Desde Lima
En diálogo con PáginaI12, el primer canciller del gobierno de Pedro Castillo, el exguerrillero y sociólogo Héctor Béjar, que antes de cumplir tres semanas en el cargo tuvo que renunciar a pedido del gobierno por presiones de los militares, la derecha y los medios, habla sobre los entretelones y repercusiones de su salida, el rumbo que está tomando la gestión de Castillo y los riesgos para su estabilidad. Este martes, Béjar traspasó la conducción de las relaciones exteriores del país a su sucesor, el diplomático Oscar Maúrtua, quien ya ejerció el cargo en el gobierno neoliberal de Alejandro Toledo (2001-2006). En su discurso de despedida insistió en lo que había dicho cuando asumió la Cancillería: la necesidad de cambiar la política exterior peruana para apostar por la integración regional.
El excanciller revela que después que la Marina emitiera un airado comunicado atacándolo por haber dicho, en una pasada conferencia dada antes de ser ministro, que miembros de ese instituto armado iniciaron en los años setenta el terrorismo en el país -hubo atentados contra altos oficiales de la propia Marina que apoyaban al gobierno reformista de izquierda del general Juan Velasco y sabotaje con explosivos contra dos barcos pesqueros cubanos-, lo llamó el jefe del gabinete ministerial, Guido Bellido, para comunicarle que el gobierno quería su renuncia. “Eso fue muy divertido porque Bellido estaba muy nervioso y no sabía explicar lo que quería decirme”, dice, riendo.
- La Marina amenazó denunciarlo judicialmente si no se rectifica y pide disculpas por sus afirmaciones de que ese instituto armado inició el terrorismo en el Perú. ¿Lo va a hacer?
- Claro que no. Lo que he hecho es acopiar más información. Lo que yo he dicho en una conferencia del año pasado de que, en 1974, antes que aparezca Sendero Luminoso en 1980, elementos de la Marina iniciaron el terrorismo en el Perú, es una verdad histórica.
- ¿En la guerra interna de los años ochenta y noventa hubo terrorismo de Estado?
- Claro que sí. El terrorismo de Estado fue terrible. Los Andes peruanos son una gran fosa común, hay miles de personas sepultadas. En el cuartel general del ejército, que aquí llamamos El Pentagonito, ubicado en un barrio residencial de Lima, hay hornos en los que se quemaron cuerpos. Son tan torpes que dejaron un dedo carbonizado, lo cual permitió comprobar que ahí se quemaban cadáveres.
- ¿Que el gobierno haya cedido a las presiones de la derecha y los militares para su salida de la Cancillería demuestra su debilidad y ha permitido que esos sectores ganen un importante espacio?
- Sí, absolutamente. Lo ocurrido ha sido una muestra de debilidad del gobierno ante el poder armado y un precedente muy peligroso. Aquí la derecha está formada por mafias comprometidas en diversos delitos que se cubren con una ideología de ultraderecha. Esos sectores han ganado muchísimo espacio político, pero en la calle no han ganado espacio. Esto ha sido el comienzo de un golpe de Estado blando. Los grupos ultras del Congreso lo que quieren es la destitución del presidente. La derecha puede sacar a Castillo en el Parlamento, otra cosa es que el Perú lo acepte.
- ¿La calle se levantaría si sacan a Castillo?
- Estos grupos de derecha están sumamente desprestigiados y me parece difícil que el país, más allá que la calle apoye o no al presidente Castillo, acepte un gobierno impuesto por estos grupos de delincuentes.
- ¿Por qué cree que la oposición de derecha al gobierno apuntó prioritariamente contra usted?
- A ellos les parece inaceptable que alguien que ha estado en la guerrilla esté en el gobierno. Les parecía que yo era el más peligroso del régimen, porque tengo una posición clara. En mi primer mensaje como canciller anuncié una política exterior independiente, soberana, eso es inaceptable para esos sectores.
- ¿Se forzó su salida para bloquear un cambio en la política exterior que priorice la integración regional?
- Sí. Ellos todavía viven la era Trump. La política exterior peruana ha obedecido a la política de Trump sin ninguna discusión. Trump ya no está, pero ellos siguen con esa política.
- ¿Cómo ve la política exterior peruana con el nuevo canciller Oscar Maúrtua?
- Es una interrogante. Espero que sean lo suficientemente valientes para no aceptar las sanciones contra Venezuela. Ojalá se tenga la decencia de no continuar la política hostil que ha habido contra ese país hermano. Por cortesía no quiero opinar sobre el nuevo canciller, pero tengo profundas dudas sobre la capacidad del gobierno de Castillo para mantener una política exterior digna.
- ¿Cuánta importancia le da Castillo a la política exterior, a la integración regional?
- Eso no está en su agenda prioritaria. Creo que eso lo tiene asumido de manera muy vaga, muy poco precisa.
- ¿El gobierno entregó su cabeza a la derecha para intentar bajar sus críticas pocos días antes que este jueves el gabinete ministerial se presente en el Congreso para pedir el voto de confianza?
- Sí. Quieren hacer méritos para que el Congreso, que está bajo la presión de un grupo de ultraderecha tipo Vox, los acepte. Desgraciadamente hay una tradición de un sector de la izquierda peruana de querer ser la izquierda que la derecha acepta. Creo que esa es la conducta que el gobierno está adoptando en este momento.
- ¿La estrategia de la derecha es centrar sus ataques contra el sector más de izquierda del gobierno?
- Sí, coincido con eso. La estrategia de estos grupos es primero hacer que el gobierno se desembarace de su izquierda más radical, cosa que ya el gobierno está haciendo, dividir al gobierno, que es una especie de alianza entre radicales y moderados, y cuando esa división esté establecida comenzar a atacar a los grupos moderados de la izquierda que están en el gabinete y sobre la base de este ataque chantajear a estos grupos moderados para que giren a la derecha. Si no logran eso, buscarán sacar al presidente Castillo.
- ¿Cómo ha visto al presidente Castillo y al gobierno desde adentro del Ejecutivo?
- Para ser franco, he visto un gobierno heterogéneo, débil, con una estatura menor que la necesaria. Y a un presidente sorprendido, que desconoce los mecanismos del poder estatal. Los grupos corruptos tienen iniciativa, mucho dinero y sí conocen el Estado. Hay una situación de desigualdad muy peligrosa para los intereses del pueblo y del país.
- ¿Siente desilusión por el rumbo que está tomando el gobierno?
- Más que desilusión, diría preocupación, y peor todavía, más que preocupación, casi tengo la convicción que el Perú se encamina a un gobierno de centro que es inviable, porque la corrupción es tan grande y el poder de estos grupos tan feroz que ni siquiera eso los va a satisfacer.
- ¿Cuál es la alternativa?
- Trazar una línea roja que no debe pasarse, que Castillo mantenga su alianza con los sectores más radicales y sobre la base de esa alianza proyectar una democracia real, con protagonismo de los sectores más pobres, a los que hay que darles poder.
- ¿Es viable un gobierno radical de Castillo con la derecha controlando el Congreso?
- Creo que sí, porque estos grupos de derecha son cobardes y cuando la gente se moviliza en la calle los matones corren. Se debe movilizar a la gente, pero no solo en mítines y manifestaciones, sino poniendo el poder en manos del pueblo, en los comités barriales que ya existen, darle poder a esa población. Esa enorme red de organización popular que hay en el Perú que está desarticulada, el gobierno debería articularla y transferirle poder y crear una nueva situación. Eso tiene que ser alrededor de los puntos que están en la primera agenda de sobrevivencia de la gente, que son trabajo, salud y educación.
- ¿Qué le dijo Castillo cuando le ofreció la Cancillería?
- Nunca antes había hablado con él. Me dijo que quería nombrarme canciller en homenaje a lo que represento. El homenaje no era a mí, sino a todos los que lucharon conmigo, sobre todo a ellos. Cómo iba a decir que no. No esperaba esa propuesta, vacilé unos quince segundos y acepté.
- ¿Cómo se siente ahora que ha tenido que dejar la Cancillería?
- Me siento muy bien, liberado. Seguiré escribiendo, dando conferencias. Seguiré tratando de colaborar con el gobierno porque esta es una oportunidad histórica que no debemos perder. Seré siempre un aliado del gobierno. Claro que si el gobierno se va al otro lado, entonces ya no seré su aliado. He recibido una enorme adhesión de miles de personas de toda América Latina, incluyendo muchos compañeros y compañeras de Argentina, por lo que estoy muy agradecido.