El caso de una madre brasileña que borró todas las redes sociales de su hija influencer, que tenía casi dos millones de seguidores con solo 14 años, fue uno de los que dejó tela para cortar. A la mujer le preocupaba que su hija le daba mucha importancia a los miles de comentarios que los seguidores dejaban por escrito. "No quiero que se emocione con cumplidos. Tampoco quiero que se vea aturdida por las críticas de gente que no conoce. Las opiniones son sólo un reflejo de quien las hace y no de quien las recibe", argumentó. "En sus redes había decenas de clubes de fans, todo muy dulce pero también dañino para cualquier adolescente en proceso de descubrimiento y búsqueda de la individualidad. No quiero que crezca creyendo que es ese personaje”, sintentizó la mujer su preocupación.
¿Qué relaciones se pueden establecer entre las redes sociales y la salud mental de las personas? Página/12 consultó a tres destacados profesionales para reflexionar sobre el tema. Aldana Neme es Magister en Educación, psicóloga social y docente. Escribió en coautoría con Federico de la Vega, los libros GPS: Grupos Produciendo Sentidos y Vínculos en entornos virtuales: Perspectivas psicosociales desde la ética de la posibilidad. Martín Smud es psicólogo y psicoanalista. Uno de sus temas de investigación gira alrededor del impacto en la subjetividad de los adelantos tecnológicos. Entre sus numerosos libros se destacan Generación Play, la multiplicación de pantallas y controles, y Homo selfie, con la colaboración del humorista y psicoanalista Rudy. Damasia Amadeo de Freda es doctora en Psicología, analista miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y de la Escuela de Orientación Lacaniana, que viene estudiando la etapa de la adolescencia desde hace tiempo. Primero fue en El adolescente actual. Nociones clínicas. Luego publicó Bullying, ni-ni y cutting en los adolescentes. Trayectos del padre a la nominación.
Hasta dónde deciden los padres
¿Es aconsejable que los padres decidan por los hijos si tienen o no que tener redes sociales? "Es una pregunta que hacen todos los padres en los tratamientos psicológicos y psicoanalíticos”, reconoce Martín Smud. El tema es el desconcierto que tienen los adultos frente a estas cuestiones: de repente, una nena de 15 años postea una foto en Instagram y tiene 10 mil personas que le ponen “likes”, o tiene 200 mil seguidores o los padres se meten en los tuits y ven que sus hijos tienen dos millones de personas que los siguen en las redes. “Como las redes sociales sólo tienen 25 años, hay cuestiones que para los adultos son muy difíciles de entender porque no hay mucho estudiado acerca de las diferentes redes sociales. Entonces, los adultos siempre van un poquito de atrás", entiende Smud.
"Mi recomendación es que esto siempre pueda ser conversado en familia, que los padres antes que tomar una decisión puedan entender primero qué tipo de red querrían tener los chicos y las chicas, por qué, y también entender qué tipo de recursos tienen ellos para manejarlas, en términos de poder entender si hay situaciones de peligro, situaciones de riesgo”, sostiene Aldana Neme. Esta psicóloga social entiende que es importante pensar la franja etaria, porque no es lo mismo un niño o una niña de 8 años que quieren tener Instagram que otro de 14. “Es importante acompañarlos en la construcción de los criterios de uso y de privacidad, los horarios de navegación, los tipos de contacto a aceptar”, recomienda Neme.
Para Damasia Amadeo de Freda no es aconsejable ni desaconsejable la intromisión de los padres porque “es algo que está instalado de por sí”, según subraya esta psicoanalista. “No creo que nadie pueda pensarse a sí mismo y pensar su realidad sin el objeto teléfono, con todas las aplicaciones y redes sociales que lleva incorporadas. Ni siquiera es factible hacer el planteo de si es posible o no controlar eso. Todos los miembros de una familia tienen sus respectivas redes sociales en el aparato que es individual y para cada uno. Y pueden estar en la mesa del comedor todos juntos y, al mismo tiempo, cada uno con su mundo. Es lo que vemos", afirma.
El riesgo de no pertenecer
Los y las adolescentes están en una etapa de permanentes cambios e identificaciones. Es el momento de tramitar un montón de novedades –sobre todo las modificaciones en el cuerpo y el despertar sexual-, y les resulta fundamental ser aceptados por sus grupos de pares. En ese momento de la vida, el grupo de pares tiene una influencia importante. ¿Cómo puede, entonces, impactar en el psiquismo de un adolescente no tener redes sociales, a diferencia de sus pares?
“Darles la posibilidad a los menores de tener o no una red social es un típico fenómeno de la sociedad hipermoderna, porque históricamente las familias tuvieron que hacerse preguntas en relación a qué autorizaciones les daban o no a sus hijos”, historiza Neme. En los ‘80 era si dejaban o no ir a sus hijos a los asaltos o a la matiné, en los ‘90 se ponía en discusión la cantidad de horas de televisión que les permitían, en los 2000 la cantidad de horas que los hijos podían pasar frente a las consolas de juegos y en la actualidad tiene que ver con si pueden o no tener redes sociales, ejemplifica.
“Las afectaciones subjetivas a partir de las decisiones que los padres tomen van a estar siempre. Es inherente a la crianza. Se tome la decisión que se tome, eso va a tener un impacto en la subjetividad de los chicos. Me parece importante que incluirse para los adolescentes implica incluirse en el uso de una red social, implica sentir que el otro es un semejante y no únicamente su par, porque ser par y ser semejante son cuestiones distintas. Es importante pensar que los 'sí' y los 'no' son decisiones provisionales, dinámicas y que pueden ser revisadas todos el tiempo", afirma Neme.
Seguramente están los casos donde los padres deciden si los hijos pueden tener redes sociales, entiende Amadeo de Freda. Pero también admite que “se da por sentado que todos los adolescentes y adultos tienen la libertad de tener acceso a sus propias redes sociales”. “Cuando surgen estos casos de restricción es seguro que quedan al margen. La diferencia que se produce en el ser distinto del grupo puede traer aparejada una afección, en el sentido de no formar parte del grupo, algo tan importante en los adolescentes como es el agruparse", advierte la doctora en Psicología.
Si el o la adolescente quiere tener redes sociales es un foco de conflicto, de acuerdo a Smud. “Lo que es interesante de pensar es que hay distintas redes sociales. Y hay redes sociales que se llaman generacionales: por ejemplo, los padres en Facebook, los adolescentes en Instagram y les chiques en Tik Tok. Después, seguramente hay intercambio, pero básicamente las generaciones no se quieren encontrar en las redes sociales. Si a un chico o un adolescente los padres le prohíben, eso genera desde un conflicto generacional hasta un conflicto familiar. También pasa que los padres conocen Facebook pero no conocen Tik Tok. Son todas muy distintas. Cada una de las redes aporta algo diferente a la subjetividad. Facebook es más bien algo de la escritura con imágenes, Instagram son imágenes con poca escritura, Tik Tok es para movimientos", ejemplifica Smud.
Trae a colación un caso que da cuenta de cómo funcionan las redes en el psiquismo: un paciente adolescente llegó con una problemática de que no sabía leer. Cuando el analista le dijo “Lee este libro”, el joven le comentó que no sabe leer en libros. “Pero ponémelo en la pantalla y vas a ver que lo leo”, agregó. “Hay algo que se está dando: los adultos son analfabetos digitales y los niños, niñas y adolescentes son analfabetos analógicos", comenta Smud.
Qué ves cuando me ves
La actuación de Delfina Pignatiello, la joven nadadora argentina que participó en los Juegos Olímpicos de Tokio, fue distante de la que se aguardaba y siendo ella tan activa en redes sociales, los haters (odiadores) se volcaron a las críticas. Fue la propia joven de 21 años quien tomó medidas en cuanto a su relación con las redes. “La gente es muy cruel, y por más que ignore quiero cuidar mi salud mental por sobre todas las cosas”, escribió cuando decidió cerrar todas sus plataformas online. Puso en modo privado su cuenta de Instagram, borró videos, comentarios y fotos de su cuenta complementaria.
Además, eliminó todos los videos de su canal de YouTube, con casi 73 mil suscriptores y un millón y medio de vistas.
¿Las redes sociales vulneran la intimidad de las personas? “Me parece importante resaltar la capacidad de agencia y las responsabilidades que tenemos las personas porque, en realidad, las redes per se no vulneran nada. Somos las personas las que traspasamos los límites que tienen que ver con la privacidad del otro”, sostiene Neme. Y propone un ejercicio interesante: chequear las publicaciones que uno hizo en las redes sociales, por ejemplo, en los últimos tres meses. “En caso de que haya fotos, preguntarnos si les consultamos a esas otras personas que aparecen con nosotros si querían aparecer o no. Más allá de los filtros de la privacidad y de la aprobación de las etiquetas, estamos haciendo pública la imagen de un tercero sin su consentimiento. Hablar de redes sociales y de privacidad es un oxímoron. En ese sentido, todos somos vulnerables, nos pueden vulnerar la intimidad y nos constituimos como potencialmente vulnerabilizadores de la privacidad de otros”, advierte.
Según Amadeo de Freda, las redes sociales “son un lugar donde la intimidad no es aquello que se pone por sobre todo en el tapete: las redes sociales no hablan de lo que se dice 'la intimidad'”. Esta analista entiende que desde el psicoanálisis, en todo caso, la intimidad “podría ser también aquello que uno más desconoce de sí mismo, lo que se acercaría a lo que hay de inconsciente en uno. Eso en el extremo. Pero las redes sociales son más bien un lugar de poner en juego una performance, lo que uno quiere contarle al otro y, al mismo tiempo, armar un personaje de sí mismo”, explica.
De acuerdo a Smud, las redes sociales generan una nueva forma de identidad: la identidad virtual. “Hay muchos tipos de identidad: la identidad del DNI, la identidad de género, la identidad autopercibida y éste es un nuevo tipo de identidad que no tiene mucho de acontecimiento en la historia de la humanidad: es la identidad virtual”, señala. En ese sentido, puede ser vulnerada porque está puesta a poderse relacionar con otras identidades virtuales. “Entonces, es como que tenés tu intimidad y tu identidad virtual. Las personas que no entienden esto muchas veces piensan que esa identidad virtual es su propia identidad. Ahí sí hay una posible causación de vulnerabilidad. Tenés que estar muy atento de qué subís, qué no subís, para qué lo subís, pero siempre está intermediado por esa identidad que tenés que ir generando", afirma Smud.
La salud es lo primero
¿Qué tipo de problemáticas en torno de la salud mental puede generar el uso las redes sociales a los adolescentes? Neme primero destaca que las redes sociales están pensadas para que se transformen en una especie de imán: que las personas estén conectadas la mayor parte del tiempo posible a las pantallas. De hecho, las notificaciones, los sonidos, las vibraciones, las iluminaciones pretenden llamarles la atención y desviarles el foco de atención todo el tiempo. “En relación a la salud integral, si pensamos la salud biopsicosocial, el uso excesivo de las redes puede generar ansiedad, hipersensibilidad, irritabilidad, tristeza, sensación de frustración, alteraciones en la autoestima, trastornos del sueño, sedentarismo, disminución de la capacidad de concentración, déficit de atención. Y algo que es muy importante: empobrecimiento de los vínculos que se construyen con otros”.
Para la psicóloga social esto puede suceder en dos dimensiones: o bien los adolescentes están compartiendo una actividad juntos y alguien se abstrae de una conversación para chequear redes (esto también les sucede a los adultos) o bien por malentendidos que se producen en los entornos virtuales. “Pensemos, por ejemplo, un ‘like’, un ‘me gusta’, un comentario que nos llegó y que después se traslada al vínculo cara a cara”, propone Neme.
Las problemáticas que se pueden ver no son sólo para los adolescentes sino en general, según Smud. “Hay algo que se ve muy claramente hoy, las patologías del acto. Tienen que ver con las adicciones. Cuando no se puede dejar el celular. Está estudiado que se ve fijamente la pantalla del celular entre seis y ochos horas por día. Ahí hay una patología muy clara que podríamos llamar adictiva, no a una sustancia sino a un celular. Después, hay otras cuestiones que tienen que ver con algo más amplio: los celulares generan caracteropatías. Ahí se ve muy claro lo maníaco-depresivo. Son patologías del ánimo", explica el psicoanalista.
Ta amo, te odio, dame más
Hoy, con la popularidad del celular y las redes sociales, ¿hay una necesidad compulsiva y nociva de estar conectados? "No nos damos cuenta de lo compulsivo. Estamos constantemente conectados, ya sea a los mensajes o a las distintas redes sociales, como Twitter, Facebook, etcétera”, plantea Amadeo de Freda. Es que en la actualidad, el mundo de cada uno no es posible ser concebido sin ese aparato tecnológico. “Nos acercamos al mundo por esas vías y nos alejamos, al mismo tiempo, del contacto directo con el otro gracias a esas vías. Hoy es un efecto -y habría que pensar en los efectos puntuales en los adolescentes-, que la pandemia introdujo como posibilidad de lazo cuando hubo una cuarentena: el objeto técnico. Pero el objeto técnico empieza a preferirse por sobre el lazo concreto. Se ve en muchos sectores, pero en los adolescentes se ve fundamentalmente que allí donde se espera salir al mundo una vez que se aflojan las restricciones, hay una preferencia por el vínculo virtual, sabiendo que no es un vínculo real; es decir, que no se pone el cuerpo en ese vínculo", advierte la analista.
La omnipresencia, en realidad, es una ilusión porque la producción de contenidos digitales es infinita y jamás todos van a poder acceder a todo ese universo de contenido. “Y esto nos confronta con la necesidad de asumirnos como personas limitadas, con recursos finitos. Y en contraposición a esto, hoy se está hablando de algo que tiene que ver con el gusto y el placer de quedarse afuera y de perderse cosas. En vez de estar una hora en redes sociales, me pierdo todo lo que sucede ahí, pero gano una hora de lectura de un buen libro", concluye Neme. Doble clic.