Con la partida de José Yudica a los 85 años de edad y luego de un largo deterioro de su salud, el fútbol argentino pierde a uno de los grandes directores técnicos de su historia. Acaso no se hable tanto de él porque fue un cultor estricto del bajo perfil que siempre le cedió el protagonismo a sus jugadores. Pero entre 1978 y 1988 logró armar cinco equipos campeones apelando a una fórmula remanida pero no siempre aplicada: buen ojo para elegir y combinar lo diferente, ideas claras, pocas palabras y caracter firme. 

Yudica dirigió a Quilmes cuando alcanzó su único título de Primera (Metropolitano 1978) y en 1981 en uno de sus tantos ascensos a la máxima categoría. En 1982 devolvió a San Lorenzo a la A luego de su memorable paso por la B y en 1985 llenó de gloria a Argentinos Juniors: ganó el Campeonato Nacional y la Copa Libertadores de ese año y estuvo a cuatro minutos apenas de conseguir la Copa Intercontinental en la extraordinaria final ante Juventus en Tokio. Por último en 1988, llevó a Newell's al título de la temporada 87/88 y a la final de la Copa Libertadores que perdió ante Nacional de Montevideo. Comparte un record con Américo Gallego: salió campeón de Primera con tres equipos diferentes. 

Llama la atención que con semejante recorrido, el nombre de Yudica nunca haya circulado entre los candidatos para dirigir a los cinco equipos grandes e incluso la Selección Nacional. La razón hay que buscarla en su propia forma de ser: nunca fue lobbista de sí mismo y nunca hizo concesiones para parecer simpático. Tenía su forma de ver y hacer las cosas y no la negociaba: hacía respetar sus contratos, no transaba con algunos personajes del ambiente del fútbol y no dudaba a enfrentarse con quien fuera necesario hacerlo: alguna vez, incluso, junto con su hijo, ahuyentó a los tiros a la barra de Argentinos Juniors cuando en 1992 fue a pedirle explicaciones por unos malos resultados. Así era y así actuaba. La rectitud y sus convicciones por encima de todo

Nacido en Rosario el 26 de febrero de 1936, Yudica inició su carrera como futbolista en el club Morning Star de esa ciudad, con el que en 1952 llegó a ganar los Juegos Evita. Habilidoso y esmirriado (lo apodaban el "Piojo") pero también goleador, rapidamente Newell's reparó en él y lo contrató, haciéndolo debutar en Primera en 1954. En 1956 y con apenas 19 años, fue convocado a la Selección Argentina para jugar un amistoso ante Italia en el estadio Monumental y en 1959, lo contrató Boca donde estuvo hasta 1962, año en el que pasó a Vélez como parte de pago del pase de Carmelo Simeone. En 1964, jugó para Estudiantes, entre 1965 y 1966 lo hizo para Platense, en 1967 estuvo en Quilmes y tras un paso de dos años por el Deportivo Cali de Colombia, a su regreso militó en el ascenso para Talleres de Remedios de Escalada en 1970/71 y cerró su carrera en San Telmo en 1972. En Primera jugó 318 partidos y señaló 56 goles. En la B sumó 59 encuentros y marcó 12 tantos. Fue un buen jugador, pero de ninguna manera una estrella.

En los últimos tiempos de su carrera como futbolista, reformuló su estilo: de puntero izquierdo habilidoso, se convirtió en un armador inteligente, que jugaba más retrasado (en la antigua posición del ocho o del diez) y se destacaba por la precisión de sus pases. Esa visión del fútbol la aplicó cuando en 1974, arrancó su carrera como técnico al frente de Altos Hornos Zapla de Jujuy en el campeonato Nacional de ese año. Práctico, inteligente para poner a los jugadores donde mejor rendían, astuto para leer los distintos momentos de los partidos, exigente en el trabajo de la semana y con espalda para sostener sus decisiones y manejar planteles complicados, en poco tiempo, Yudica se hizo respetar en el mundo del fútbol. Mucho más cuando en 1978, le peleó mano a mano el campeonato Metropolitano al poderoso Boca que dirigía Juan Carlos Lorenzo y se lo ganó en la última fecha, con un recordado triunfo 3-2 ante Rosario Central en Arroyito con un golazo desde fuera del área de Jorge Gáspari.

Yudica además tuvo un mérito adicional como técnico: no retocaba exageradamente sus equipos. Cuando los encontraba, sólo hacía cambios en caso de lesiones o de rendimientos demasiado bajos. Por eso, casi que se pueden recitar de memoria. Aquel Quilmes inolvidable del 78, por ejemplo, formaba con Palacios, Zárate, Milozzi, Fanesi y Medina; Bianchini, Gáspari y Salinas, Filardo, Andreuchi y Milano. Su Argentinos campeón de casi todo, iba con Vidallé; Villalba, Pavoni, Olguín y Domenech, Videla, Batista y Commisso, Castro, Pasculli (luego Borghi) y Ereros. Y en Newells jugaban Scoponi; Basualdo, Theiler, Pautasso y Sensini; Martino, Llop y Rossi; Dezotti, Ramos o Balbo y Almirón.

"No me puedo quejar. Me fue bien. Jugando y dirigiendo. Eso sí: siempre respetando una línea y estilo de fútbol. Una manera de jugar al fútbol. Lo que me genera orgullo es que nunca me traicioné. Ni quise ganar partidos o títulos haciendo lo que no sentía. Eso conmigo nunca tuvo cabida" , dijo Yudica a modo de balance en una de las últimas entrevistas que pudo dar. Ganó cinco títulos en una década y armó equipos memorables. Y lo hizo a su manera, sin hacer mucho ruido, de la misma manera en la que se fue.