Los tontos somos nosotros. Usted, yo, Messi, el Espíritu Santo. Tontos de desapacible solemnidad. Nos han engañado a todos. Es el “Modelo”. El eterno “Modelo” que ha tenido un correlato casi perfecto en el último medio siglo. La economía es un género arrítmico, imposible de bailar, súbito pandemonio que cuando llega una crisis, y siempre llega, provoca un zigzagueo incluso en el terreno de las ideas.
Desde la inocencia nos vendieron el caso Messi como una operación aséptica, sin margen de maniobra, de endeudamiento controlado. Hoy podemos saber -por determinados indicios- que fue una lluvia de zarpazos entre oligarcas, bajo la niebla, a machete limpio, abriendo camino en el imparable modelo neoliberal del fútbol privatizador. Una pelea de “gallos”. Para la galería. Como recomienda el “Modelo”.
Lo hacen con la sanidad, con la educación. Un hospital público no se privatiza en diez minutos. Primero se deteriora, se desgasta. Se crea el caldo de cultivo primigenio: una inmensa e imaginaria lista de espera de intervenciones quirúrgicas, unos servicios mínimos desatendidos, unos facultativos desbordados, un personal esclavizado, unos pacientes prolijamente desviados a la sanidad privada, unos quirófanos funcionando a media jornada, y una partida presupuestaria adelgazada por el raquitismo.
Es el “Modelo”. Lo dicen los libros. A un hospital público hay que volverlo ineficiente , agónico, que babee. Como un enfermo terminal. Recién entonces -y con el viento de cara- sin remordimientos y con serena elegancia, se privatiza. Es la doctrina. Hoy el Barcelona es un inmenso hospital público por privatizar. Babea. No será hoy ni mañana, pero será. Es la amarga sensación que ha dejado el caso Messi. Está todo en su punto. El bisturí emocional, los bolsillos hacia afuera, los secretos mejor guardados, y las turbulencias descontroladas de una afición atormentada. El desgaste ya llegó. Ya está aquí. Se huele.
Hay poco por creer en esta puesta en escena. A Messi se lo llevaron de madrugada, en cinco minutos, con un Barcelona inmutable, sin derramar una lágrima, una súplica, un suspiro. Se lo arrancó la Patronal al Patrón. Sin anestesia. Sin abordar ninguna alternativa posible. No se lo cree nadie. Un simple “no es no” hubiera sido suficiente.
Toda causa pobre es una pobre causa. Necesita de un relato. Messi y Laporta se utilizaron mutuamente. Leo sin saberlo. Le vino bien. Se quería ir. En realidad ya se había ido. Lo merece por talento, historia, y grandeza. Nos dejó, sin proponérselo, (y ahí entra Laporta) el falso y descarnado mensaje de que el mejor fútbol, el más bello, el más competitivo, el que te guarda un lugar eterno en el mundo, pasa hoy en día por la privatización. Fue, sin desearlo, el tonto útil de un “Modelo”. Como todos nosotros.
Son malos tiempos para la lírica. Hoy se ha despejado más que nunca el sendero. En el imaginario colectivo del “culé” ya cabalga ese “Jeque” asquerosamente rico, necesitado de blanqueo rápido, decidido a enjuagar las penas y absorber las deudas. El sueño húmedo de dejar de “ser” para seguir siendo. Así se fabrica el “Modelo”. Florentino Pérez, Joan Laporta, y el fondo de capital riesgo CVC Capital Partners lo saben. Están trabajando bien. Lo intentaron con la mal nacida Superliga. No tienen prisa. “Despacito, despacito”, como dice la canción, nos van arrebatando nuestras libertades grandes y minúsculas. Uno ya conoce esa forma de desamparo. Es el fin de la inocencia la que nos está mordiendo la nuca. Esto fue un truco. Truco y trato. Un truco para tontos. Está en los libros. Es el “Modelo”.
(*) Ex jugador de Vélez, campeón Mundial Tokio 1979.