La Sala Leopoldo Lugones, colmada en su capacidad, se convirtió durante una hora en una clase abierta de matemáticas en la que no faltaron estudiantes aplicados, dudas, errores, aciertos, razonamientos lógicos pero sobre todo muchas risas. Es que el periodista y matemático presentó en la 43ª Feria del Libro de Buenos Aires su última publicación, El que pierde gana: 10 desafíos matemáticos para chicos (Penguin Random House), un trabajo en el que por primera vez adopta el desafío de dirigirse al público más pequeño. “Es un territorio novedoso para mí, entonces quiero aprender a hacerlo”, dijo, bajándose de un supuesto lugar de iluminado. “Podía haber leído lo que los demás habían hecho, pero eso hubiera incidido en lo que yo quería hacer. Entonces, se me ocurrió probar desde cero, porque en general tengo buena relaciones con los chicos, me llevo muy bien con ellos. Yo quiero que los chicos sean tratados como personitas que vivieron menos tiempo, no como idiotas”, se explayó el autor.
El que pierda gana (2017) integra una colección de divulgación científica orientada al publico infantil que dirige el columnista de este diario. La primera publicación, En Robotilandia pasan cosas raras, salió a fines del año pasado y se espera la salida de dos más. Esta colección invita a chicos y chicas a “plantearse enigmas, pensar en distintas soluciones, y jugar en familia o en la escuela”, siempre con un enfoque lúdico y recreativo. Un paso más que va en sintonía con una tarea que lo apasiona: acercar las matemáticas a todos los públicos y demostrar que pueden ser accesibles para cualquier persona. “Estoy tratando de demostrar que si yo puedo hacerlo, puede hacerlo cualquiera, porque no tengo ningún privilegio intelectual en ese sentido. Lo que tengo es acceso a la información. Entonces, lo que tenemos que hacer es generar esas condiciones para que todos tengan acceso a lo mismo, por eso hay que socializar el conocimiento”, sostuvo.
“El lenguaje, en este caso, cambió, porque en general yo escribo de usted y en estos libros escribo de ‘vos’. Pero lo que quería era transmitir la duda”, plantea Paenza. “Cuando yo crecía, lo que me mortificaba mucho es que yo leía (en libros de matemática) no solo el problema, sino que aparecía la solución y yo no veía la duda del autor. ¿Cómo se les ocurría tan rápido? Porque es muy descorazonador cuando a uno le dan la respuesta tan rápido. Por eso es importante ver la duda, mostrarnos vulnerables, reconocer que nos equivocamos o que una investigación nos llevó mucho tiempo. Porque eso es cierto, no lo estoy fingiendo”.
La intención del autor, entonces, fue mostrarle al lector que no todo tiene solución en la vida y de este modo afrontar la frustración de no saber una respuesta. “Mostrar las estaciones intermedias también forman parte del resultado e incluso hay cosas que aún no tienen solución. Ahora en Estados Unidos inclusive se está hablando de publicar, cuando hay un problema, las cosas que alguien intentó y no funcionaron. Porque de esa manera ahorraría tiempo a otras personas que están investigando por caminos similares, pero que no se enteraron porque no salió la publicación. Los científicos solo publican cuando los resultados les dan bien, no cuando les va mal. El error tiene mala prensa, porque la sociedad premia al que llega primero, al que salta más alto, al que corre más rapido”, le dijo a PáginaI12.
En un ambiente amigable, distendido y para nada aburrido, Paenza se dedicó casi todo el tiempo a proponer juegos o “desafíos”, con la activa participación del público, más que a dar una cátedra de matemática o explicar los pormenores del libro. Uno de los ejercicios más divertidos fue uno basado en el popular Tetris, un juego en el que los participantes tuvieron que ensamblar siete piezas de cuatro cuadrados cada una y diferentes formas en un casillero de cuatro filas por siete columnas, que dan como resultado 28 cuadrados. La cuestión es que no encajaban todas las piezas en el casillero. “La potencia de la matemática tiene que ver con elaborar una estrategia para resolver posibles problemas”, dijo ante un auditorio lleno y dio a entender que el proceso muchas veces es más enriquecedor que el resultado final.