Para algunos sectores, las concesiones y negocios a costa de los bienes públicos sigue siendo un objetivo. Deberían saber que es un sueño intolerable para la inmensa mayoría de quienes habitamos este bendito país.
Por eso, después de que esta columna denunció el intolerable negocio de los durmientes de quebracho y otras maderas duras para las vías ferroviarias, y antes la larga serie de notas sobre la privatización menemista del río Paraná y la necesidad imperiosa e irrenunciable de no renovar concesiones ni entregar la soberanía sobre ese río ni ninguno de los acuíferos argentinos, todavía aparecen argumentaciones que también hay que desautorizar. Porque los impulsores de nuevas concesiones no aflojan, y también exponen en este diario, lo que es elogiable.
Una nota de la colega Natalí Risso de hace semana y media fue perfectamente demostrativa de cómo funciona el neoliberalismo, incluso y sobre todo en sus expresiones más elegantes y disimuladas. Pero cuya ideología, siempre y como el sol, asoma inexorablemente. “Es errónea la idea de que si un país concesiona pierde soberanía: si se hace mediante un proceso competitivo y transparente, puede resultar efectiva. Y si el concesionario no cumple, se cancelará. Tenemos concesionados los aeropuertos y las terminales portuarias; no veo un riesgo para la soberanía en este modelo, creo que se exagera un poco”, declaró el decano del Instituto de Transporte de la Universidad Nacional de San Martin, José Barbero, en un debate y discusión sobre el control de los puertos fluviales y la navegación de la red troncal Paraná-Río de la Plata.
Decano de una universidad pública, Barbero elogió los 25 años de gestión de la empresa Hidrovía SA, que, según él, "tuvo como resultado una mejora sustancial en las condiciones de navegación" ya que en 1994 la profundidad hasta la zona de Rosario era de 22 a 25 pies y la señalización era defectuosa, sólo para la navegación diurna. En 2020 ofrecía 34 pies y un balizamiento de calidad". Y fue más allá al subrayar que "hay que profundizar el dragado de los 34 pies actuales a 36, 38 o 40 pies". Así como se pronunció en contra del Canal Magdalena, ya que al actual Canal Punta Indio "también se propone profundizarlo y extenderlo" y "no hay estudios económicos que avalen la conveniencia de contar con dos ingresos náuticos".
Es interesante anotar que, en la misma linea y casi a la par, se publicó otra nota en la que el Secretario de Transporte, Diego Giuliano, morigeró la idea pero sin contradecirla: "La Hidrovía Paraguay-Paraná ya no puede tener el modelo de concesión de los ‘90", dijo, admitiendo que "habrá que ejercer mayores controles estatales". Y subrayó también que “no queremos la misma concesión de la década de los ‘90", aunque no dijo cuál otra querría, indefinición que no es baladí porque el Sr. Giuliano, que fue candidato a concejal rosarino de un Frente con el PRO cuando el Sr. Miguel Del Sel era candidato a diputado nacional, según se lee en el Diario La Capital del lunes 3 de Junio de 2013, es hoy nada menos que el brazo derecho del ministro de Transporte del FdT.
Estas exposiciones se dan en un contexto muy preocupante. En Santa Fe, el muy respetado diputado provincial Carlos Del Frade anunció este viernes el cierre silencioso de la Dow Chemical, que es la única industria que hace el material básico para la fabricación de colchones argentinos. Cierre previsto para mayo de 2022, cuando se demolerá la fábrica para impedir que haya competencia a la industria extranjera de colchones. Altamente rentable, destruir este tipo de industrias condenará aún más a la Argentina a ser una factoría importadora.
Lo sigiloso del procedimiento tiene que ver con ciertos modos y estilos del neoliberalismo empresarial más recalcitrante. Lo comprobó este columnista después de la nota de la semana pasada sobre la tala de los pocos bosques de quebrachos y maderas duras que nos quedan, para fabricar durmientes para las vías ferroviarias, anuncio --cuándo no-- del Ministerio de Transportes de la Nación.
Esa nota desató varias "invitaciones" para conversar y "esclarecer" las posiciones, incluyendo acusaciones de que Geenpeace es "de derecha" y argumentos como que a los quebrachos los cortarán pymes de "esforzados propietarios de campos" y no "empresas". La respuesta de esta columna fue preferir el silencio antes que aceptar debates inútiles, dada la posición que seguirá teniendo: la soberanía sobre el Paraná no se entrega y hay que dejar que el río se recupere naturalmente; los humedales son sagrados; y quebrachos a cortar, ni uno más y no hay argumento contrario que valga. Basta es basta, como soberanía es soberanía.
Claro que estos conceptos auguran nuevas discusiones, todas necesarias, sobre los muchos asuntos paralelos que están ya en el horizonte inmediato. Ahí está, de ayer mismo, la nota sobre el litio, que es importante para que el respetable entienda y sepa defender lo que es suyo más allá de los cantos de sirenas. El Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), de los Estados Unidos, asegura que la importancia del litio como mineral estratégico aumentará en los próximos años y señala a la Argentina como “el caso más prometedor para la expansión de la industria del litio". Lo que en las actuales circunstancias no se sabe si es para celebrar o alarmarse, dado el título del informe: "Triángulo de litio de América del Sur: oportunidades para la administración Biden".
Este columnista conoce muy bien las lagunas cordilleranas jujeñas, a entre 4000 y 5000 metros de altura, donde desde hace décadas se explotan grandes salinas y hace relativamente poco tiempo estalló la ambición por nuestro litio. Que ya se perfila como otra cuestión fundamental de soberanía en el contexto de una sociedad desencantada y abrumada por el empobrecimiento y el hambre. Lo que está exigiendo que esta república ponga límites claros y precisos a todas las sobreexplotaciones bárbaras. Las Malvinas, el Paraná, los humedales, los bosques, el desarrollo tecnológico, el despegue industrial autónomo y la mejor calidad de vida para 50 millones de compatriotas ya no es, solamente, un anhelo. Es una urgencia absoluta, e incluye a la Argentina subterránea y subacuática. Esto es, el litio ahora, como el oro, la plata, el cobre, el uranio, el petróleo y la enorme riqueza ictícola marítima y fluvial.
Todo lo cual trae a debate la cuestión fundamental que ya no se puede eludir ni demorar: es urgente y necesaria una reforma constitucional profunda, porque la Constitución de 1994 contiene algunas fallas o carencias que urge reparar, y este artículo se propone como posible reinicio de la discusión.
Si se toma el ejemplo del Paraná, por un lado, y por el otro se ve el desastre de la megaminería, y ahora la apropiación de hecho del litio jujeño, ya anunciada por el gobernador y guardiacárcel feroz de Milagro Sala, Sr. Gerardo Morales, es un hecho que los constituyentes menemistas y radicales del 94, nos dejaron dos cuestionables y ambiguos artículos, el 124 y el 125, por los cuales y en palabras claras, prácticamente cada provincia hace lo que le parece, subsuelo incluido como si fuese del gobierno que lo pisa y no de la Nación Argentina. El daño patrimonial que esto nos trajo en los últimos 26 años ha sido y sigue siendo peligroso, y con grave perspectiva.
Esto lleva a replantear, como desde hace más de 20 años, lo que esta columna primereó desde 2016 y en innumerables artículos, junto a distinguidos constitucionalistas como Jorge Cholvis, Eduardo Barcesat, Raúl Zaffaroni y Raúl Gustavo Ferreira, todos maltratados por la prensa neoliberal y sus mentimedios durante el nefasto ministerio del Sr. Garavano.