Un minucioso informe de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo Económico (FIDE) sobre la evolución del valor de la producción durante el año 2016 respecto del anterior, deja en evidencia cuáles fueron los grandes ganadores del modelo implantado a partir de la llegada al gobierno de Cambiemos. Los únicos cuatro sectores que aumentaron el valor corriente (a precio de mercado) de su producción por encima del 50 por ciento el año pasado con respecto al anterior son el Agropecuario, Servicios de electricidad, gas y agua; Pesca e Intermediación financiera. De los cuatro, sólo uno aumentó su volumen físico de producción (el segundo, Servicios) y tan sólo el 1,4 por ciento. Es decir, que prácticamente en su totalidad, el aumento del valor de producción de estos sectores se debió al aumento en los precios de lo que venden. No es casualidad que sean, precisamente, los sectores beneficiados por la devaluación, quita de retenciones, tarifazos y subas de tasas, todas decisiones de política económica que significaron enormes transferencias de ingresos. Tampoco es casual que, en los últimos dos escalones de este ranking de aumento del valor de producción se encuentren la industria manufacturera y la construcción. El cuadro que acompaña esta nota es elocuente sobre qué sectores son los ganadores y cuáles los perdedores del actual modelo. Pero algo más: los que ganan no lo hacen por mayor producción, sino por transferencia de recursos que pagan el Estado (con fondos públicos) y los sectores afectados por esas mismas políticas.
“El mapa de los sectores ganadores y perdedores resultantes de la política económica”, tal como lo define la Fundación que conduce Mercedes Marcó del Pont, muestra que el sector agropecuario aumentó el valor de producción en un 73,7 por ciento en 2016 respecto del año anterior. pero como su contribución al producto bruto en términos físicos fue 5,5 por ciento inferior, resulta que los mayores ingresos para el sector se originan en el aumento de precios implícitos, que promedia el 83,9 por ciento. A este incremento, que más que duplica la inflación del año punta a punta (mucho más si se calculara como inflación promedio del año, lo cual resultaría más apropiado en este caso), tiene su fuente en la eliminación de retenciones y la devaluación, principalmente. Políticas que el gobierno de Cambiemos aplicó casi al momento de asumir, con el argumento de promover un boom de producción, inversiones y exportaciones. Está claro que nada de esto ocurrió en términos físicos, sino que el resultado fue una extraordinaria transferencia de ingresos en favor del sector y, principalmente, de sus rubros más concentrados. Es bien sabido que ni las economías regionales (frutas, hortalizas) ni los tambos, que están dentro del mismo sector económico, participaron de la fiesta.
El segundo sector en el ranking de beneficiarios es el de empresas que explotan los servicios de electricidad, gas y agua, que lograron otra envidiable alza en su valor de producción, 59,6 por ciento, resultado de un aumento en el volumen producido del 1,4 por ciento pero una suba en sus precios del 57,4 por ciento a nivel global. Este es el resultado directo y elocuente de los tarifazos; una transferencia sin escalas de los ingresos de los usuarios a los bolsillos de las empresas prestatarias del servicio.
El sector de Pesca es otro beneficiario de la devaluación, que lo ubicó en el tercer escalón del ranking, dejando en cuarto lugar al sector denominado Intermediación Financiera. No por mayor actividad, ya que el “producido físico” del sector cayó 3,8 por ciento respecto del año anterior, sino por el aumento en un 60,9 por ciento en el “precio implícito” de sus productos. Fundamentalmente, la tasa de interés, que hizo crecer de manera espectacular el rendimiento de la especulación financiera. Inmediatamente detrás en el ranking quedó el sector de Minas y canteras, otro abonado a los beneficios de la baja de retenciones y devaluación.
La lista de perdedores tiene inscripto en su cuadro principal a la Construcción, la industria manufacturera y el sector Hoteles y restaurantes. Los dos últimos están estrechamente ligados al nivel de consumo interno, una variable que resultó fuertemente castigada por una política económica que afectó a los sectores de ingresos fijos (asalariados). El primero, construcción, claramente impactado por la suba de tasas que desvió inversiones especulativas (huyeron de los ladrillos para ir a las Lebac) y el freno a la obra pública que el gobierno se autoimpuso para cumplir con las transferencias a los sectores ya mencionados.
Otro dato revelador del cuadro es que, en materia de variación del producto físico, los sectores de la economía real son los de mayor caída: Construcción (-11,3), industria manufacturera (-5,7). Agricultura y ganadería (-5,5), explotación de minas y canteras (-3,8). Entre los pocos que crecen en 2016, se encuentran Transporte y comunicaciones (3,2), Servicios sociales y de salud (2,8); Enseñanza (1,9); Administración pública y defensa (1,9). El informe de FIDE concluye que “los sectores que vienen mostrando un relativo dinamismo son, fundamentalmente, los no transables, esto es aquellas actividades con virtualmente nula competencia con el resto del mundo. Se advierte que la realidad marcha a contramano de los proclamados objetivos oficiales de priorizar la mejora de la competitividad y la ampliación de la inserción internacional de la economía argentina”.