Como fruta abrillantada

Soy Esmeraldita, dulce como la fruta abrillantada. Cuando me miran, agacho la cabeza. Me gusta estar vestida a la moda. Zapatitos, pulseras, blusitas hasta acá, que se me vea la pancita. Rojas para que resalte mi piel morena. Me gustaría hacerme la permanente para agradar a la gente que me mire.

Me gustan los bailes y los carnavales. Sentarme en una mesa y tomar un naranjín. Iría con chaqueta y pantalón de cuero y una pulsera roja para que me resalte la piel.

Saldría a bailar con el Néstor Flores, un guapo moderno de Puerto San Martín. Siempre elegante iba. Traje y corbata o elegante sport, pantalón Far West, camisa blanca con gemelos y un santito colgado al cuello para no soñar cosas feas. Zapatos de charol y chaqueta al tono.

Me gusta mirar las carrozas y las jaulas de los circos. Dos caballitos blancos, un león, una leona para que le haga compañía y una ciervita con su baldecito de pasto.

Los días feriados comía, me acostaba a dormir y después miraba televisión. Me gustaba Bonanza.

Qué tiempos aquellos.


Una chica de la nueva era

Me gustaría teñirme el pelo de verde. Quiero cosas novedosas para que la gente me mire. Llevar ropa extravagante como las artistas. Blusas de seda escotadas con mangas con volados. Pollera roja angosta con tajo atrás con botitas blancas con lazos de terciopelo. Me gustaría perfumarme y peinarme con rodete y un pañuelito al cuello.

Soy una chica de la nueva era.

Tomaría el colectivo -¡sería una sensación!- y me iría a Rosario a una cervecería. Miraría a los chicos y les tiraría besitos.

Iría al baile pero no bailaría, me sentaría en una mesa a tomar cerveza.

Me gusta departir con otras almas solitarias.


Una chica que baila sola

Me gusta bailar sola, para resistir en la intimidad de mi cuerpo. Desde chica me gusta eso.

Flamenco, pasodoble, todo lo que llevo en la sangre. Todo lo que me haga estremecer.

Cuando bailo, me siento otra persona. No yo, otra.

Me siento de oro, la sangre caliente y el alma brava.

Bailo y pienso en la gente. Quiero divertirlos.

Después de bailar, un brindis con naranjita.

Las chicas me elogian porque saben que tengo ese don. La superadaptación se paga cara.

Como las que van al trapecio, voy decidida a todo. A la muerte, a la vida. Como los grandes artistas.

Me gustaría ir al trapecio. Ponerme la mallita de dos piezas y dar la vuelta. Tengo agilidad en el cuerpo, soy ágil. Si me quieren contratar, ya saben: Esmeralda Morales, Colonia de Oliveros, pabellón 3.

Uno nunca sabe, por ahí me llaman para hacer trapecio en la televisión y después en cine. Me ve un gitano, me caso y cambio mi vida. Haríamos el amor por las noches, limpiaría de día. Una vida normal para dos. Tener hijos y volverme ancianita para entregarme a Jesús como hace la gente.

Cuando me llamen al cielo me van a tener con vestidito de género blanco en silla de oro, leyendo la Biblia a Jesús. En fila con todos los enfermitos muertitos. Viviríamos solo de la fragancia de las flores una vida feliz, porque acá no somos queridos.


Traje de lágrimas

Me gustaría bailar con trajes de organza

y moverme al compás de la zamba.

Me pondría una galerita en la cabeza

me la sacaría para saludar

inclinando mi cintura

en un gesto de antes.

Todo lo antiguo quiero que florezca

en mi persona.

Zapatitos negros de charol

o blancos con botoncito al costado.

Lazo en el cuello

finito, finito,

transparente

rojo

amor.

Y un bolsito de seda con una cadenita

para llevarlo en la mano derecha

y en la izquierda, pulseras

hasta arriba del codo.

Rojas, verdes, amarillas, azules, blancas, negras

hasta que se terminaran los colores.

Bailaría en la naturaleza

ahí todo se luce mejor,

bajo las estrellas

en noche sin luna

la luz sería yo

en mi traje brillante

entretejido con piedras

como lágrimas

de tristeza

o alegría según la canción.


Gitanilla de Hungría

Esmeraldita necesitaría una torerita a lunares para bailar flamenco. Rojos y blancos. Para divertir a los muchachos.

Bailaría sobre el piso sobre mis tacos altos, rojos como las cerezas que tanto me gustan.

Una rosa y un clavel. Uno en cada oreja. Y luego tirárselos a los muchachos.

Cantaría como la violetera y luego le tiraría mis flores al muchacho que más desee.

Zarandearía como el pescado con mi pollera de lunares.

Con dos castañuelas o una pandereta con cintas de colores.

Dulce gitanilla venida de Hungría sería.

Y mis ojos verdes lanzarían amor y cariño y música mis palmas.

Los muchachos me tirarían naranjas para alentar mi baile y yo bailaría con las frutas bajo la luna.

Soy como las sirenas que se ondulan al ritmo del agua, de la música. Llevo en mi sangre los aires del mar.


Lococha

Mi vida, mal que mal, bien. A veces reniego -no digo menos- pero soy feliz.

Hay momentos en que extraño, se me instala la soledad. Extraño la casa, a mis padres, a mis vecinos, mi barrio. Y los bailes, lo principal. Yo era de ir a las fiestas de juventud. Bailábamos suelto. Pasé horas felices en esas mesitas.

Se me hace dura la vida ahora como si fuera una linyera que arrastra un gran peso a mucha distancia. Pero no soy una linyera así que llevo otras cosas. Recuerdos que me hacen caminar lenta y recursiva. La bolsa la dejo a los pies de los muchachos. Con ellos soy liviana y me dan ganas de decir cuentitos.

Yo debería salir con otros para no sentir el peso.

De joven iba a la confitería con mis mejores ropas. Iba con mi mamá y una amiga. A mi mamá no le gustaba porque cuando veía a los hombres, me ponía a bailar. Era media lococha. “Sentate, media lococha” -me decía- y yo me sentaba y me reía mientras comía sánguches de miga y tomaba mi naranjín en vasos de whisky.

Era una chica moderna. Cualquier vestidito me quedaba bien. Una blusita, una pollerita, taquitos siempre.

En mi casa fui la predilecta hasta los treinta años. Lavaba y planchaba y por las tardes regaba el almácigo y escuchaba radionovelas.

Ahora estoy vieja pero mantengo la figura. De atrás parezco una veinteañera pero de cara soy un cuajo.

Me quedan los recuerdos y la alegría y me río sola mientras tomo el sol en el patio.

*GUAU! es el nombre del taller de escritura del Centro Cultural “Nise” que funciona en la Colonia Psiquiátrica de Oliveros. Quienes hacemos GUAU! creemos que la escritura es una vía generadora de salud. Posibilita crear y poner en el mundo nuevos sentidos y así nombrarnos, decirnos desde lugares singulares y propios. Desde 2007 a la fecha hemos realizado encuentros de lectura, intercambios con otros espacios de producción y editado de manera independiente, fanzines y libros de autoría individual y colectiva. Asimismo, publicamos las producciones del taller en nuestro blog: www.guaurevista.blogspot.com. Hernán Camoletto, Coordinador.