Se cumplen trece años de la sanción de la Ley 26.396, que protege a aquellxs que padecen algún tipo de trastorno alimentario, y garantiza, además, que las obras sociales cumplan al ciento por ciento el tratamiento nutricional, psicológico, clínico, quirúrgico, farmacológico, y todas las prácticas necesarias para su atención. Es una herramienta que funciona como amparo frente a la discriminación, porque también regula las publicidades y las prácticas de diseñadorxs que utilizan la extrema delgadez como símbolo de salud y belleza, que además deben ofrecer una imagen más plural de lxs jóvenes, en especial de mujeres y diversidades. La Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) estima que una de cada tres jóvenes padece patologías vinculadas a trastornos de la conducta alimentaria (TAC), como bulimia nerviosa, anorexia nerviosa u obesidad, en parte consecuencia del aislamiento al que obligó la pandemia. Los colegios deberían estar preparados para asistir y acompañar a chicxs que presenten estas problemáticas, según establece la ley, y también deben contar con las comodidades y el equipamiento necesario para las personas con obesidad, así como los comedores escolares están obligados a corregir las deficiencias o excesos en la alimentación. “Los quioscos en las escuelas, por ejemplo, deben ofrecer productos para una alimentación saludable, que tienen que estar a la vista de lxs alumnxs”, subraya un spot aniversario del Senado de la Nación. La reglamentación de la Ley 27.521, de Talles, que establece un sistema único normalizado de identificación de talles de indumentaria en todo el país, enlaza todo lo anterior al determinar que "será considerado acto discriminatorio cualquier práctica abusiva, vejatoria o estigmatizante referida al aspecto físico, género, orientación sexual, identidad de género u otra característica de las consumidoras y los consumidores". Sin embargo esta semana, la Secretaría de Comercio Interior de la Nación, a través de la Subsecretaría de Acciones para la Defensa de las y los Consumidores, tuvo que salirles al ruedo a los laboratorios Framingham y Formulab, para imputarlos por presunta publicidad engañosa de sus productos Satial y Vientre Plano, que se presentan como “suplementos dietarios” y se promocionan como una forma de adelgazar, manteniendo el consumo de alimentos con alto contenido calórico, en publicidades tradicionales y no tradicionales en televisión y en redes sociales como Instagram y Facebook. “Se advirtieron mensajes que contienen información que podría no resultar veraz e inducir a error, engaño o confusión a las y los consumidores”, advierte un comunicado del organismo. “Además, a través de dichas prácticas asociadas a información relativa a hábitos de alimentación y control de peso, las firmas efectuarían recomendaciones que representarían un riesgo para la salud e integridad física de sus consumidores y consumidoras.” Se trata de productos que promocionan su utilización como suplementos adicionales de dietas con alto contenido calórico y no recomendados para un régimen alimenticio tendiente a perder peso. Exhiben imágenes de platos con papas fritas, picadas, tortas y hamburguesas junto al envase del suplemento, que sugieren la posibilidad de comer cualquier tipo y cantidad de comidas en tanto sean consumidas junto con el producto, asociándolo con procesos de adelgazamiento fáciles y saludables, “con ideas y etiquetas relacionadas con el ´bienestar´, la ´alimentación saludable´, la ´nutrición´ y la ´vida sana´”, subraya el comunicado. "Desnaturalicemos la cultura de la dieta", anima un post de la nutricionista Lucía Ramos y la psicóloga Julieta Fantini en el IG de anybodyargentina. "¿Te pusiste a pensar cuántas veces se hace presente la cultura de la dieta en tu vida?", interpelan. Alimentarse debería ser una función placentera, nutritiva y amorosa, erótica si se quiere. Sería un hecho celebratorio que los trastornos alimentarios fueran abordados de a pasitos cuidadosos, en verdaderos tejes de contenciones institucionales y afectivas que fortalezcan, despojen de mandatos y vayan anidando en el propio cuerpo, esa caja de resonancia donde se derraman las agresiones cotidianas de laboratorios, de medios de comunicación, de panelistas random y faunas de "influencers" que debilitan todavía más la autoestima ya golpeada en reels desgastantes y chivos infernales, esa grasa incompatible con cualquier vida que merezca ser vivida con menos agotamiento y con un poco más de libertad.