Una guionista sueña con triunfar en el ambiente del cine, único refugio en un mundo que siente hostil, pero sus vaivenes emocionales hacen que cuestione cada paso que se anima a dar. Atrapada en un torbellino creativo-destructivo, por recomendación de su ¿nueva? roommate decide jugarse la suerte de su inspiración en el I-Ching, el libro oracular chino que orienta a quien lo consulta en cuestiones que puedan plantearse en el futuro. Entre los fragmentos de películas proyectados en el escenario durante I-Ching, la obra que va los domingos a las 20.30 en el Teatro Border (Godoy Cruz 1838), Leticia intentará superar sus traumas y escribir ese texto que la lleve a ganar un Oscar.
"Es una experiencia teatral y cinematográfica", propone la autora Catalina Piotti, en charla con El NO. "Son dos disciplinas que se retroalimentan, se potencian, y me parece que es una historia en la que cualquier persona, cinéfila o no, se puede sentir identificada. Habla de las contradicciones y las pujas internas que podemos tener, seamos artistas o no. Es una dualidad habitual", analiza Piotti.
Una obra de teatro sobre el sueño de una escritora de triunfar y ser reconocida hace acordar al meme del Hombre Araña señalándose a sí mismo, un juego de espejos en el que tal vez se pierda la diferencia entre la persona y su reflejo. ¿Es tan así? "Lo de Leticia es un poco lo que me pasa a mí, y creo que a muchos artistas, de tener una pata en el sueño del Oscar y el reconocimiento, y otra en la realidad", cuenta la autora. Y plantea: "La realidad es que tenés que hacer arte, y si el destino te encuentra genial; pero si no, hay que contar historias y llegarle a la gente que le puedas llegar".
► Un escenario en blanco
La obra nació cuando una chica que conoció en Los Angeles le contó que solía consultar al oráculo chino, y como las dos eran guionistas se le ocurrió trabajar un texto que cruzara su trabajo con el I-Ching. "Mezclé los mundos de la escritura con la superstición y surgieron estos personajes", asegura Piotti sobre el espectáculo, que se construye con escenas unidas a partir de la interacción entre pantalla y escenario, a veces con un vértigo que te deja pensando qué acaba de pasar. "Las protagonistas tienen veintipico de años, y hay una cosa de la inmediatez del like, del me gusta, y de la energía de ellas, que también transmite esa necesitad de velocidad", detalla.
Con una puesta en escena pelada, la interacción entre pantalla y escenario es una de las claves y tiene diferentes roles: puede dar pie a la escena siguiente, reforzar lo que sucede sobre las tablas o plantear una idea que organice lo que sigue. Como un rompecabezas escénico, los links que ofrecen los fragmentos de películas ayudan a construir la historia que Leticia (Catalina Cofone Pollack) y Amelia (Luciana Caisutti) ofrecen sobre el escenario. Relación de relaciones, en alrededor de una hora la obra cierra su sentido, construye un relato con los fragmentos que fueron tejiéndose en ese juego sin interacción pero fuertemente vinculado, entre pantalla y actrices.
¿Por qué dejar en blanco un espacio escénico que además va a jugar con una pantalla para contar una historia? "Son dos cosas", se ataja Piotti. "El espacio pelado con la pantalla genera una sensación de que el cine es el tercer personaje", una especie de tercer narrador sobre el escenario. Y, por otro lado, para ella "el espacio vacío, como la hoja en blanco, representa todas las capas de creatividad de Leticia, que es la nada misma y a la vez el todo". También representa su decisión de meterse "en esa página en blanco que es el escenario e irla llenando con todas estas vivencias".
"Para Leticia, su refugio, su fuente de inspiración, su sostén, casi lo único que tiene son las películas y el arte", y por eso todas sus vivencias las va a asociar con alguna película, con los directores que la representan ("que van desde Hollywood y Europa hasta latinoamericanos), con fragmentos de El Padrino, Perdidos en Tokio, Pulp Fiction o El secreto de sus ojos, entre otras. "Es un modo de conectar al espectador con lo que Leticia siente y piensa a través de las películas", apuesta la autora.
► No hay sueños chiquitos
Leticia y Amelia son opuestos en todo, un ying y yang argumentativo: la escritora duerme de día y escribe de noche, no quiere tener amigxs y odia todo lo que sea burocracia; a Amelia le encanta despertarse, es optimista pese a todo y le gusta caerle bien a todo el mundo. Piotti trabajó con una psiquiatra en el proceso de construcción de los personajes: "Me interesan mucho las patologías mentales", dice. Una polaridad marcada que en I-Ching tiene un rol central en el desarrollo de la historia y en la forma de narrar una relación a la vez repulsiva y atrayente entre las protagonistas.
Si bien hay referencias a varias películas que marcaron a la escritora, no hace falta ser cinéfilx para entender de qué va. "Cada uno se pega un viaje diferente", sostiene. Es que el teatro, y todo lo que lo constituye, abre a distintas interpretaciones entre el público, que incluso a la autora no se le habían ocurrido. "Hay un lenguaje audiovisual, medio nerd, y seguramente quien conozca todas las películas va a disfrutar algunas cosas, pero creo que I-Ching invita a todo el mundo, más allá de que no estés metido en este mundo cinéfilo medio freak que me encanta. Me está sorprendiendo gente que no es de ese palo diciéndome cosas re copadas", se entusiasma.
Piotti estudió en la UCLA en Los Angeles, la meca del sueño americano del cine. Pero volvió porque a igualdad de condiciones, prefirió la pasión porteña por las tablas. "Los obstáculos son los mismos, pero hay algo acá, que no sé cómo describirlo, un motor muy especial, un sentimiento único que vibra con Buenos Aires y su teatro", compara. "La verdad es que vivir allá es difícil porque todo el mundo está buscando lo mismo, es un nivel de competencia enorme", confiesa la autora.
Pero esa experiencia también tuvo su dimensión creativa: le sirvió para escribir una serie (en preproducción) sobre el lado B de buscar el sueño artístico de triunfar en Hollywood: en tono de comedia, la Leticia de I-Ching se separa, tiene que laburar de cualquier cosa (y por poca plata), recorrer mil castings, ir a cualquier evento en el que pueda llegar a conocer a alguien que la ayude… "Me genera mucha contradicción haber ido a buscar algo allá pero a la vez cagarme en todo y pensar que si hacés algo chiquito también está bien", reconoce Piotti, pero rápidamente aclara entre risas: "¡Le pasa a Leticia, no a mí!", concluye.