¿Qué hubiese ocurrido si Eva Perón y Victoria Ocampo se hubieran encontrado? De esa inquietud partió la dramaturga Mónica Ottino para escribir Eva y Victoria, una obra que con el paso de los años se convirtió en un clásico de la escena nacional.
Escrita en 1986, e interpretada con múltiples versiones, la pieza volvió a la cartelera con la dirección de Manuel González Gil y los protagónicos de María Valenzuela y Sabrina Carballo quienes se ponen en la piel de Victoria y Eva, respectivamente, en un elenco que se completa con Belén Romano, que encarna a la empleada doméstica de ambas. Las funciones son de jueves a domingos a las 20, en el Teatro Multiescena (Corrientes 1764).
La historia se desarrolla en 1947. Y la dramaturgia hace verosímil lo que nunca ocurrió: Evita llama a la residencia de Ocampo y anuncia su llegada para proponerle a la escritora una alianza con el objetivo de avanzar hacia la sanción de la ley de voto femenino. Pero las diferencias de ideas, de clase y de orígenes pueden más que los consensos, y esa antinomia las arrastra a una batalla dialéctica sin treguas.
“Esta obra es una clase de historia. Queremos que la vea todo el mundo. Es para todos, e incluso muy dinámica para los jóvenes”, afirma Carballo, quien asume el desafío de interpretar a una Evita en una faceta íntima, alejada del mito.
Casi treinta años pasaron desde el estreno, en diciembre de 1991. La representación, dirigida por Oscar Barney Finn, tuvo lugar en el Teatro de La Campana en el marco del ciclo de teatro leído Grandes textos en la voz de grandes actores y contó con la actuación de Marilina Ross en el papel de Evita y China Zorrilla en el de Victoria Ocampo (personaje que interpretaría durante siete años). Meses más tarde, en 1992, las protagonistas serían Luisina Brando y Zorrilla, quien en 2007 ocupó el rol de directora en otra versión.
“Eva y Victoria ya es un ícono del teatro argentino, y además es una historia que tiene una actualidad total”, sostiene Valenzuela sobre la puesta con la que iniciaron una gira por el Gran Buenos Aires antes de desembarcar en la calle Corrientes. “Esta es la historia de dos mujeres empoderadas y transgresoras para su época, porque ambas lucharon contra un mundo dominado por hombres”.
-Evita es un personaje muy representado, y Victoria, por el contrario, es una figura de la que se conoce poco a nivel masivo. ¿De qué manera trabajaron en cada caso esa dificultad?
Sabrina Carballo: -No hay tanta información de cómo era Evita en su día a día, porque lo que en general se mostró siempre fueron sus discursos. Y hablé con gente grande, pero no encontré a nadie que la hubiera conocido personalmente, entonces las únicas referencias que tenía de ella llegaron por el lado de las películas. Para la composición hablé mucho con el director. Al principio, no sabía si tenía que imitarla porque creía que si hacía eso la interpretación iba a quedar un poco burda. Y Manuel me dijo: “Hacé lo que sientas”. Después, arriba del escenario, mi papel se completa con el de Victoria que hace María, porque eso me lleva a ciertos lugares. Y todas las funciones son diferentes.
María Valenzuela: -Cuando Manuel nos dio el texto de la obra, también nos dio una sinopsis con el contexto de cada figura, con años, fechas y acontecimientos. Y esa información me ayudó. A partir de ahí, empecé a bucear por dónde iba mi personaje, y el director nos marcó muy bien los momentos en los que sube la tensión del encuentro y también dónde aparece la ironía entre ambas.
-¿Qué descubrieron de las personalidades de estas mujeres?
M.V.: -Yo me enteré de que Victoria Ocampo fue la primera mujer en sacar el registro para conducir, y que tenía su propio automóvil. También era una mujer que usaba pantalones, y que era bastante austera a pesar de que tenía muchísimo dinero. Por eso le recriminaba a Evita, entre otras cosas, el hecho de usar brillantes y pieles.
S.C.: -Lo que aprendí es que Evita fue una luchadora. Se puede estar de acuerdo o no con ella y con sus formas, pero hizo muchas cosas y fue una gran mujer. Por algo es un ícono. Creo que fue un ejemplo de perseverancia.
-En la puesta, ambas se muestran inflexibles pero Evita es la más conciliadora. Porque es ella la que va en la búsqueda de Victoria, aun a sabiendas de que se opondrá a ayudarla. ¿Qué piensan acerca de esa decisión de la autora?
M.V.: -A mí me divierte el hecho de que sea Eva la que busque a Victoria, pero eso no lo hace tranquila, sino demostrando su poder en muchas ocasiones. Ella sabe de antemano que Victoria se va a negar a su propuesta. Y años después, cuando se está muriendo, la manda a llamar para verse otra vez porque creo que, de alguna manera, Evita admiraba a Ocampo y se sentía identificada con ella. En la puesta hay momentos donde cada una tiene la verdad.
S.C.: -Se pueden hacer distintas lecturas. Quien quiere a Evita puede valorar que la busque a Victoria, y quien no la quiere puede entender eso como un gesto de soberbia. Creo que ella era alguien que necesitaba la aprobación de los demás, y también de Victoria. Por eso, en un momento, le dice: “Usted me desprecia y me considera inferior”. Y ella no quería que la vieran así.
-Se cumplirán treinta años desde el estreno de esta obra. ¿Cómo se explica su vigencia?
S.C.: -La obra cuenta algo que podría haber ocurrido hace setenta años pero que tiene una cercanía con las discusiones políticas que ocurren hoy. Eso es porque tenemos una Argentina con una historia un poco cíclica. Pienso que con este espectáculo se busca decir que si no hubiera tanta rivalidad, se podrían conseguir cosas mucho más rápido sin reparar en quién las consigue. Porque no debería importar eso, sino que las políticas favorezcan al bienestar general. Para mí este encuentro entre Eva y Victoria deja ese mensaje esperanzador.