Ubú patagónico 8 puntos
Dramaturgia y dirección: Mariana Chaud.
Elenco: Mariana Chaud o Laura Paredes, Marcos Ferrante, Santiago Gobernori, Nicolás Levín, Fernando Tur.
Coreografía: Luciana Acuña.
Música original: Pablo Dacal.
Diseño sonoro: Fernando Tur.
Iluminación: Matías Sendón.
Vestuario: Gabriela A. Fernández.
Diseño de objetos: Gabriel Baggio.
Escenografía: Ariel Vaccaro.
Funciones en el Teatro Sarmiento (Sarmiento 2715), de jueves a domingos a las 20 hasta el 29 de agosto. Las entradas pueden adquirirse en la web del Complejo Teatral de Buenos Aires.
Ubú patagónico (2014) fue gestada por Mariana Chaud para el ciclo “Invocaciones”, creado por Mercedes Halfon y Carolina Martín Ferro. La idea era revisitar el legado teatral del siglo XX (Meyerhold, Jarry, Brecht, Artaud, Pasolini, Kantor, Fassbinder, Discépolo, Stanislavski) desde la mirada de creadores argentinos: “Una tradición que reclama ser retomada para discutirse, repensarse y reflexionar sobre la práctica de las artes escénicas hoy, en esta ciudad”, explicaba el programa. A siete años de su estreno, la obra inicia la retrospectiva de la dramaturga que tendrá lugar hasta fin de año en el Teatro Sarmiento, en el marco del programa Artista en Residencia.
Una de las premisas de aquel ciclo era que el foco no estuviera puesto únicamente en los textos dramáticos sino también en diarios, cartas, ensayos, manifiestos, discursos, notas periodísticas o reflexiones teóricas de los artistas invocados. Por eso la pieza retoma a Ubú rey de Alfred Jarry, pero también remite a otros textos del francés (Los días y las noches, Gestas y opiniones del Doctor Faustroll, patafísico) e incluso establece un diálogo con la producción de Chaud (Los sueños de Cohanaco). En Ubú patagónico los textos configuran el tejido sobre el cual los actores se montan como equilibristas.
Las criaturas encarnadas por Laura Paredes (o Chaud), Marcos Ferrante, Santiago Gobernori, Nicolás Levín y Fernando Tur se contorsionan, ruedan, corren o saltan por un paisaje donde se destaca la presencia de unos bellísimos huevos perlados; son actores que prueban la proyección de sus voces en la sala pero también son reyes, usurpadores de la corona, miembros de la corte, vacas, soldados, ciclistas al borde del abismo, una troupe de músicos o patagones reunidos alrededor del fuego. Lo que prima es el tono humorístico pero no se trata de un humor frívolo sino más bien sardónico que –tal como decía Jarry– nace “del descubrimiento de lo contradictorio”.
Los expedicionarios ubuescos intercambian identidades y se deslizan de un texto a otro en busca del sentido, o quizás con el único propósito del extravío, porque para encontrar algo primero hay que perderlo. La ensayista española Lola Bermúdez utiliza la idea de “espiral de sentido” para describir el mecanismo que funda la patafísica (ciencia de las soluciones imaginarias), y resulta interesante aplicarlo a la propuesta de Chaud: la física (sexo), la phinanza (dinero) y la mierdra (lo escatológico) a las que alude Ubú constituyen el centro a partir del cual se despliegan las circunvoluciones de esa espiral.
Otra clave para leer tanto la obra de Jarry como esta versión de Chaud es la reconquista de la infancia: no se trata de infantilizar al espectador sino de ampliar los horizontes de la representación e ir más allá de las convenciones. Esa operación puede verse en el desparpajo de estas criaturas, en la plasticidad de los cuerpos de los actores (altamente exigidos), en el vínculo instintivo con el juego –que puede ser un asunto muy serio– o con la música. Es a través de ese mecanismo que Jarry reencuentra espacios de libertad e imaginación y revalida el humor negro o el poder del grotesco y la farsa en la escena del siglo XX. Jacques Robichez era un crítico teatral que sentía cierto rechazo por su obra, pero aún así admitía que con Ubú Jarry había vislumbrado algunos capítulos sangrientos de la historia. Es una dramaturgia inactual y quizás por eso puede ser cruzada hoy con referencias al conurbano bonaerense o la pandemia.
“Hasta acá, Ubú rey / Desde acá, no lo sé”, entonan los personajes al ritmo de las palmas y un acordeón. El segmento musical marca la frontera entre la obra de Jarry y las siguientes exploraciones. El “no lo sé” es quizás la condensación perfecta del cómo en esta obra: saltar al abismo sin red en un acto de puro desconcierto. En Los días y las noches, Jarry escribió: “no sabemos crear de la nada pero podríamos hacerlo desde el caos”. Chaud toma ese guante: crea y recrea a partir del caos, esquiva la linealidad, juega con la intertextualidad como hacía el francés y le falta el respeto (en el mejor de los sentidos) a la solemnidad que a veces reviste ciertas convenciones. El monstruo ubuesco reactualiza no sólo la denuncia a la maquinaria del poder sino también a la imbecilidad que se aloja en el interior de cualquier sistema establecido.