Racing es el equipo que menos goles ha recibido en este campeonato: solo uno en nueve partidos. El único se lo hizo Silvio Romero en el clásico de Avellaneda, hace ya cuatro fechas. Una de las razones que explica que este significativo dato es que Gabriel Arias mide mucho más que el 1,87 que dice la ficha técnica, y tiene los reflejos de un pibe de 20 años y una experiencia de un arquero de 40 y no de 33, que es la edad que registra el documento.

El chileno tuvo intervenciones decisivas en el partido contra Boca. En el primer tiempo detuvo un cabezazo abajo, contra un palo de Izquierdoz, después de un tiro libre de Molinas; en el segundo ganó un duelo mano a mano con Vázquez y tuvo una una doble tapada por un cabezazo de Vázquez y un remate de Weigandt.

Arias ataja las difíciles y las fáciles, domina el área, les da tranquilidad a sus compañeros y ofrece la sensación de que le impone su presencia a los delanteros contrarios. Y además de eso tiene mucha claridad para analizar el juego. Cuando lo entrevistaron al final del encuentro esquivó un poco los elogios (“trabajo mucho”, se limitó a decir), y después remarcó que a su equipo le faltó animarse a jugar un poco más, y ser más precisos en los remates al arco. La vio bien Arias. 


Racing parece enamorarse de la estadística que lo pone como el que menos goles sufre, y pone poco la mira en el arco contrario. Ubeda mete jugadores con vocación ofensiva como Chancalay, Cvitanich, Lovera y Correa, pero el esquema privilegia la idea de no dejar jugar a los rivales. Y no inquietó en ningún momento a Rossi; no se le pudo anotar una sola jugada de verdadero peligro.

Boca estuvo más cerca de ganar el partido, pero lejos de redondear una buena actuación. El técnico interino Sebastián Battaglia busca variantes, prueba y por eso metió a Rolón, Pavón y Almendra por Varela, el "Pulpo" González y Briasco, que habían jugado contra Platense. Y aunque los tres entraron sobre el final, subsisten dudas sobre la base del equipo.

Está claro que Boca está sólido en el fondo; que Rojo crece partido a partido y se acerca de a poco a su mejor nivel; que Sández se anima más a subir; que Advíncula (se lesionó, no parece serio) no aporta mucho con las subidas y que es probable que Weigandt, con continuidad, pueda rendir más que el peruano. La idea de Boca en el partido con Racing fue la de atacar fundamentalmente por el costado izquierdo, intentar la conexión Molinas-Sández-Ramírez, y dejó solo a Pavón que no anduvo mal, para abastecer a Vázquez, el nueve de referencia. Claro que las buenas intenciones quedan en eso si no se aceitan.

Boca quiso más, pero se chocó con Arias, como quedó dicho, pero también se estrelló con su propia incapacidad para elaborar más llegadas, y para resolver las situaciones que se le presentan. Vázquez, por ejemplo, tuvo tiempo para picarle la pelota a Arias en la jugada más clara del partido, pero se apuró. Battaglia pretende que el equipo juegue a uno o dos toques, pero solo lo consigue esporádicamente y no logra armar jugadas de triangulación, que permitan la llegada en libertad por las puntas y el centro atrás. La que parece hasta ahora su arma más seria es la gambeta de Ramírez, a quien no parece pesarle la camiseta de Boca. Se supone que Almendra y Molinas son mucho más de lo que mostraron ante Racing.

El empate le dejó a Boca apenas el consuelo de que quiso más, que se propuso ser protagonista, pero sólo eso. Sigue siendo un equipo previsible y sin pimienta. Quedó lejísimos en la tabla, es uno de los que menos goles ha conseguido (solo tiene debajo a San Lorenzo y Arsenal en este rubro), y este torneo solo le sirve para ponerse a punto en lo que más le importa en este segundo semestre del año: la Copa Argentina.