Ante el panorama generado a partir de la caída del Directorio y la disolución del Congreso en febrero de 1820, y con el propósito de aumentar su gravitación, el Jefe del Ejército Auxiliar del Norte, Juan Bautista Bustos, invitó a las provincias a reunirse en Córdoba en Congreso General Constituyente.
Por otra parte, en el Tratado del Pilar, firmado en febrero de 1820 a consecuencia de la Batalla de Cepeda se establecía como sistema de gobierno la Federación, y se convocaba a un Congreso Nacional que debía reunirse en el Convento de San Lorenzo, en Santa Fe. La invitación de Bustos llegó a Tucumán antes que la del Tratado del Pilar.
También con la idea de asegurar su influencia, Bernabé Aráoz, gobernador de Tucumán, se apresura a invitar a Catamarca y Santiago del Estero para que envíen representantes a un Congreso que se realizaría en Tucumán, antes de que se reuniera el Congreso General, a fin de tratar la cuestión del gobierno que debía regir a la provincia interinamente.
Los federales de Catamarca comienzan a hostigar al entonces teniente de gobernador Nicolás de Avellaneda y Tula, que es derrocado. El Cabildo designó entonces en ese cargo a José Pío Cisneros quien, en vista de la invitación de Aráoz, escribe a Bustos en de marzo de 1820 para felicitarlo por la sublevación de Arequito y solicitando consejos sobre qué hacer, dejando ver una secreta aspiración a desligarse de Tucumán.
Quizás sospechándolo, y como su invitación tardaba en ser contestada por Catamarca y Santiago del Estero, provincias en donde iba tomando cuerpo la idea de la autonomía, Bernabé Aráoz da un enérgico manifiesto el 10 de abril con el que presiona a Catamarca y Santiago del Estero a obedecer o “…podrá bien haceros sentir la superioridad de sus fuerzas hasta traeros al conocimiento de vuestros deberes”. Ante tal amenaza, Catamarca, sin mayores fuerzas para sostener sus aspiraciones, se somete temporariamente, y envía como diputados a José Antonio Olmos de Aguilera y a Pedro Ignacio Acuña. Santiago del Estero, en cambio, no acata la intimidación y, desligándose de Tucumán, proclama su autonomía el 27 de abril de 1820.
Cuatro días antes Cisneros había escrito nuevamente a Bustos. Le informa de la invitación recibida de Aráoz para un Congreso en Tucumán, efectuada con posterioridad a la que formulara Bustos. Confiesa que no sabe si Catamarca debe concurrir a la asamblea tucumana o a San Lorenzo, entendiendo que ambas cosas eran incompatibles. “Catamarca no quiere otra cosa que obrar con el parecer de Vuestra Señoría. Por eso hemos instruido a nuestros diputados que, hasta conseguir el contesto de Vuestra Señoría traten de excusar toda discusión que diga separación o unión estrecha con el Tucumán”.
Finalizaba la carta formulando tres preguntas: “Primero y esencial, si Catamarca es pueblo libre y sin dependencia de Tucumán, y si debe declararlo como Santiago lo declaró; si deberá o no retirar sus diputados en la inteligencia que Santiago no envió los suyos; si deberá o no proceder a la elección del Representante que ha de salir para San Lorenzo, aunque no coincida con ello lo que se resuelva en Tucumán”.
Como se ve, Cisneros buscaba el apoyo de Bustos para llevar adelante la Autonomía de Catamarca. Pero el caudillo cordobés contesta el 1 de mayo con una larga carta, bastante evasiva, aunque con un concepto claro sobre las condiciones para la existencia efectiva del federalismo en las provincias. Allí le decía que Catamarca podía enviar representantes a Tucumán y a San Lorenzo y que “un territorio para considerarse libre debe tener todo lo necesario para constituirse civil, eclesiástica y militarmente; de lo contrario debe depender de otros, y entonces ya no es libre…dígame Usted si Catamarca se halla en aptitud de ser un país independiente”.
Y agrega Bustos: “No me traiga Usted por ejemplo a La Rioja y Santiago. Yo estoy persuadido que estos pueblos en nada menos han calculado que en las cargas que les espera”. En Tucumán se reúnen solamente los diputados de esa provincia y los catamarqueños quienes, el 17 de mayo de 1820, inauguran la Asamblea con el doble carácter de constituyente y legislativa; y, después de dictar varias leyes, sanciona el 6 de septiembre de 1820 la Constitución de la República Federal de Tucumán.
Pero los ánimos estaban exaltados, y la anarquía iba extendiéndose por todas partes. José Pío Cisneros fue derrocado el 26 de agosto de 1820, por un movimiento revolucionario que encabezaba el coronel José Manuel Figueroa Cáceres, quien asume el gobierno. El 31 del mismo mes, Bernabé Aráoz designa teniente gobernador de Catamarca al coronel Feliciano de la Mota Botello. Pero sólo seis meses más tarde, el 3 de marzo de 1821, lo desaloja Juan José de La Madrid, cuñado de Aráoz y portador de un nombramiento expedido también por las autoridades de Tucumán.
Para someter a Bernabé Aráoz, el general Güemes invade Tucumán y Catamarca, donde el 30 de marzo se depone a La Madrid, y desliga a Catamarca de la subordinación a Tucumán. Güemes deseaba convocar un Congreso, que se reuniría en la propia ciudad de Catamarca. Finalmente, se designa un Triunvirato para que se encargue del gobierno de Catamarca. La reacción del presidente de la República de Tucumán fue enviar una división a Catamarca, que ordenó al Cabildo catamarqueño que reconociera a Nicolás de Avellaneda y Tula en calidad de teniente de gobernador, en nombre de la República de Tucumán.
El presbítero Agustín Colombres, cura párroco de Piedra Blanca (Catamarca) y primo hermano de Bernabé Aráoz, es designado representante de Catamarca ante el Presidente de la República del Tucumán. Pero el problema se evidencia el 24 de agosto de 1821 cuando se deben conferir poderes al diputado que había sido electo para representar a Catamarca en el Congreso de Córdoba. Surge el conflicto referido a si era compatible que Catamarca tuviese representantes en la República del Tucumán y en el Congreso que se convocaba en Córdoba.
Es la voz de Eusebio Gregorio Ruzo, promotor de la Autonomía, la que se escucha y entonces se decide discutir el tema de la dependencia de Catamarca al gobierno de Tucumán. Se convoca un cabildo abierto para las tres de la tarde del día siguiente, sábado 25 de agosto de 1821. Poco más de cincuenta vecinos declaran que el Pueblo de Catamarca era tan libre como todos los demás y que podía, lo mismo que cada uno de ellos, usar de sus regalías y derechos y que, en ejercicios de estas atribuciones, disolvía la unión y dependencia que por medio de sus diputados había contraído con la República del Tucumán.
Se había declarado la Autonomía de Catamarca. En la misma sesión, y para evitar mayores conflictos, se ratificó en el Gobierno a Nicolás de Avellaneda y Tula, hasta ese momento teniente de gobernador, a quien se le recomendaba velar por el orden y la seguridad del territorio. Tiempos de enfrentamientos sobrevinieron a la Autonomía. Pocos meses después, el 17 de octubre de 1821, el gobernador Avellaneda y Tula fue derrocado por un golpe organizado por los Mota Botello, argumentando que Avellaneda se había impuesto por la fuerza en el poder.
Más tarde fue repuesto pero la situación se tornará insostenible para el primer gobernador de la Catamarca autónoma. En su renuncia expresó que mantenerse en el cargo le resultaba “insoportable”. Se dirigió a La Rioja “en precipitada fuga” y su cargo fue ocupado, a partir del 12 de marzo de 1822, por Eusebio Gregorio Ruzo, considerado uno de los promotores de la Autonomía de Catamarca. Pero esa es otra historia.
*Historiador.