Las orquestas siempre fueron territorio de hombres. Hoy hay algunas con un tercio o hasta la mitad de mujeres. Pero ver presencia femenina en una formación era algo raro hasta hace no muchos años. Y si se habla de machismo y misoginia en ese ambiente, hay un caso con ribetes kafkianos que comenzó en 1980 con una audición para trombonista en la Filarmónica de Múnich y tuvo por protagonistas centrales durante casi trece años a quien resultó elegida, Abbie Conant, y al director Sergiu Celibidache.

La trombonista y el director

Nacida en Nuevo México, Estados Unidos, en 1955, Abbie Conant llegó a ser solista en Italia a fines de los 70. En 1980 se postuló para varias orquestas que buscaban trombonista. Recibió una sola respuesta, la de la Filarmónica de Múnich. La carta que llegó a su casa fue premonitoria: estaba dirigida a Herr (“Señor”) Abbie Conant.

El 19 de junio de 1980, Conant fue con su instrumento a la audición. Los 33 aspirantes tocaron detrás de una pantalla. Salvo ella, todos los demás eran hombres. La sorpresa fue mayúscula cuando se llamó a los finalistas y se reveló que el 16, el número que le habían asignado para tocar, era una mujer. Tras una segunda ronda ya delante de público y una tercera y definitiva, los miembros de la orquesta que oficiaron de jurado votaron por contratarla.

Un año antes de la audición, la Filarmónica de Múnich había contratado a Celibidache. Nacido en Rumania en 1912 y conocido por su particular manera de dirigir, el nuevo director musical de la orquesta de la capital de Baviera era un mito. Sostenía que la capacidad auditiva no era suficiente para apreciar una obra musical en el tiempo dispuesto por el compositor y por eso dirigía de manera mucho más lenta a lo establecido en la partitura. Así se granjeó admiradores y detractores por igual. No era afecto a hacer grabaciones: el grueso de sus registros son tomas en vivo. Celibidache pidió frenar el nombramiento de Conant. Y decidió hacer un cambio: no habría más audiciones detrás de una pantalla.

Comienzan los problemas

Conant pasó con éxito un año de prueba con el voto de sus colegas de la orquesta. Al mismo tiempo cosechó fama como solista de música contemporánea. La Asociación Internacional de Trombonistas la sumó a su junta de directores. En mayo de 1981, a través de otro trombonista, le informaron que Celibidache quería vetar su año de prueba y relegarla como segundo trombón. El director ni siquiera tenía dos críticas a mano escritas durante el año de prueba, requisito para fundamentar esa medida. La intérprete optó por un segundo año de prueba.

Al comenzar la temporada, Conant tocó en un solo concierto. No tuvo críticas negativas, pero Celibidache no le permitió tocar el primer trombón. A fines de 1982, se reunieron y él le ofreció ser segunda trombonista en los conciertos con directores invitados. “Usted conoce el problema: necesitamos un hombre para el trombón”, fue la respuesta del director, que sinceró así el trasfondo sexista del asunto.

La apuesta era que Conant desistiera de ir a juicio y que incluso renunciara. De hecho, le hicieron saber que si la demanda avanzaba, no le renovarían el permiso de residencia que tenía como extranjera. Ella se mudó a las afueras de Múnich y consiguió un permiso permanente. Mientras, corrió un rumor: que si Celibidache se iba por la interna con Conant, su salida provocaría una caída en los sueldos de los músicos. Era una forma de restarle apoyos a la trombonista dentro de la orquesta. En esos días Conant entabló una querella contra su empleador, la ciudad de Múnich.

Conant vs. Múnich

“La demandante no posee la fuerza física necesaria para liderar la sección de trombones, no puede liderar ese grupo. Aparte de ello, carece de la empatía requerida para transmitir los deseos del director musical”, alegaron los letrados del Ayuntamiento de Múnich ante el tribunal que tomó el caso, en marzo de 1983. 

Conant se sometió a un test para demostrar su capacidad pulmonar. Tuvo que respirar en una cabina sellada y se le tomó sangre de un oído para certificar cuán eficientemente su cuerpo absorbía oxígeno. Sopló en varias máquinas para medir la capacidad de sus pulmones y corrió en una cinta, mientras inhalaba y exhalaba. Los resultados fueron impecables.

Para marzo de 1984, todavía no se había fundamentado la acusación de que Conant era débil y el tribunal falló a favor de la trombonista. Sin embargo, el Ayuntamiento de Múnich apeló.

1984 marcó el momento más álgido de la disputa. Celibidache entró en conflicto con el gobierno de la ciudad (había un nuevo alcalde, Georg Kronawitter, que era socialdemócrata) y se quejó por la dilación en cumplir sus requerimientos. A fin de ese año pegó el portazo, en mitad de la temporada, lo cual causaba un gran desbarajuste financiero. No era la primera vez que tensaba la cuerda, ya lo había hecho en la orquesta de la Radio de Sttutgart y en la de la Radio de Estocolmo. Los responsables de Cultura de Múnich negociaron con el rumano y este volvió, mientras un administrador de la Filarmónica era despedido.

Abbie Conant protagonizó una batalla legal de trece años para que se respetaran sus derechos, 

Misoginia sin tapujos

La misoginia de Celibidache se volvió indisimulable. El Ayuntamiento de Múnich contrató a la violinista Anne-Sophie Mutter, una de las mayores virtuosas del último medio siglo. La solista tenía algo más de veinte años y no soportó el destrato del Maestro: canceló su presentación. Años después, consultado sobre ese incidente, Celibidache la definió como “una gallina que toca el violín”.

En otra ocasión, las mujeres de la orquesta (llegó a haber 16 en esos años, 12 de ellas violinistas) que eran madres quisieron discutir el reparto de ganancias de una gira, así como las vacaciones impagas por la ciudad de Múnich. “Si querían tener hijos, eligieron la profesión equivocada”, fue la respuesta del director. Por si fuera poco, plasmó sus puntos de vista en una entrevista con el Abendzeitung, uno de los diarios de Múnich. Esto dijo sobre la relación de las mujeres con la música: “Esa gente que envenena todo todos los días debería tomar una pausa o escribir sobre ginecología. Todas tienen algo de experiencia en esa área. Pero en música son vírgenes. Así fue, así es y así será en el otro mundo, nunca serán fecundadas por una experiencia musical”.

En febrero de 1985 comenzó la instancia de apelación. El juez convocó a un director para que estableciera si la demandante cumplía con la fortaleza física y mental a la hora de tocar los pasajes más difíciles escritos para su instrumento. Conant propuso que se eligiera de una lista de 95 directores de Alemania. También ofreció un listado de profesores de trombón. El Ayuntamiento ofreció a dos profesores de trombón que estaban en conflicto de intereses, ya que competían con ella  por un cargo de profesor en el Conservatorio de Múnich.

La prueba a Conant

En marzo de 1986 se acordó que la prueba fuera dirigida por el profesor Paul Schreckenberger, del Conservatorio Estatal de Manheim. En abril, este sugirió que la prueba debería grabarse en la sala de conciertos de la Filarmónica y propuso el 4 y 5 de junio, mientras que la Ciudad pedía que además la escuchase en concierto. Antes de la fecha estipulada, Schreckenberger avisó que quería posponer hasta septiembre. Conant estudió una serie de pasajes muy difíciles que propuso el profesor, pero se volvió a suspender la prueba. En mayo de 1987 se planteó que para junio se haría la prueba, pero Schreckenberger avisó que no podría ir a Múnich. A comienzos de julio, se excusó de manera definitiva.

Habían pasado dos años desde que se acordara ese peritaje. El juez convocó a uno de los profesores propuestos por la parte demandada, pero como había competido con Conant por una cátedra, desistió. Entonces entró en escena Heinz Fadle, presidente de la Asociación Internacional de Trompeta. Este aceptó y mandó una lista de siete de los más difíciles pasajes en el repertorio de trombón.

El 25 de febrero de 1988 se hizo la prueba, casi tres años después de lo estipulado. Conant tocó el repertorio, hasta tres veces cada pieza, con variaciones según instrucciones de Fadle en cuanto a estilo, sonido, fraseo y vibrato. Todo fue grabado delante de un testigo, que representó a la Ciudad. El informe de Fadle no dejó dudas sobre la capacidad de Conant, y el 1º de julio de 1988 la corte falló en favor de la trombonista.

La disputa continúa

Pero las cosas no terminaron ahí. La ciudad de Múnich no quiso darle a Conant el trato que sí tenían los otros quince hombres que compartían con ella la sección de metales y avisó que no le pagaría como primer trombonista, previa consulta con, quién más si no, Celibidache. Para agosto de 1990, quedó en la categoría salarial más baja de su sección por orden del director rumano, que la rechazó como solista y la forzó a ser asistente del resto de la sección, una tarea que no se pidió a los varones. 

Los manejos autoritarios de Celibidache se combinaban con su misoginia habitual. Hombre de mal carácter, huraño, difícil en el trato, no dudó en decir en un ensayo que “suenan como una orquesta de señoritas”. Cuando Conant se quejó por carta al alcalde Kronawitter, el jefe comunal admitió que “orquesta de señoritas” era un término ofensivo, pero no se quiso involucrar porque no quería pagar el costo político de un eventual portazo del director rumano.

El 28 de octubre de 1991, la revista Der Spiegel le dedicó tres páginas al caso Conant, que se convirtió en tema de debate en Alemania. Sin embargo, el alcalde Kronawitter persistió en querer limpiar la reputación de Celibidache. El 28 de junio de 1992, día en que cumplía 80 años, condecoró al director fue condecorado como ciudadano honorario de Múnich y una revista musical publicó una nota de desagravio al rumano. Allí se lee este elogio de la figura patriarcal: “No puede discutirse que el Maestro sea sexista. Sergiu Celibidache es un europeo extraordinario, tan impresionante, porque hay en él un aura masculina despejada y no es la de un corrupto. El mundo necesita de eso, porque vivimos en una sociedad sin padre, un mundo sin referencias”. 


El fin del conflicto

La mujer seguía su lucha por una justa retribución mientras las presiones se sucedían. El 10 de marzo de 1993, la Justicia determinó que Conant debía ser ubicada en la misma escala salarial de su sección y dentro de los de mayor antigüedad. Por una cuestión burocrática, el dinero a pagar sería retroactivo al 1º de septiembre de 1988. Sin embargo, se había probado una violación al principio de igualdad.

A los pocos días, la llamaron para una reunión en el Ayuntamiento. Los representantes del gobierno local y de la orquesta se despacharon con una sorpresa: le ordenaron tocar el segundo trombón, como forma de obligarla a renunciar. No querían que actuara como solista en otros emprendimientos musicales que consideraban incompatibles con la Filarmónica y estimaban que debería pedir permiso para esas actividades. En concreto, no les había gustado Miriam, una obra de cámara compuesta por William Osborne, el esposo de la trombonista, en la cual ella tocaba el instrumento y recitaba textos alusivos a sus años en la Filarmónica, mientras su personaje avanzaba hacia una crisis nerviosa. Conant estudió mímica, canto y teatro para ese rol, que fue una forma de exteriorizar lo sufrido durante más de una década.

Lo que no sabían las autoridades era que la primera mujer en ser solista de trombón en una orquesta alemana había decidido renunciar tras obtener un puesto de profesora en el Conservatorio de Trossingen, con una paga mucho mayor que la de la orquesta. Conant se dedicó a la enseñanza y a su carrera solista desde entonces. En su primer año como profesora, el 40 por ciento de sus alumnos fueron mujeres.

La muerte terminó con el reinado de Sergiu Celibidache en la Filarmónica de Múnich, el 14 de agosto de 1996, a los 84 años. Pasaron tres años hasta que llegó un nuevo director titular, el estadounidense James Levine, que se mantuvo en el cargo por cinco años y falleció en 2021. Los últimos tres años de su vida quedó envuelto en el escándalo por denuncias de abuso sexual que llevaron a que fuera despedido del Metropolitan de Nueva York.