Recibí hace una semana un ejemplar de “Mapamundi”, el nuevo libro de poesía de María del Rosario Andrada editado por Ediciones en danza y aún no presentado en Catamarca y me sumergí de inmediato en su lectura. Desde el primer poema (De como encontramos el primer mapa) se advierte que el Universalis Cosmographia de Waldseemüller – 1507 -, el extraordinario mapa que representa a nuestro continente como un cuerpo distinto de Asia y con nombre propio: América, es una metáfora de otros territorios cartografiados, donde acechan, también, colosales serpientes, vecinas de tierras incógnitas.

Dice Alfredo Frescia en su nota introductoria “El lector se embarca aquí en una travesía de océanos y continentes, pero también en la misma poesía de los mapas, sus monstruos o nereidas, ensenadas y abismos, como la vida, como el amor. Un viaje en fin vigilado por ángeles y guiado por una de las voces más destacadas de la actual poesía argentina y de América”

Acierta el autor de Poeta en el edén, la catamarqueña parece haber escuchado los pensamientos de ampalaguas que van tragando a cada uno por el nombre, así en “Hay pupilas extrañas” dice: vaya uno a saber / cuándo ocurrió / lo cierto es / que una mujer siempre cruza / por entre las piedras / para dejar florcitas / al otro lado del río. Hay un mapa o la voluntad de trazar un mapa y esa voluntad es claramente femenina, conmovedoramente humana: “La encontré después de muchos años / había perdido la memoria / no supo cómo llamarme / fue como atrapar mariposas / en verano”.

Como bien dice María Mascheroni en el prólogo: “Los primeros trazos en el arte de la cartografía -que comienza en algún lugar y tiempo indiscernibles- prescindían o, mejor, no concebían como un valor la exactitud de los datos. (…) La poeta se encuentra con el primer mapa que nombra a América, continente tantas veces transitado y redescubierto o inventado en su obra poética. Y desde ese encuentro un yo y un nosotras, una mujer que se desdobla emprende un viaje. La posición de esa voz fluctúa: por momentos viaja, en otros está trazando el mapa, o es testigo, o se precipita -encarnar un mapa no es trazarlo- confundiéndose con las geografías y los relatos del mundo”.

No es casual la elección del fragmento de Santiago Sylvester en Disposición de los mapas, de “Los casos particulares” (2014), que oficia de pórtico:

“La seducción de los viejos mapas: países amarillos,

blancos o verdes según el azar: ríos azules, los puntos

cardinales que tal vez sean necesarios, y el mar

poblado de endriagos.

Por ahí

deambula lo arbitrario: gigantes, hombres con la cara en

el pecho, tribus enteras alimentadas con el fruto del

olvido:

lo montruoso está dentro del orden: son demostraciones

del poder divino, que es quien sabe cómo se forma

la hermosura del mundo (…)”

No es lo mismo recorrer un mapa que viajar. En ese sentido, Mapamundi es un libro de viajes imaginarios - a la vez que vívidos -, cuando las circunstancias obligan al cuerpo a permanecer en tierra. El cuerpo, esa metáfora de mapas, geografía asombrosa que sólo conoce el que habita su intimidad, recuerda o profetiza: “(…) me arrodillé / quise unir los retazos / encontrar la fórmula / para desatar el universo / juntar nuestros cuerpos / en un solo planisferio”.

María del Rosario Andrada nació en Catamarca en 1954. Es autora de los poemarios: Uvas de invierno (1978), Casa olvidada (1982), Tatuaron los pájaros (1988), Anuin y los senderos del fuego (1992) Los cánticos de Otmerón (1998), Profanación en las alturas (2004), El último resplandor (2007), Los señores del jaguar (2011), Huayrapuca, la madre del viento (2014), Suri patitas largas (2015) y Wanaku (2017). Su obra poética reunida (1978-2018) fue publicada por Editorial Lisboa. También es autora de Las tres caras de la herejía (2003, cuentos). Ha sido incluída en prestigiosas antologías tanto nacionales como del extranjero. Fue presidenta del Colegio de Abogados de su provincia en dos oportunidades.

*Escritor.