Nicolás Teté nació el 23 de noviembre de 1989. Es licenciado en dirección cinematográfica egresado de la Universidad del Cine (FUC). Es productor, director y guionista de las películas de ficción Últimas vacaciones en familia (2013) y Ónix (2016). Co-dirigió el largometraje documental La vida sin brillos (2018). Cuando estaba cursando en el último año de la carrera había un taller de guión, donde debía desarrollar el texto de un largometraje. Ya por entonces, le había nacido la idea de la comedia dramática Todos tenemos un muerto en el placard o un hijo en el closet, su más reciente largometraje de ficción, que se estrenó el jueves pasado y que puede verse actualmente en el Gaumont, en Cinear Play (gratuitamente) y en Espacios Incaa del interior del país.
La historia se centra en Manuel (Facundo Gambandé), quien viaja a su pueblo natal para el aniversario de casados de sus padres (María Fernanda Callejón y Diego de Paula), para conseguir dinero y así poder irse a vivir con su novio a Dinamarca. La última vez que Manuel vio a su familia, salió del closet y eso tornó la relación más complicada. Sin embargo, sus planes se cancelan porque su novio lo deja y entra en una crisis existencial. Manuel buscará rearmar el vínculo con sus padres y descubrir qué quiere para su futuro.
"La idea de la historia fue naciendo de una mezcla de cosas", cuenta Teté en diálogo con Página/12. "En ese momento, yo tenía 22 años y estaba pasando por un proceso parecido al que pasa Manuel en la película y también escuchaba un montón de historias de amigos a los que les pasaban cosas parecidas". El director recuerda que se juntaba con un grupo de amigos donde todos o la mayoría eran gays, y surgía la pregunta: "Ché, ¿les contaste a tus papás? ¿Ya saben tus papás?". "Se daba esa pregunta. Y escuchar las distintas historias me llevaba también a pensar la ficción que es la peli", argumenta el director sobre el origen del film que cosechó los premios del público de los festivales Pride Queer (Australia) y Jock et Queer Screen font leur cinéma (Francia) y, que, además, tuvo una destacada participación en festivales de cine LGBTQ.
-¿Esta historia tiene, entonces, mucho de personal? ¿Y cuánto de universal?
-Hay algo de personal. Es como un intermedio. El disparador es personal. Siempre. Y en todo lo que escribo, el disparador es personal porque sale de lo que pienso. Después, uno lo va modificando y más en un proceso que tuvo bastante escritura y mucho tiempo hasta llegar a filmarse. Se fue modificando el guión varias veces y se fueron sumando un montón de cosas que nada que ver con la realidad, pero que sí tienen que ver con la realidad de otras personas que logran hacer el proyecto más universal. Quizás si me quedaba sólo en experiencias que yo conocía o que había vivido no era tan universal como parece que es porque realmente recibimos muchos mensajes de gente que se identifica con la película.
-¿Por qué el guión te insumió unos diez años de trabajo?
-Fue más que nada porque no se llegaba a filmar la peli y hasta el momento en que se llegó a hacerlo seguí modificando cositas. En el medio, tuvimos el premio Raymundo Gleyzer, en 2014. Tuvimos todas las tutorías del Raymundo Gleyzer que permiten mejorar cosas del guión, de la producción, de la dirección. Y ahí llegamos a otra versión. Con ese premio hice una clínica del guión para mejorarlo y ahí ya tuvimos dos nuevas versiones y otros dos años de trabajo del guión. Y también había cosas que yo quería ir encontrando, como capas. Al principio, la película se trataba solamente de la sexualidad de Manuel y después se fue sumando toda la otra parte de su pasión y su futuro laboral, de encontrar la pasión más allá de eso.
-¿La idea fue plantear un tema serio pero que, por momentos, tuviera tono de comedia?
-Sí, totalmente. Me gusta eso. Primero, me parece que la comedia puede hacer más llevaderas algunas cosas. También me gusta que nos podamos reír de ciertas cosas incómodas y de situaciones en las que nos vemos reflejados. Entonces, eso está bueno y es como se fue dando el proyecto. Estaba siempre al borde de caer en algo melodramático y por eso están buenos los momentos de comedia.
-También es una historia sobre la importancia de la libertad en las decisiones, ¿no?
-Claro. Y también está el hecho de que para tener la libertad en las decisiones, uno necesita cierto apoyo. Lo que busca el personaje es tener el apoyo de sus padres o que por lo menos le digan "está todo bien", pero que se lo digan claramente y que él pueda estar un poco más tranquilo con eso porque no quiere dejar de tener relación con sus padres, o tener una mala relación con ellos.
-En relación con eso, ¿crees que, a veces, los padres depositan sus propios miedos en los hijos?
-Sí, seguro. Es así muchas veces. No lo puedo saber como padre porque no lo soy, pero también es una cuestión que he intentado entender y comprender mientras armaba la película. Si bien yo estoy más cerca de Manuel, no quería pensar a los padres como los malos de la película porque no lo son. Prefería encontrarles otros matices y otras cosas. Y también las preocupaciones de los padres que los hacen ser como son. En realidad, están preocupados por sus hijos por distintas cosas. Darte cuenta de que tus hijos ya son adultos no debe ser fácil.
-¿En un pueblo los prejuicios son mayores que en una gran ciudad?
-Es cliché la frase pero "pueblo chico, infierno grande" un poco de razón tiene, por un hecho muy simple: todo el mundo se conoce o alguien conoce a alguien. Llevándolo al tema de la película, es algo que a muchos chicos nos pasaba cuando éramos más chicos y estábamos dentro del clóset: el miedo a que un padre se enterara era mayor en el pueblo porque al haber menos gente y menos lugares andabas con muchísimo más miedo que, por ejemplo, en Buenos Aires, donde te podías ir a un boliche gay y ahí tus papás no iban a entrar. Los que somos del interior vivimos con ese fantasma de "Uh, todos se conocen".
-¿Estamos en una época donde ya no importa el "qué dirán" en las familias o todavía hay un atraso?
-Todavía sigue existiendo. Es un tema al que la peli me llevó a reflexionar mucho. Lo que habla es de adentro de la familia y es muy difícil, a veces, por más que haya leyes y un montón de cosas que nos apoyen, que algunos integrantes de una familia cambien su forma de pensar porque está permitido. A su vez, en el último tiempo hubo un montón de situaciones de violencia contra parejas gays en todo el mundo. Así que estamos un poco intolerantes y, a veces, eso parte desde adentro de la familia.