Producción: Natalí Risso
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Deslocalizar
Por Ramiro Albrieu (*)
En tiempos de pandemia, las empresas que proveen servicios a través de medios digitales —en el mundo de los bits, alejados de los riesgos asociados al contacto físico— se destacaron en un contexto de recesión generalizada. En tanto que buena parte de las mudanzas de lo analógico a lo digital en los comportamientos de familias, gobiernos y empresas se considera permanente, los fondos de riesgo reorientaron sus carteras hacia la capitalización de las empresas digitales dinámicas. Desde que nació, allá por 2013, el término “unicornio” describe las empresas de este tipo que alcanzan una capitalización de mercado superior a los mil millones de dólares. Y su crecimiento a partir de entonces fue meteórico: la cantidad de unicornios a nivel global pasó de unas 12 empresas, a más de 750 a junio de 2021. La pandemia fue un verdadero game-changer en este sentido: un 25 por ciento de esos unicornios emergieron en el segundo trimestre de este año.
América Latina es una de las regiones más activas en la creación de unicornios en los últimos meses, en particular en el segmento “Fintech”. Dos razones pueden explicar esta dinámica.
Primero, la región cuenta con franjas del ecosistema empresarial que operan en condiciones de alta productividad e innovación. Hablamos de sectores con las capacidades para absorber las ideas que giran por el mundo y adaptarlas al contexto local, lo que las transforma en negocios altamente rentables. Esto se vio en la pandemia, pero también antes: pasó con MercadoLibre de Argentina, Rappi en Colombia, Nubank en Brasil.
Segundo, por lo que el historiador Alexander Gerschenkron denominó “las ventajas del atraso”. Con tecnologías y procesos envejecidos en amplios sectores de servicios (comercio, finanzas), América Latina —y el mundo emergente todo, como se evidencia notablemente en África— sacó provecho de soluciones más económicas para iniciar una reconversión de esos sectores. Reconversión que, al mismo tiempo, tiene un impacto igualador con pocos precedentes en tanto viene acompañada de un mayor acceso para sectores postergados.
En Argentina, a estos dos factores hay que sumar un tercero: las ventajas de expandirse al exterior y operar con relativa independencia de las condiciones macroeconómicas locales. En países tan volátiles como el nuestro, las interacciones entre micro y macro importan. Y mucho: las empresas que operan enteramente en el mercado local —tanto con contratación de personal o servicios como por colocación de productos— no pueden aislar su destino del devenir de la economía agregada. Es entonces más conveniente para las empresas “deslocalizar” parte de su proceso productivo o acceder al capital de riesgo internacional, situaciones en las que la suerte del negocio depende más de la calidad de sus productos que del lugar donde está radicado.
Hacia adelante, el desafío para Argentina pasa por cómo escalar estas experiencias. Que no sean casos aislados, un puñado de empresas digitales dinámicas, sino parte de un ecosistema más amplio: el sistema productivo. Cuando a principios de los años 70 el economista Edmar Bacha definía a Brasil como “Belindia”, una mezcla de sectores modernos (Bélgica) con sectores atrasados (la India de aquella época), no pensó que su análisis fuera a resultar tan necesario para el país vecino 50 años más tarde.
Las franjas de altas productividad existen, pero son islas que hay que conectar con una tierra firme repleta de sectores de productividad media y baja. Las ventajas del atraso de Gerschenkron también son palpables en el caso argentino, como se observa en un sistema financiero formal que solo mira el pasado (las garantías o colaterales de los tomadores de crédito) en vez de mirar las verdaderas perspectivas de cada proyecto. Por último, la macroeconomía debe favorecer y no desincentivar la toma de riesgo del sector privado para acelerar las transformaciones que hacen falta. La oportunidad está. Lo que efectivamente pase será lo que cuente la historia.
(*) El autor es investigador principal del programa de Desarrollo Económico de CIPPEC.
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¿Por qué aparecen?
Por Pia Garavaglia (**)
Argentina tiene actualmente once empresas unicornio. Más de la mitad han llegado a esta categoría en el último año, superando las restricciones impuestas por la crisis pandémica. ¿Es esto un fenómeno casual?
En primer lugar, tenemos el rubro de e-commerce, compuesto por Tiendanube, Mercado libre, OLX y Despegar. Luego podemos mencionar los servicios financieros, dentro de los cuales se incluyen la fintech Ualá y la empresa de criptomonedas Bitfarm. Por último, podemos englobar a las empresas que han presentado soluciones digitales. Ellas son Vercel, que brinda servicios de programación y diseño web; Mural, que incorporó las salas de reunión colaborativas y digitales; Auth0, una empresa dedicada a la seguridad informática y Aleph un holding de publicidad digital.
Un primer estímulo que puede mencionarse es la digitalización acelerada a causa de la pandemia. Las medidas de aislamiento social y controles sanitarios han contribuido en gran medida a virtualizar múltiples procesos cotidianos, para los cuales varias de estas plataformas han ofrecido opciones prácticas y funcionales. Tal es el caso de Mural, que experimentó una alta popularización aportando una solución conveniente para dinamizar el trabajo y los encuentros remotos.
Las empresas de e-commerce también han ofrecido soluciones de este tipo. Tiendanube y OLX han sido claves en mantener las transacciones comerciales ante las restricciones sanitarias ofreciendo dinámicas de negocio menos costosas. Según los datos relevados por la CACE (Cámara Argentina de Comercio Electrónico), en 2020 las ventas electrónicas han crecido un 124 por ciento y han arrojado un 101 por ciento de crecimiento interanual durante el primer semestre de este año.
Ahora bien, no todos estos unicornios han ofrecido soluciones específicas para el contexto pandémico. Sin embargo, un punto común es el favorable escenario internacional que comenzó a gestarse a principios de este año. La reactivación económica de Estados Unidos careció de políticas monetarias acomodaticias, es decir, la tasa de interés de la Reserva Federal se mantuvo baja. Este exceso de liquidez se transformó en un afluente de capitales en búsqueda de alternativas atractivas de inversión. Este caudal de inversiones sumado a estímulos fiscales tales como la Ley de Emprendedores o la de Economía del Conocimiento han impulsado notablemente a este tipo de empresas.
El emprendedorismo argentino tiene además cierta capacitación ante este tipo de desafíos. La educación superior es relativamente más accesible, competitiva y menos costosa que en otros países de la región, lo que contribuye a la formación de capital humano. Además, la inestabilidad y volatilidad macroeconómica obran como herramentales que contribuyen a desarrollar el expertise del inversor para ofrecer dinámicas y modelos de negocios adaptables. Estos factores contribuyen a formar una figura más adaptable a este tipo de escenarios.
La inestabilidad macroeconómica también funciona como aliciente para los servicios financieros. Por un lado, las fintech como Ualá operan no sólo como medios de pago, sino que además ofrecen modalidades alternativas para invertir y una mayor accesibilidad al crédito. Mercado Libre tuvo un impulso adicional ya que las restricciones sanitarias permitieron el afianzamiento de Mercado Pago como alternativa de pagos digitales. Por último, la desconfianza generalizada de la población argentina para con la moneda local sumada a una lenta pero progresiva devaluación del tipo de cambio fueron terreno fértil para los verticales de criptomonedas y criptoactivos, tal es el caso del rápido crecimiento de Bitfarm.
Si bien el auge de estos unicornios no puede considerarse casual, cabe mencionar que esta causalidad no es común para todos los emprendimientos. Muchos de ellos se quedan en el camino como también muchos de estos capitales y talentos continúan su desarrollo en el exterior. Un escenario macroeconómico estable junto con señales institucionales claras puede promover que no hablemos sólo de unicornios, sino de la gestación de una nueva estructura productiva.
(**) Doctoranda y licenciada en economía investigadora del área de Economía Digital del Centro Cultural de la Cooperación.