Los sectores de poder se están preguntando cómo reaccionar ante el acontecimiento de la pandemia. Lo hacen formulando ciertos enunciados que comienzan a circular en los medios de comunicación, algunos de los cuales ya son bastante conocidos, como la idea de la pospandemia o de una nueva normalidad. Entre ellos, se destaca el que le da nombre al manifiesto que emergió del Foro Davos celebrado en el 2020: Great Reset.

Comprender lo que esta formulación significa exige evitar una lectura conspirativa, según la cual se trataría de una suerte de programa de acción literal. El Foro Davos se presenta como una organización imparcial de discusión. Pero es justamente esa posibilidad de plantear que, en el marco de los conflictos globales –es decir, en el contexto en el que se manifiestan las mayores contradicciones, disputas y desigualdades–, es posible erigir un punto desde el que se puede observar algo así como el mundo en su universalidad cristalina, la que revela las contradicciones que le son inherentes. Porque resulta imposible, si se tiene como referencia la totalidad del mundo, asumirlo con imparcialidad. Por otro lado, el propio Foro, en su lógica de funcionamiento, no busca más que convencer a quienes lo financian de su influencia, al darle forma a la agenda de las discusiones globales. De manera que su discurso apunta menos a configurar un manual de operaciones directas que a replicarse viralmente. Es decir que, más allá de sus significaciones literales, se sostiene como un fundamento a partir del que se toman otras decisiones. Pero siendo el Great Reset uno de los principales enunciados en nombre del cual se llevarán a cabo las transformaciones que se vienen, resulta importante indagar en sus características.

Lo primero que salta a la vista es su vínculo con las nuevas tecnologías y la cibernética. Así, funciona como una metáfora que remite al modo en el que se intentan resolver ciertas dificultades que surgen del uso de las computadoras, cuando, ante problemas coyunturales, en lugar de enfrentarlos para resolverlos, detectando sus causas, se aprieta un botón que los elimina. No es desatinado leer en la formulación de Davos el deseo de que la coyuntura pandémica sea la excusa para anular la historia, llegando a una dimensión apolítica en la que los conflictos no se manifestarían, replicándose no obstante sus más nefastas consecuencias.

Pero no hay que comprender a esas instancias supuestamente iniciales a las que se alude como un real retorno al origen. Lejos de ello, el reinicio, que en su caso extremo no vuelve sino a la llamada configuración de fábrica, es una producción efectiva y sumamente novedosa. Se trata de una estrategia de los sectores de poder para generar modos de sometimiento nunca antes experimentados y muy difíciles de contrarrestar, y no sólo porque no discuten la propia posición de la elite que formula el reseteo, sino además porque, negando la tradición de luchas, tiende a reducir la capacidad de resistencia.

El Great Reset comparte un horizonte de significación con los discursos ecologistas, que impulsan las grandes multinacionales para hacer negocios con una alta rentabilidad; con la transparencia, que expone hasta los últimos resquicios de la intimidad, inhibiendo la complejidad subjetiva; con la meditación simplista, que, en su énfasis en el tiempo presente, aplana la biografía; y con las neurociencias, que reducen el comportamiento a las determinaciones cerebrales. De este modo, contribuye a borrar toda construcción significativa, llevando a los sujetos y a la sociedad a una dimensión literalmente viral, de repetición de lo mismo por lo mismo. Paradójicamente, entonces, presentándose como una respuesta ante la pandemia, termina consagrando la lógica del funcionamiento del virus, propagándolo hacia los más diversos ámbitos.

El Great Reset no es un programa de acción en sí mismo. Es una utopía, la de los sectores de poder, que en sí misma no será realizada. Pero en la medida en que orientará sus principales acciones, abriendo las condiciones de posibilidad para la toma de medidas que redundarán en un mayor sometimiento de los sectores postergados, no hay que dejar de prestarle atención. Y, al mismo tiempo, contra esa lógica viral que borra la historia y la cultura en nombre de un reinicio, debe oponérsele la larga tradición de la utopía de la emancipación, en cuyo nombre se han llevado a cabo las más nobles realizaciones humanas. Sólo así se podrá superar la pandemia, que afecta tanto a la salud como a la cultura, la subjetividad, la sociedad y la política.

* Sociólogo y docente (UBA)