En junio de 2019, el cuerpo sin vida de María Lourdes Arangio apareció envuelto en  frazadas entre dos autos estacionados en el barrio porteño de Colegiales. Raúl Antonio Devias, su pareja, fue acusado de femicidio e imputado también por lesiones leves, privación ilegítima de la libertad y abuso sexual. En un fallo reciente, sin embargo, la justicia decidió absolverlo de esos delitos y dictarle una condena por “abandono seguido de muerte”, con una pena de seis años de prisión.

Raúl Antonio Devias (52), alias “El Gitano”, se encontraba procesado por el delito de "homicidio doblemente agravado por haber sido cometido contra su pareja y por haber mediado violencia de género", en perjuicio de María Lourdes Arangio (32). 

También estaba acusado por "lesiones leves, agravado por haber sido cometidas contra su pareja y por un hombre contra una mujer, mediando violencia de género, reiterado en al menos cinco oportunidades”;  “privación ilegítima de la libertad, doblemente agravado por haber sido cometido con violencia y amenazas reiteradas y contra un individuo a quien se le debe respeto particular, reiterado en al menos tres oportunidades”; y “abuso sexual, agravado por acceso carnal”.

En un fallo reciente del Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 3 porteño, los jueces Gustavo Jorge Rofrano, Gustavo Pablo Valle y Julio César Báez absolvieron al “Gitano” Devías de esos delitos y lo condenaron, en cambio, por el “abandono seguido de muerte” de Arangio, por lo que le dictaron una pena de seis años de prisión. 

Los fundamentos de la sentencia, informaron fuentes judiciales, se darán a conocer el próximo martes a las 17.30.

El caso 

El crimen se descubrió el 18 de junio de 2019 a la mañana, cuando un vecino llamó al 911 para reportar la presencia de un bulto de grandes dimensiones, empaquetado con dos frazadas entre dos autos estacionados, en Céspedes al 2900, en el barrio de Colegiales.

Al llegar, la policía halló el cadáver de Arangio, con una data de muerte estimada en 72 horas. Según la autopsia, la joven falleció de una congestión y un edema agudo de pulmón. Su cuerpo, precisaron los especialistas, no presentaba signos de una muerte violenta, dato del que se sirvió la defensa para intentar desligar al acusado al señalar que la muerte pudo producirse por consumo de drogas.

Sin embargo, una cámara de seguridad de la cuadra registró el momento exacto en que Devias depositaba, a las 5.34, el cuerpo envuelto de Lourdes detrás de un camión rastrojero, estacionado a diez metros de su casa de Céspedes 2947, por lo que el hombre quedó detenido. 

El 5 de julio, el juez de instrucción 26, Damián Kirszenbaum, procesó a Devias por el femicidio y a un segundo detenido por  "encubrimiento agravado": el vecino Gabriel Fernando Massara (50), que se entregó a la Policía por haber sido quien sacó el cuerpo hasta la calle.

En la resolución, el magistrado destacó que "El Gitano" tenía con Lourdes una "relación de poder basada principalmente en su adicción a las drogas, las cuales éste le proveía cuando la acogía en su casa" y que esa circunstancia le impedía a la víctima abandonar al imputado y "salir del contexto de violencia en el cual se hallaba".

En este marco, mencionó la presencia en el vínculo de "violencia física y psicológica". De acuerdo con la investigación, Devias amenazaba "de muerte" a Arangio y le decía que iba a secuestrar o a entregar a alguna de sus hijas "a una red de trata de personas". Además, los testigos mencionaron todo tipo de maltratos físicos, incluso que Arangio fue "picaneada" y que fue abusada sexualmente mientras estaba inconsciente.

El 31 de agosto de ese año, la sala I de la Cámara del Crimen le concedió al “Gitano” el beneficio del arresto domiciliario por una infección en los pies. Actualmente, sigue detenido en esa condición. El TOC 3, en su fallo, no hizo lugar al pedido de agravamiento de las condiciones de cumplimiento de la prisión preventiva, por lo que no habrá cambios por el momento.

La historia de Lourdes

“Para nosotras fue sentir que la tuvimos, que no la pudimos retener, que sentimos que iba a terminar mal. Y terminó mal”, dijeron a este diario, días después del crimen, dos médicas tocoginecólogas que trabajaban en la guardia del Hospital Pirovano y que conocían a Lourdes, a su madre y a sus dos hijas. 

La última hija de Lourdes nació en el Pirovano después de una internación de casi dos meses que para las profesionales fue una oportunidad que se perdió, como se les pierden todos los días lo que ellas llaman oportunidades y en rigor son chicas, la mayoría muy jóvenes, a veces adolescentes o niñas, que llegan a la guardia “de bajón”, cuando no hay nada que consumir y sin saber del todo qué pasó, dónde estuvieron o con quién mientras estuvieron “de gira”, reconstruyó la periodista Marta Dillon en una nota para Página/12.

“A Lourdes la conocíamos desde hace mucho, más de ocho años, era una chica que venía siempre en estado deplorable, la limpiábamos un poco y después se escapaba”, relataron las médicas. “También conocimos a la madre, siempre con la nena de Lourdes a cuestas, con la mochila de la escuela puesta. La hemos cuidado en nuestra oficina para que ella pudiera hacer trámites, golpear puertas por su hija. Ella no sabía qué hacer, nosotras no sabíamos qué hacer para retenerla”, contaron.

No se puede pensar las adicciones en general, porque para las mujeres es otro tema, para las mujeres su cuerpo se convierte en mercancía, es un bien comercial, de intercambio. Las usan los dealers; pierden toda autonomía sobre sus cuerpos. Nunca vi una piba empoderada porque su cuerpo le permite consumir, nunca”, dijeron las trabajadoras. “Y lo mismo pasa con la situación de calle, no es lo mismo siendo mujer, es más complejo”, añadieron.

“Nosotras teníamos guardia el miércoles, y siempre venía después de una gira que podría haber empezado el viernes o el jueves anterior. Lourdes era muy lúcida por otro lado, también venía después de situaciones en las que no sabía dónde había estado ni con quién, entonces le dábamos anticoncepción de emergencia, le dimos el kit de prevención de vih más de una vez, pero no se lo podíamos dar siempre, todas las semanas. La madre hablaba con servicio social, con nosotras, la madre quería internarla, pero en el hospital se hace asistencia primaria, después hay un hueco en el que las pacientes adictas se terminan yendo”, lamentaron.

Una de las médicas también recordó el momento en que en que Lourdes estuvo internada para que llegue a término su embarazo. Ya le habían practicado una ILE un tiempo antes, pero cuando volvió embarazada otra vez quiso seguir adelante aun sin poder dejar de consumir. “Venía los miércoles y nos iban a buscar. Le pasábamos suero y después se iba. Durante la internación hicimos un buen vínculo, pero no hubo una opción para darle, venían de psiquiatría a la mañana, la medicaban para controlar la situación aguda; después, nada. No puede ser la respuesta doparla para que no moleste", remarcaron. 

Y agregaron: "En el hospital están Alcohólicos Anónimos y Narcóticos Anónimos, pero ellos tampoco la podían ir a ver, su política es que tenía que ir ella para manifestar voluntad de recuperación. Y en el Sedronar nos decían lo mismo, que tenía que ir a un turno para manifestar voluntad. Y no entienden que esa opción es inviable para el tipo de pacientes que atendemos. Vienen ya con muchas secuelas, son chiquitas y los dealers están esperándolas en la puerta”.