“Un tipo toma una sopa de murciélago en China los últimos días del 2019. Ahora: todo el mundo está en pausa. Quisiera poder decir algo que abra una ventana, que diga 'sana, sana', 'ya va a pasar', 'colita de rana'. Cuando salgamos de este mal sueño: ¿seremos lxs mismxs?”. Con esos apuntes, la escritora, dramaturga y actriz Natasha Zaiat da inicio a su libro Los días de la peste (Ediciones Piloto de Tormenta), un texto que combina el género de la crónica con un formato de diario íntimo que pone en palabras la experiencia inédita del confinamiento de 2020.
“Es como una máquina del tiempo”, describe Zaiat sobre el libro en el que, como si fuera una agenda, deja testimonio de lo vivido en el aislamiento día por día. La autora reconstruye allí acontecimientos colectivos como el del 24 de marzo o la movilización convocada en torno al debate del aborto legal en el Congreso, pero también vivencias más cotidianas como el ritual de los aplausos al personal de salud desde los balcones, los precios impagables de la verdulería, la obsesión por desinfectar todo y los encuentros sociales por Zoom.
“La idea de este diario surge de una columna de poesía que hago en el programa Cheque en Blanco, que se emite los sábados de 9 a 12 en la radio Futurock. Todos los sábados del año pasado se emitían siete textos que yo había escrito, y cada uno correspondía a un día de la semana. De esa manera, fui armando este diario que ahora se convirtió en Los días de la peste, y que va desde el 20 de marzo hasta el 31 de diciembre”, cuenta Zaiat en diálogo con Página/12 acerca de los orígenes de la publicación, en la que precisamente se incluye un código QR para escuchar online los episodios grabados.
Natasha Zaiat es Licenciada en actuación, egresada de la Universidad Nacional de las Artes, y como actriz y dramaturga hace teatro independiente. Además, ejerce como docente de actuación y entrenamiento corporal y está a cargo de un taller de escritura. Y fue precisamente la imposibilidad de ponerle el cuerpo a la actuación y a la docencia lo que activó la escritura de este particular diario de cuarentena. “Todos los días estaba atenta a lo que sucedía, y en una conversación de WhatsApp conmigo misma iba anotando ideas, frases y palabras que me gustan. Escribir este diario implicó un ejercicio de mucha escucha y observación del entorno y de mí misma”.
-¿Por qué te atrajo la idea de documentar lo vivido en 2020?
-Se dio de manera natural. Me puse a escribir sobre lo que estaba sucediendo, y eso tiene que ver con mi vínculo con la escritura, porque fue mi forma de elaborar el trauma. En el libro hablo de la pandemia, pero no quise teorizar sobre el contexto sino escribir sobre cómo se vivió en nuestro cuerpo la experiencia de este suceso colectivo que nos arrasó. Quise tratar de poner palabras a lo que nos pasaba, y hacer preguntas que puedan resonar y tender lazos para sostenernos en la incertidumbre que vivimos en este tiempo. Y eso, de alguna manera, es un acto de resistencia. Esta pandemia nos unificó en muchas cosas, y también puso blanco sobre negro.
-¿Qué vivencia de todas las que retratás te movilizó más?
-Recuerdo que al principio me preocupaban los discursos que sugerían que todo iba a ser virtual después de la pandemia y que la mayoría de los trabajos se iban a hacer a distancia. En ese momento pensaba: “¿Cuando esto termine los espacios laborales van a ser en la casa de cada une? ¿No vamos a tener más compañeros de trabajo?”. Porque creo que los encuentros presenciales son invaluables y una mirada no mediada por una pantalla es algo irremplazable. Soy actriz y docente y mis actividades son fundamentalmente presenciales, y vinculadas al cuerpo y a la grupalidad; entonces sentí que me estaban quitando todo. Pienso que la pandemia nos ha robado las mejores cosas.
-¿De qué manera impactó en tu trabajo artístico el aislamiento?
-Para mí fue difícil adaptar a la virtualidad mi trabajo de actriz y de docente. Y se lograron cosas interesantes, pero se extraña porque no es lo mismo, pero de a poco voy a volver a la presencialidad, y estoy remontando varios proyectos. En todo este tiempo fue durísimo sostener los teatros y la maquinaria creativa. Y ahora se están volviendo a encender los motores porque el amor es más fuerte.
- Te preguntás en este diario si después de esto seremos los mismos. ¿Encontraste una respuesta?
- No creo que seamos les mismes después de semejante experiencia. Y me parece que eso está bien, porque los sucesos nos atraviesan y nos modifican. Y estamos en movimiento porque estamos vivos. Jorge Drexler dice: “Si quieres que algo se muera, déjalo quieto”. De todas formas, también hay cosas, como algunas miserias humanas y grandes injusticias, que no se modificaron.
- ¿Te gustaría llevar a la escena teatral este material?
- Sí, tengo ese proyecto, pero me gustaría adaptarlo a un formato que no sea el de una obra tradicional. Con una amiga que es música tenemos la idea de armar una performance con mis textos y sus canciones. Me gustaría que este libro se vuelva voz y cuerpo.