Un oso panda, un dragón o un conejito. Las formas del kentuki –el cruce entre un peluche articulado y un teléfono móvil, con una cámara en los ojos y conectado de por vida a otro usuario- pueden cambiar. Lo inquietante y peligroso, la pesadilla próxima de un futuro demasiado presente, es quién está del otro lado de esta tecnología que permite “darle las llaves de tu casa a un desconocido”. Samanta Schweblin es la única escritora argentina finalista del premio LiBeraturpreis 2021 con su novela Kentukis (2018), traducida al alemán por Marianne Gareis con el título Hundert augen (Cien ojos). La colombiana Pilar Quintana está entre las finalistas con su novela La perra (2017), traducida por Mayela Gerhardt como Hündin (Perra). El LiBeraturpreis –dotado de 3.000 euros y una invitación a la Feria del Libro de Frankfurt- es un premio literario alemán concedido a escritoras de África, Asia, América Latina y el mundo árabe. La única argentina que lo ganó en 2010 fue Claudia Piñeiro con Elena sabe.

El resto de las autoras finalistas del LiBeraturpreis 2021 son la nigeriana Oyinkan Braithwaite, la canadiense Ava Farmerhi, las indias Meena Kandasamy y P. Sivakami, la japonesa Mieko Kawakami y las sudafricanas Koleka Putuma y Wilma Stockenström. Schweblin (Buenos Aires, 1978) ya había estado nominada a este premio por los libros de cuentos Pájaros en la boca y Siete casas vacías. “Pensar los premios para mujeres siempre complica un poco porque no me gusta participar en ningún evento o espacio en el que las mujeres nos vuelven a poner aparte, como las mesas de literatura en la que sólo participan mujeres. No quiero seguir perteneciendo a un grupo que ponen aparte”, dice la escritora desde Berlín, ciudad a la que llegó en 2012 por una beca del Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD). Una vez que cumplió el año de la beca decidió quedarse. En Berlín escribió su primera novela, Distancia de rescate (2014), cuya adaptación se estrenará en septiembre en el Festival de Cine de San Sebastián y en octubre en Netflix, con dirección de la cineasta peruana Claudia Llosa (La teta asustada), con quien coescribió el guion.

Schweblin aclara que si piensa el LiBeraturpreis en términos de lenguas la perspectiva cambia. “Este es un premio a lenguas que son minorías en una literatura que ya es minoría en Alemania, que es la literatura de traducción. El 17 por ciento de lo que se lee es en traducción y aunque parezca poco es un número altísimo en comparación a otros países. Entonces desde ese punto de vista es un premio necesario. Ojalá hubiera más”, reconoce la autora de los cuentos El núcleo del disturbio y Siete casas vacías, libros que ganaron los premios del Fondo Nacional de las Artes (2001) y el Premio Internacional de Narrativa Breve Rivera del Duero (2015). “Mi alemán es muy rudimentario, sería mucho decir que reviso la traducción, pero sí me ayuda seguir de cerca las dudas o las cosas que la traductora quiere compartir conmigo. Puedo navegar el texto y tratar de entender qué problemas me está planteando. Hace tres libros que vengo trabajando con Marianne Gareis y le tengo mucha confianza”.

Kentukis -que fue seleccionada por el diario The New York Times en su versión en español como uno de los diez mejores títulos de ficción de 2018- se publicó en Alemania en 2020. “Salió en plena pandemia y resultó super bien como libro pandémico, algo que nunca hubiera imaginado mientras lo escribía. Los lectores alemanes me decían que la novela habla de la tecnología, que justamente nos abrumó tanto en los días de cuarentena. Y habla de la tecnología que sucede adentro, en los livings, en nuestras vidas personales. En la novela el foco está puesto en tecnología desde la intimidad y lo que nos pasó en la pandemia tuvo que ver con eso”, reflexiona Schweblin y agrega que está “muy contenta” porque está escribiendo cuentos.

“La pandemia me atrapó en Lago Puelo, un pueblito de 2000 habitantes donde vive mi mamá y mi hermana. Quedé ahí varada y no pude volver a Buenos Aires para tomarme el avión a Berlín. Estuve como cuatro meses varada y la escritura me salvó. Hubiera sido muy difícil escribir ficción, estaba muy abrumada con todo lo que estaba pasando", recuerda la escritora. "Pero vía Zoom trabajé cuatro o cinco horas diarias con Claudia Llosa y escribimos un segundo guion. Ya habíamos escrito juntas la adaptación de Distancia de rescate. Eso me mantuvo más o menos cuerda."