Una joven quiere bailar y, aunque nadie la comprende, sigue su instinto. En Cuerpo de baile (una comedia del deseo) ella comparte su vida, desde su infancia hasta su juventud, y su relato se convierte en escena en un ejemplo de resiliencia y autodeterminación. A esa mujer movediza, histriónica, locuaz, y de apellido Corral, la mueve el deseo.

Escrito por Carolina Guevara y Leandro Rosati, el unipersonal entrelaza los lenguajes de la comicidad y la narración oral, y con fino humor lleva al teatro la lucha histórica contra los mandatos que protagonizan quienes buscan salirse de lo establecido. Rosati en dirección y Guevara en la actuación dan vida a este personaje que deja testimonio acerca del modo en el que la sociedad disciplina el cuerpo y, a través de él, el deseo.

“Escribir esta obra fue un proceso que fue de lo oral a la pluma. Y encontrar este personaje costó un montón, porque es alguien desvalido, pero tampoco es tan inocente. Ella no quiere ser una gran bailarina. Lo que quiere es tener un cuerpo libre para bailar del modo que quiera”, comienza Guevara, quien venía de trabajar la temática de la violencia de género en Los golpes de Clara, y que se pone en la piel de Corral y de otros personajes que completan el contexto de la historia.

“Carolina me dijo: 'En la obra quiero bailar'. Entonces, de ahí partimos. Y después fuimos encontrando quién era el personaje, por dónde transitaba y qué era lo que más nos conmovía contar. Esta mujer no es una heroína. Ella no quiere hacer la revolución, ni cambiar el mundo. Tampoco es una persona politizada o que tenga conocimientos académicos. Es una chica común, pero sin embargo hace un viaje épico porque logra escapar de los moldes y se enfrenta desde su realidad a situaciones que son complicadísimas”, amplía Rosati.

-¿Cómo surgió el interés de abordar el disciplinamiento del deseo?

Carolina Guevara: -Con Leandro venimos de una primera experiencia de trabajo juntos con Los golpes de Clara. Y teníamos ganas de seguir trabajando la perspectiva de género desde el humor. Por otro lado, yo venía leyendo materiales que tenían que ver con el disciplinamiento de los cuerpos y me parecía un tema súper potente. Ahí pensamos en la imagen de una mujer bailando, y apareció el baile como una actividad vinculada a esa idea de disciplinar el cuerpo. Así empezamos. Y Leandro observó que de lo que en realidad queríamos hablar era del deseo.

-En la obra, precisamente, abordan la función que tienen las instituciones en esa tarea de moldear las conductas. Porque la protagonista habla de la familia, de la iglesia, de la escuela y hasta del sistema médico.

Leandro Rosati: -Sí. Esas son las formas de reprimir y formatear a un individuo que tiene nuestra sociedad. Esta mujer tiene el deseo de bailar, pero no encaja en algunas escuelas de danza en las que hay que bailar de determinada manera, o se exige tener determinado cuerpo. Todas esas son cosas que tienen que ver poco con bailar. Yo bailé durante bastante tiempo, y conozco esas exigencias que existen. Hay mucha crueldad en algunos estudios de danza, porque a los alumnos se les dicen cosas espantosas. Y a veces eso se naturaliza.

C. G.: -Las instituciones están para normalizar cuerpos. Yo adoro bailar, pero bailo lo que sea, al igual que mi personaje. Y ensayando me di cuenta de lo dura que es esta disciplina. También viví eso que cuenta Corral cuando habla de que en la escuela le decían que se quedara quieta. En ese sentido, la escuela necesita un cambio. Hoy a todos nos pasa que estamos mirando los cuerpos de otra manera. Y por eso resuena lo que hablamos en la obra.

-¿Por qué deciden abordar esta temática con humor?

L. R.: -Nosotros contamos las desventuras de una mujer, y el humor permite ver esas situaciones sin padecerlas. Los grandes comediantes como Chaplin logran eso, porque a él siempre le va pésimo, tiene hambre, lo persigue la policía, y es un marginal que está en la calle, pero con todo eso hace reír. De otra manera, estas historias dramáticas serían intolerables. El humor permite abordar el padecimiento con profundidad.

C. G.: -Además, el humor hace que puedas tomar una distancia de los hechos y eso habilita una reflexión y una mirada crítica pero sin aleccionar. Creo que con el humor lo que logramos es la posibilidad de conjurar el dolor y transformarlo en otra cosa. Al mismo tiempo, es algo muy identitario, porque uno se ríe de lo que conoce. Y en este caso, nos reímos de las instituciones y las interpelamos.

-En el final, hay una alusión al movimiento de mujeres. ¿Creen que la irrupción de ese movimiento en la agenda social y política actúa como contrapeso al disciplinamiento del deseo?

C. G.: -Creo que sí, porque el movimiento feminista lo está moviendo e interpelando todo. Y algunas de las discusiones que vino a instalar son justamente las que giran en torno al cuerpo y al deseo. Y por eso no es casual que tengamos la necesidad de hablar de esto en la obra.

L. R.: -Para mí la solución siempre pasa por lo colectivo, y no por lo individual. Y en la pandemia, una de las cosas que más me llamó la atención, y que me parece algo esperanzador, fue que se armaron muchos colectivos por fuera de las instituciones, y con sus propias lógicas y normas. Y el feminismo también hace eso de cuestionar las instituciones, y desarticula todas las estructuras represivas porque en esencia éstas pertenecen al patriarcado. Pienso que ese movimiento, que es tan potente, se va a expandir.

* Cuerpo de baile (una comedia del deseo) puede verse en el Teatro La Carpintería (Jean Jaures 858), los sábados a las 18.