestión actual, sino que los llevó de 13 mil millones a casi 40 mil millones de dólares promedio anual. La mochila del endeudamiento es el condicionante más grave y durarero sobre la economía. Si en esta campaña es tema de debate, que haya claridad con los números.
(*) Doctora en Desarrollo Económico y directora de CEPA.
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PASO hacia el crecimiento
Por Sergio Chouza (**)
Momento de transición para la economía argentina, saliendo de la peor crisis que se recuerde, por profundidad y extensión en el tiempo. Fueron dos años de retracción macro por políticas económicas desacertadas, seguidos por la estocada final de la pandemia. Desandar ese derrotero no será sencillo ni automático, pero hoy están dadas las condiciones para que la economía recupere de manera consistente.
La emergencia epidemiológica agravó la crítica situación de la economía local, con sus duras consecuencias sobre la población argentina. Los diferentes programas sociales y económicos para asistir a personas y empresas evitaron que el impacto negativo de la pandemia sobre la economía sea de mayores dimensiones. Al mismo tiempo, que sentaron las bases para la recuperación de la actividad económica y, por ende, del empleo privado. Si bien la recuperación de la actividad económica es heterogénea, puesto que hay sectores que todavía se encuentran en niveles inferiores al registrado en el año 2019, es loable el fuerte repunte de junio en la mayoría de los sectores industriales. Hoy los desequilibrios heredados se encuentran en un proceso firme de recomposición, sin supeditarlo a sostener a los sectores que aún requieren asistencia.
En el primer semestre del año se destaca la reducción del déficit fiscal, que se ubicó en 0,5 por ciento del PIB como producto de la mayor recaudación y la reducción de los pagos de deuda. De igual modo, las regulaciones sobre el mercado cambiario permitieron reducir la presión sobre el precio del dólar y moderar las expectativas devaluatorias en el canal oficial. Los segmentos alternativos también se pueden mantener a raya, ya sea por la vía regulatoria o con intervenciones directas en el mercado de bonos. La posibilidad de que se presente una aceleración en el canal libre del dólar ilegal en el corto plazo, hoy no parece ser un riesgo severo. Ya se ha mostrado el año pasado que más temprano que tarde este segmento se arbitra con el canal financiero, y además es esperable que se empiece a abastecer de mayor oferta por el ingreso de turistas desde el exterior.
Hay un pendiente en materia de salarios, que nadie niega. Es voluntad de esta administración promover una recuperación más firme de los ingresos, pero se vuelve cuesta arriba con una dinámica de precios aún errática. En lo que va del año, el promedio de salarios del sector registrado repunta casi 1 por ciento contra el promedio inflacionario, lo cual tiene gusto a poco. Además, falta sumar a la recomposición a casi la mitad de la torta, con todos aquellos que trabajan en la informalidad y quienes tienen sus ingresos fijos a partir de transferencias. No hay fórmulas mágicas, y las que se intentaron probar en el pasado naufragaron sin lograr más que aumentar el problema. Hay que seguir apostando a ordenar la macroeconomía para que la inercia inflacionaria se modere, y en el mientras tanto coordinar acciones para que los ingresos -todos- se muevan por arriba de la inflación.
El Presidente adelantó hace pocos días que la hipótesis de crecimiento para este año hoy está en el 7 por ciento, mientras que el año pasado ya proyectan un repunte del 4,5 por ciento. Eso pondría la producción en niveles un punto superiores al 2019, solo dos años después del impacto inicial de la pandemia. Además sería la primera vez en una década donde el crecimiento se sostiene dos años consecutivos. Lejos está de ser suficiente. Para volver a niveles de PBI per cápita compatibles con 2015, por caso, aún restarían varios años. Seguiríamos 10 por ciento por debajo. La salida de una crisis tan pronunciada va a ser paulatina y el principal factor a proteger es que el proceso no se vuelva a interrumpir por una crisis.
Preservar el superávit del sector externo es el reaseguro para garantizar la continuidad del proceso de crecimiento. Seguimos manteniendo un superávit de cuenta corriente consistente, con un tipo de cambio competitivo y estable, en el marco de un mercado de cambios más sensato tras la desregulación macrista. Falta mucho para seguir normalizando la macro, pero los fundamentos para transformar el ‘rebote’ en ‘crecimiento’ hoy son más sólidos que en los años previos.
(**) Economista UBA-UNdAv.