Hay humo en la ciudad y silbo por el pasillo una canción mía. Es similar a Niebla del Riachuelo pero levemente deformada, cosa de disfrazarla y que no se note. 

“Algún día te van a descubrir y te van a empalar”, murmura el Conejo de Hule. Está en la cama más alta del Rosario en una suite principal, mirando como un Nerón displicente cómo se queman las islas. 

--Bienvenido al espectáculo del Fin del Mundo, che progresista barato, sentate fumate un faso, servite café. 

El olor a perfume de dama delata la escena. 

--Se acaba de ir… ¿No te la cruzaste a Laurita? 

–-¿Qué Laurita? --le contesto, mientras me sirvo un jugo de papaya. 

--Laurita Alonso… Vino anoche de apuro y me citó acá. 

--Y... sobre gustos… --le replico. 

--No te creas. Repasá atentamente Por una Cabeza del gran Carlitos y Le Pera y verás cómo compara un equino con una dama... bueno, aquí sería lo mismo. 

Y larga una de esas risitas que tanto me enervan. Sus manitos de felpa manosean una baraja de tarot. Las pone sobre la mesa de vidrio. 

--Estás para cualquier cosa vos, mirá, salió La Puerta pero semiabierta: debés cambiar de estrategia para ganar --musita con el join en los labios. 

Es su especialidad. El misterio, las frases lentas, el aire de villano que tiene todo bajo control. Ausculta con sus ojitos de plástico mi depresión. 

--Vos y el otro, el Fandermole, son iguales: preocupados por el planeta, por las guerras, por la condición humana, por las traiciones, por la miseria humana, por la alta poesía, por todo lo que los intoxica… así les salen las canciones también. ¡Aprendan de Los Palmeras! 

Se ríe de nuevo con su carcajeo: 

--Si tuviese un arma te mato, conejo de mierda. 

Se hace el sorprendido. 

--Eh, che… ¿acaso te ofendiste de pronto?

--Ya lo observó tu hijo: sos un conservador disfrazado de convertido, un solitario que se cree bohemio, un insoportable que no soporta a nadie, un escritor que roba frases, un padre que solo sirve para remís, un ladronzuelo de novias ajenas, un zurdito empeñado hasta las pelotas por las tarjetas y los créditos impagos, un soviet sin Stalin y un peronista sin Eva. ¡Ja! -–se inclina para atrás y da pataditas al aire festejando sus oraciones. 

Me tiro encima de su cuerpito de hule y le oprimo las orejas para asfixiarlo. Me hace una toma y quedo culo para arriba. 

--Dale, grandote, no te hagás el guapo y oime. Por una vez. 

Me levanto humillado: me han vencido sus aprendizajes en el Tibet de Lucha en las Sombras contra los fantasmas de la China. 

--Escuchame, pavote, vos que andás cagado de hambre te bato que estoy desarrollando vacunas de amplio espectro con un químico llamado ácido levulínico que reemplaza al petróleo. ¿Me seguís? Es un combustible no fósil y sirve como plástico biodegradable, disolvente y detergente.

Le vomito mi odio. 

--Me importa un carajo. 

--Error amiguito, no se escupe de la mano que dará de comer... te quiero contratar... vos serías útil en este emprendimiento. Y de paso te salvás del ahorque económico. 

--¿De qué se trata tu proyecto? --largo sin ganas. 

El Conejo de Hule se expande en el sillón, se acaricia con impudicia la panza brillosa, enciende un habano y me cuenta.

--Detectamos que los carpinchos tienen un ADN ideal para combatir infecciones de esta peste y de otras, por lo que tenemos en mente fabricar con su sangre el ácido ése que te expliqué.

--No me explicaste nada --sostengo con rencor. 

--Ay, ay no me estás prestando atención. 

Golpean a la puerta. Entra Lilita y saludando con gesto bovino se sienta en un rincón.

Habla el Conejo delicadamente: --Esta es otra de mis geishas que va a atraer socios de guita, ¿Cazás? 

La miro, me sonríe y se saca los zapatos. Tengo la cabeza en brumas, igual a como entré. Me pongo de pie. 

--¿De qué se trata todo esto?

--Ah, ¿el señor quiere saber? Vení, acercate que te cuento al oído --me susurra.

 --Fandermole tiene en su fluido un genoma compatible para que los carpinchos le obedezcan ciegamente y se dejen enjaular para empezar a fabricar mi Cosa. Tu trabajo es atraerlo, secuestrarlo y listo. ¿Acaso la traición no está en tus genes sicilianos? Te salvarías para siempre.

--Hay mucho filo --dice Lilita desde atrás, mientras se desnuda con naturalidad. 

Me mira. 

--¿Querés que te haga masajes, nene? Nunca me acosté con un monto ni con un zurdo… me gustaría empezar a probar. 

--Ella ya ha probado de todo --larga en una risotada el Conejo de Hule. 

Extraigo de mi bolsillo el destornillador y se lo clavo en el pecho, luego voy hacia ella y hago lo mismo: de ambos salen disparados chorros de goma espuma y aserrín. Se ríen a carcajadas. Salgo disparado hacia el hall y bajo por las escaleras a los saltos. 

Cuando llego a la entrada, me detiene el botones, quien me extiende el tubo.

--Le quieren hablar señor. 

La voz jadeante del Conejo -atrás se siente a Lilita gemir- me desliza: --Sos un idealista fracasado, chambón, rajá turrito rajá, no servís para nada.” 

Y como colofón de su acto culmina: --Si podés comprame preservativos en la esquina y déjaselos al pibe... nunca se sabe... ¡Podríamos engendrar un monstruo! 

Y larga esa risita que me produce arcadas. Salgo atorado a la calle. Sigue siendo mediodía pero se asemeja ya a una noche plena.

Pasa un tipo parecido a Reutemann con el perramus manchado de limo y sangre. Un afiche promete redención y muerte al peronismo. Pienso en Fander oteando la vaciedad amarilla de su río marrón y sé que con la pena honda hará subir el agua para desbordar el cauce con sus lágrimas. Es el final de Blade Runner y yo me siento Harrison Ford, perdonado por la culpa de no saber cómo hacer con el mundo replicante que me pide ayuda y no sé cómo concederla. Me reencuentro con la melodía del tango inicial que me hace olvidar de todo. Algunas canciones no cambian el mundo pero en este tiempo habrán de constituirse en la música fúnebre más honrosa para este Fin de Todo. Y además garúa.

 

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