“Espero que Dios, que hoy me la jugó en contra, tenga guardado algo mejor para mí”, había dicho un devastado José María “Pechito” López luego de perder las 24 Horas de Le Mans de 2019 en la última hora a raíz de una pinchadura. Aquella esperanza terminó de materializarse este domingo por la mañana, cuando el Toyota número 7, cuya conducción el cordobés alternó con el japonés Kamui Kobayashi y el británico Mike Conway, recibió antes que todos la bandera a cuadros en la edición 2021 de la carrera de larga duración más importante del mundo. De esta manera, Pechito –campeón vigente del Mundial de Endurance en el que se inscribe esta carrera– sumó a su palmarés una de las tres joyas de la corona del motorsport internacional junto a las 500 millas de Indianápolis y el Gran Premio de Mónaco de Fórmula 1.
La quinta fue la vencida para quien desde hoy es el segundo argentino –y tercer latinoamericano–después de José Froilán González en ganar en Le Mans. Salvo en su debut, donde abandonó en la vuelta 160 por problemas mecánicos, siempre había estado cerca. Tan cerca que varias veces pensó en alguna maldición sobrenatural que le impedía concretar lo que en las entrevistas suele llamar su máxima obsesión deportiva. En 2018, la perdió porque el equipo no llamó a su compañero Kobayashi a boxes cuando debía, obligándolo a dar una vuelta a mínima velocidad ante la posibilidad de quedarse sin nafta. Que el olvido haya servido en bandeja el triunfo al otro Toyota, que tenía al bicampeón de F1 Fernando Alonso en la tripulación, no hizo más que levantar un manto de sospechas sobre el favoritismo de la escudería japonesa.
Lo ocurrido al año siguiente acrecentó esa hipótesis. El auto 7, con López al volante, dominaba por casi un minuto faltando una hora para el final, hasta que un sensor empezó a marcar una posible pinchadura. Menuda sorpresa se llevó el cordobés cuando, ya en boxes, desde el habitáculo vio que solo cambiaban el neumático que sospechaban que estaba roto y no los cuatro, como indicaba a lógica. Fue así que el sensor siguió marcando una alerta que recién se acalló cuando, en una segunda detención consecutiva, el equipo finalmente cambió las cuatro gomas. Otro segundo lugar. Otra victoria de Alonso. La ausencia del español para la carrera de 2020 depositó en Pechito y sus compañeros el rótulo de favoritos. Pero un nuevo problema mecánico sobre el Ecuador de la competencia detuvo a su auto durante media hora en los garajes, relegándolo hasta la tercera posición final.
A diferencia de las ediciones anteriores, esta vez Pechito tuvo la suerte de su lado. Mejor dicho, tuvo la suerte de que el Toyota número 8, su principal rival, tuviera mala suerte: apenas unos segundos después del semáforo verde, en la primera curva de la primera vuelta de una carrera de más de cinco mil kilómetros, un toque de un rival lo marginó al fondo de un pelotón de más de 60 autos. Desde ese momento el auto 7 impuso una diferencia de un minuto que, más allá de algún descuento transitorio por las paradas para repostar combustible y cambiar neumáticos y piloto, mantuvo a lo largo de más de media carrera. Los problemas aerodinámicos en el 8, que lo obligaron a detenerse durante un par de minutos en la mañana francesa, estiraron la ventaja a más de una vuelta, allanando el camino hacia la gloria.
No alcanza con ser rápido para ganar una carrera de larga duración. Se necesita también constancia y, sobre todo, evitar los errores propios y ajenos. De estos últimos hay de sobra cuando 60 autos de distintas categorías y velocidades, varios con pilotos no profesionales arriba, corren durante un día entero en un circuito de 13,6 kilómetros, casi siempre por encima de los 250 kilómetros por hora. En ese sentido, lo del Toyota 7 fue indiscutible: 24 horas a ritmo constante, sin problemas mecánicos ni sobresaltos en un contexto por momentos muy complicado. Ni la pista húmeda por la lluvia intermitente de las primeras horas, ni los accidentes constantes ocurridos mayormente durante el atardecer del sábado y la primera parte de la noche –entre ellos el del otro argentino en pista, Franco Colapinto, que con 18 años se convirtió en el segundo piloto más joven en la historia de la categoría LMP2, en la que terminó octavo– significaron un problema para el auto del cordobés, quien estuvo al volante durante dos periodos (uno en plena noche, el otro a la mañana) que sumaron poco más de siete horas. Dios, al menos por esta vez, jugó a favor.