“No quiero que Joe aparezca y me encuentre de rodillas abrillantando el suelo de la cocina con un jersey viejo de algodón a modo de trapo, pero llega y así es como me encuentra”, empieza Un amor cualquiera, la novela de la escritora estadounidense Jane Smiley, escrita en los 80 y recientemente editada por Narrativa sexto piso. Joe es un hijo de 25 años y quien lo narra, su madre.
Un amor cualquiera tiene una actualidad lúcida: Joe es uno de los hijos gemelos de Rachel que ha vuelto a vivir a su casa luego de la separación de su novia. La novela transcurre en la casa de Rachel, que a los 52 años ha encontrado la paz en las pequeñas cosas: cuidar sus árboles y plantas, leer y disfrutar de sus hijos y nietas. Claro que antes pasaron cosas. Es en esa casa también en la que esperan la llegada de Michael, el hermano gemelo de Joe, que estuvo dos años viviendo en la India.
Pero no sólo se cuenta el presente: el fantasma de lo que pasó hace 20 años, cuando sus 5 hijos eran pequeños, recorre toda la novela desde el principio. Y es una conversación que empieza como cualquier otra, que la madre y los tres hijos menores se enteran de los episodios pasados que fueron traumáticos para todos. "Hace justo ahora 20 años, los Kinsella eran, en apariencia, una familia idílica y feliz", se lee en la contratapa. Pero de un día para el otro, el marido de Rachel vendió la casa en la que vivían y se llevó a los 5 niños a otro país sin ella. La narradora y protagonista de la historia tardó un año en volver a verlos, año en que la tristeza y la desesperación la acompañaron durante noches y días interminables. “Hace ahora justo 20 años de la ruptura, este preciso fin de semana en que tres de los hijos de Rachel –Ellen y los gemelos Joe y Michael-, ya adultos, cada uno de ellos sumido en su particular crisis personal, se han reunido en la casa materna”.
¿Qué pasó? Rachel se enamoró de otro, un vecino, escritor, atormentado, que después del terremoto juró no hablarle nunca más y cumplió. Rachel vivió un calvario: no solamente tuvo que luchar cuerpo a cuerpo por la tenencia de cada uno de sus hijos (a los que el padre fue "soltando" de a poco, tomando a algunos como rehenes y a otros expulsándolos de la endogamia), sino que tuvo que armar su economía desde cero con el presupuesto concentrado en pagar una abogada. El recuerdo de ese quiebre, de esa tragedia colectiva pero personal e íntima de los Kinsella es lo que está visto en caleidoscopio: cada uno/a con su dolor, cada uno/a con la resonancia que trajo aquella herida, cada un/a con sus recuerdos.
Desde aquella traumática separación que a la familia no les hacen bien las despedidas, pero tampoco las reuniones, abrumadas por los ecos del pasado. Con esos recuerdos tan vivos para Rachel, no es extraño que una charla casual en el porche de la casa, desencadene en una confesión sobre los acontecimientos que llevaron a esa ruptura. Lo que ella no sabe es que sus hijos también tienen algo para contarle.
En Un amor cualquiera Smiley vuelve a la temática de sus novelas anteriores sobre las relaciones familiares haciendo foco sobre el miedo que podemos sentir a herir a nuestros seres queridos irreparablemente. Es una novela sobre amores comunes y cotidianos en donde no hay personajes del todo buenos ni del todo malos y en la que la familia perfecta no existe. Pero sobre todo es una novela sobre la transición entre la infancia y adolescencia de lxs hijxs a las formas más herméticas en las que se vuelcan cuando son adultos. La lealtad a los padres y madres recorre la columna vertebral del relato y estructura un final donde los vínculos aparecen también como transacciones donde las emociones son moneda de cambio. Y también la certeza helada de que cuando decimos algo que guardamos durante mucho tiempo, en vez de detonar el sistema por el contrario pasa algo mucho mas aterrador: nada.
“Como novelista, te fascinan más las diferencias que los estereotipos”, ha dicho Smiley en una entrevista con El País. Smiley tiene ahora 70 años y durante toda su vida ha escrito 12 novelas, cinco ensayos y ficciones para adolescentes. Es profesora de escritura creativa y en 1992 ganó el Premio Pulitzer por Heredarás la tierra. Se considera a sí misma feminista gracias a su formación y a la crianza de su madre. Y es gracias a eso, dice, que pudo casarse y divorciarse 3 veces en su vida y estar en pareja en la actualidad. Pero fue cuando tenía treintaypico y 3 hijos cuando escribió sus novelas que ahora se reeditan en español: Un amor cualquiera y La edad del desconsuelo: “Cuando escribí esos libros mi vida estaba en plena agitación. Los 30 realmente fueron la edad del desconsuelo, como dice el título de la otra novela. Daba clases, tenía niños pequeños, estaba en medio de una separación”, recuerda.
En 125 páginas (un cuento largo pero poderoso) Smiley narra una historia que podría ser la de cualquier familia numerosa: las dificultades de combinar la crianza con el trabajo fuera de la casa, las violencias cotidianas del machismo, las piedras en el camino con las que se van encontrado los hijos al crecer. “Con esta obra, Jane Smiley se confirma como una de las autoras de su generación que con más elocuencia narra el amor familiar cotidiano, sus placeres y sus riesgos”, dijo Michiko Kakutani en The New York Times cuando Un amor cualquiera llegó a las manos de los y las lectoras en su país natal. Escrita hace más de 30 años llega ahora a la Argentina y es tan actual como entonces.