Dos imágenes se hicieron virales este fin de semana. En una hay “demasiadas mujeres”, como canta El Madrileño C. Tangana. En la otra, ninguna. En la primera, tenemos un yate lujoso con un trapero rodeado de un harén de mujeres famosas en malla. En la otra, vemos cómo cientos de hombres corren desesperados tratando de colgarse de un avión militar estadounidense, que está en las antípodas del glamour de la aviación, aferrándose un pasaje que significa vivir o morirse. En esta foro, ciertamente, no hay ninguna. Dos postales contrapuestas que reflejan lo que significa la presencia o la ausencia de ellas en la foto, de un lado y del otro del mundo, y qué permiten y qué dejan pasar quienes se rasgan las vestiduras por los derechos civiles de las mujeres. ¿Qué hay en común en este juego contratante entre lo exclusivo y lo excluyente, lo aceptado y lo que provoca pavor, lo que se sobreexpone y lo que se esconde, quienes están y quienes están ocultas?
La imagen más viral de la semana es video que ya todxs vimos: el de las miles de personas corriendo en Afganistán tratando de subirse a un avión militar de EEUU, atiborrado de gente sentada en el piso. No hay palabras para entender la dimensión del miedo que debe sentir alguien que prefiere treparse de las ruedas de un avión en pleno despegue, antes que vivir bajo el régimen extremista talibán. Esa secuencia tan cruel, tan difícil de ver, también se repitió hasta el infinito mediático. Sin embargo, pocos medios señalaron lo evidente: ¿dónde estaban las mujeres y los niños? ¿Cuál era el plan? ¿Dejarlas abajo? ¿Abandonarlas a su suerte? ¿Dónde están ellas en la foto? ¿Por qué no tuvieron, ni siquiera, la mínima chance de salvarse? ¿Quiénes permitieron esto? ?¿A qué intereses responden? Si en la foto de Tangana es incómodo y molesto verlas alineadas y sirviendo a un discurso machista, acá su ausencia despierta interrogantes mucho más desoladores.
La Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán denunció cómo la irrupción de los Talibanes al poder, tras la retirada de las tropas Estadounidenses, podría poner en peligro los derechos conquistados, dentro de un contexto que ya era absolutamente sexista y peligroso para ellas. También, señaló el castigo que les espera en este nuevo escenario, mucho más peligroso y complejo: no podrán reírse, no podrán asomarse por las ventanas, no podrán conversar entre ellas en una fiesta, porque no podrán ir a ninguna. Las milicias talibanas ya están borrando en las calles los carteles donde se ven mujeres, como si pudiesen borrarlas. “Una de las principales feministas del país en el exilio comentó que las mujeres afganas tenían tres enemigos: la ocupación occidental, los talibanes y la Alianza del Norte. Con la salida de Estados Unidos, dijo, tendrán dos”, sintetizó para Viento Sur el historiador pakistaní Tariq Ali.
En definitiva, esta opresión no es para ellas algo nuevo: “El país se encuentra entre los menos favorables en el Índice de Desigualdad de Género y la tasa de alfabetización de las mujeres es de las más bajas del mundo” señala UNICEF. Las mujeres ya habían enfrentado múltiples violencias previas, durante la intervención de las tropas estadounidenses y también en el régimen Taliban anterior, pero temen que la situación se recrudezca y sea mucho peor. Ahora, “los talibanes han empezado a ir casa por casa buscando a las mujeres activistas”, señaló en una entrevista para El País la periodista y defensora de los derechos de la mujer, Humira Saqib. “Las activistas estamos atrapadas aquí, nos escondemos en casas de amigos o familiares y no podemos salir [a la calle] por el riesgo que corremos”, resumió.
Esto, sin dudas, provoca pavor en Occidente, donde creemos que estas condiciones de vida, subyugadas a prácticas fanáticas, son inaceptables y están por fuera de “nuestra” mentalidad; sobre todo, de eso se jactan los gobiernos más poderosos del norte global. Pero, en definitiva, quienes pudieron subirse al avión de Estados Unidos fueron, casi todos, hombres, cuando en realidad, las mujeres son quienes están más expuestas y amenazadas. Por otro lado, como señala Ali, aún “no se han publicado cifras fiables sobre la industria del trabajo sexual, que creció para servir a los ejércitos ocupantes”, y tampoco hay estadísticas creíbles sobre violaciones que ellos ejercían, “aunque los soldados estadounidenses con frecuencia utilizaron la violencia sexual contra ‘sospechosos de terrorismo’, violaron a civiles afganos y dieron luz verde al abuso infantil por parte de las milicias aliadas”.
En este momento, hay mujeres afganas escondidas y resistiendo, denunciando como pueden la violencia a la que están expuestas, rogando que nos las dejen sin internet. Otras, que también se viralizaron, salieron a las calles, en grupos pequeños pero bien juntas, con rifles de asalto y carteles, dispuestas a no dar ni un paso atrás. Del otro lado, milicias talibanas las amenazaban desde camionetas. Ellas, firmes en su lugar. Sin ningún varón alrededor que las apoye, claro.
Ahora, también, hay comentaristas manifestando de a miles en las redes sociales que ya es inaceptable la dinámica del harén en los productos culturales masivos. “Yate” es el nombre del último sencillo de C. Tangana y ya ha causado decepciones. ¿El motivo? En el posteo para promocionarlo se lo muestra a él en el centro, mirando a cámara, vestido, en un yate, rodeado de diez chicas influencers en bikini. De las diez, solo podemos ver los ojos de dos: las más famosas. El resto, tienen gafas y una mira para abajo. Todas son jóvenes, todas cumplen a rajatabla con los parámetros esperados de belleza que tiene que tener una chica hermosa.
Mientras que él creyó que todas las chicas del mundo hubiesen muerto por subirse a su yate, lo cierto es que el tiro le salió por la culata. Miles lo señalaron y se burlaron de la frágil masculinidad de El Madrileño, que necesitó hacer este despliegue burgués para demostrar…¿que es bien macho? ¿Acaso no había contado él a los cuatro vientos que había hecho un curso de feminismo acelerado, o algo así, para revisar estas actitudes? “Qué pereza”, “¿Qué es esto, 1993?”, “Ta rara la nueva temporada de Sky Rojo”, “¿No había un anuncio de Axe parecido?”, “El feministo”, “Mi amor, fotos así son tan años 90s, hay que madurar la estética”, “Deconstrúyete, amigue”, fueron algunos de los comentarios que recibió. Y mi favorita: “Si, pero ninguna es Rosalía”, (su ex, de quien dijo que ella ya no era interesante. ¿Despechado, o que?)
Sin embargo, a pesar de que los feminismos no dejen pasar estas puestas en escena y el yate de Tangana se haya convertido en una banana naufragando en Mar del Plata, lo cierto es que la industria pop sigue aferrada a estas propuestas, que creen que siguen siendo atractivas. Esta vez fue Tangana, pero ayer fue Maluma, antes de ayer fue Julio Iglesias y mañana será otro.
Las redes sociales, en su bombardeo constante de imágenes yuxtapuestas y aleatorias, nos dan pantallazos tipo “flashes” de distintos escenarios, aparentemente, paralelos. En este caso, la idea del harén y su imaginario, como punto de inflexión entre lo público y lo privado, permitió un cruce entre oriente, occidente y las múltiples representaciones entre un “nosotros” y “ellos”. Este fin de semana, vimos al mismo tiempo cómo la “civilidad occidental” habilita y promueve esto posados tipo harén; mientras que, por otro lado, condena las prácticas opresivas y patriarcales que los talibanes quieren imponer sobre las mujeres afganas. Con muchísima menos prensa, sin embargo, el ejército de Estados Unidos también incide en dinámicas sexistas en los países que interviene militarmente, en este caso, Afganistán. La primera foto fue festejada por el mainstream pop liderado por hombres. La segunda provocó espanto, y del machismo intervencionista se habló poco, hasta que vemos estas imágenes y nos preguntamos: ¿quiénes decide quién se sube al avión?