Sobre el pecho tiene tatuado el número 17. Una cifra muy significativa para él porque fue la edad en que se erigió como ganador del reality High School Musical: la selección y comenzó una carrera meteórica. También fue la edad en que, a partir de una conversación en principio casual con su madre, se enteró de que una de las causas de las constantes desavenencias conyugales era un secreto familiar nunca revelado: su padre biológico -y el gran amor de su madre- no era quien lo crió y le dió el apellido sino un sacerdote del colegio de sus hermanos mayores. Poco tiempo después, su mamá y su padre "por adopción" se enfermaron y fallecieron prematuramente.
A partir de ese relato que parece sacado de una ficción, el arte parece haber sido para Fernando "Fer" Dente el lugar de la catarsis. Su primer protagónico en teatro fue Hairspray, ese músical paradigmático contra la discriminación y sobre la rebelión individual y social al que le continuó Despertar de primavera, que cuestionaba la represión sexual y ensalzaba el amor. La masividad llegó con su pasaje televisivo por Bailando por un sueño en Showmatch en 2015 y 2019, respectivamente. A su vez, la experiencia familiar dejó huellas y decidió hablar públicamente sobre aquello de lo cual no había sentir vergüenza sino orgullo. Poco antes de la pandemia, a la par que salió del clóset, estrenó y descolló con Martín Bossi en Kinky Boots, esa historia de la dulce amistad entre un joven huérfano y una encantadora drag queen. Y siguiendo con las comedias musicales paradigmáticas, hoy encarna a Michael en La fiesta de los chicos, la histórica primera obra estrenada en Broadway en la que todos los personajes son gays.
¿Qué te genera a nivel personal y social protagonizar La fiesta de los chicos?
-A nivel personal, la obra nace de un deseo de Nico, mi novio, (Nicolás Di Pace) y yo después de ver la película Los chicos de la banda por Netflix. Nos quedamos pensando mucho. Una obra donde todos los personajes son gays y donde uno no se sabe, pero puede serlo. En la versión de Estados Unidos todos los actores eran abiertamente gays. Y empezamos a pensar qué loco que acá en Argentina no había nada en el mainstream, ni en la calle Corrientes o muy poco con temática exclusivamente. ¡Qué lindo sería poder contar algo así! Yo crecí toda mi vida escuchando a los actores heterosexuales hablando del desafío de interpretar personajes gays. Yo desde los 15 años interpreto heterosexuales y nunca me pregunté: ¿Qué se siente interpretar a un heterosexual? (risas). Nunca había hecho en teatro un personaje gay, con esta temática y quería ver qué se sentía.
¿Qué impresiones y repercusiones estás teniendo con la obra?
-Me da felicidad lo que está sucediendo con la obra. Para mí es una clásica comedia americana y que ese universo sea recibido con tanta empatía, con tanto humor. Y la obra tiene algo muy interesante: los mismos personajes que son gays son bastante homofóbicos en sus dichos y en su modo de relacionarse. Como lo propio que genera el humor negro, la gente se queda unos segundos pensando si está habilitada a reírse de lo que nos estamos riendo y entonces se genera una cosa muy catártica. Crecimos en una sociedad muy homofóbica y la risa puede ser el mejor antídoto para combatir la homofobia interiorizada o esos resabios que nos quedaron a todos de un pasado reciente. Algo así como: ¡qué bueno que me puedo reír de todo esto acá en un ámbito seguro y ver lo absurdo que era todo esto!
¿En qué aspectos notás que pervive o se resignifica la homofobia?
-Cada vez que subo una foto con Nico besándonos, en una situación de cariño o intimidad sensual, pierdo mil seguidores. Y tengo que bancar una lista de comentarios con emoticones desagradables que simulan vómito o la pregunta: ¿Qué necesidad? Por suerte tengo quinientas fotos más para subir todavía. (risas) Una pareja de actores heterosexuales generaría todo lo contrario. Subiría mil seguidores cada vez que sube una foto similar a la que subo yo. Hay algo que no está ni cerca de la tolerancia y muchos menos de aceptar al otro. Por eso hace falta fogonear y mostrar. Mostrar como cada uno vive el amor y no disfrazarlo, no adaptarlo, no acomodarlo. Amo así.
¿O en frases del estilo “¡Qué lástima o qué desperdicio que seas gay!”?
-Hay mucho de eso en la obra. Ese tipo de frases se ponen sobre la mesa. El teatro sirve para eso, como crítica a la sociedad y como espejo. No que te vayas pensando como una cuestión de moralina, sino que te haga reflexionar y te ponga en cuestión. Aquello que siempre dije, que naturalicé, usé como clisé o sentido común... qué raro ¿no?
¿Cómo es la experiencia de trabajar con tu novio?
-Es hermoso trabajar con mi pareja porque nace de un proyecto y de un deseo de los dos. Y ver la concreción de eso es algo que disfrutamos mucho. Son todos pro. Tenemos un objetivo común que es comunicar la obra, que nos represente. Y eso se sucede. Estamos en una etapa de disfrute.
Es muy bueno el trabajo que hace como loca afeminada. ¿Qué opinás de ese personaje?
-¿Por qué no puede aparecer un gay afeminado? Si quiere ser afeminado, que sea todo lo afeminado que quiera. Eso obliga a hablar de la homofobia dentro del mundo gay también.
¿Cuándo debutaste en el teatro?
Hice Hairspray en 2008, ese fue mi primer musical.
Todos musicales muy ligados a la libertad. Recuerdo cuando trabajaste en Despertar de primavera y el escándalo que se armó por tratar entre el público adolescente temas como la masturbación, la homosexualidad, el tema “Tócame” que vos cantabas. ¿Qué recordás de ese tiempo?
-Despertar de primavera fue una obra que hoy es casi de culto. Tuvimos una temporada muy corta. No funcionó en su manera comercialmente. Pero hay una versión filmada en YouTube que la ve mucha gente. Se hace mucho también en diferentes espacios porque todos necesitamos ese espacio de transgresión y sobre todo la adolescencia y la juventud precisa transgredir y poder expresarse. Me parecía hermoso. Es una obra poética, bella que abarca todos los temas. No fui tan inconsciente en su momento de que fuera tan transgresor. En algunas funciones, los padres se iban escandalizados. Era un musical políticamente incorrecto para la época.
¿Te ayudó el arte a salir del closet, a vivir con más libertad tu vida personal?
-Afirmar que sí o no sería injusto. Todo lo que nos atraviesa deja marcas. En cierta forma, el teatro fue mi camino a la libertad. No me pareció tener un click a partir de algo de lo que estaba trabajando. Pero si uno revisa y registra, seguramente estar en contacto con materiales tan liberadores, tan poéticos, tan románticos siempre es más interesante que con materiales que no. Seguramente hizo mella en mí, me fue acomodando y acompañando. No lo tengo tan identificado, pero fue lo que fui respirando. Los materiales me estaban hablando a mí y la libertad fue para mi un norte muy claro.
¿Cómo fue tu experiencia en Showmatch?
-Fue muy intenso por ser un programa en vivo. Además, fue divertido porque hacía lo que me gusta hacer. Siempre con equipos muy buenos. Fue estresante la demanda energética, estuve casi un año. Es disfrutar de ese alcance masivo que después se traduce en público en teatro o que incentiva a hacer la experiencia teatral. Me parece una gran forma de acercamiento del gran público al teatro.
¿Qué te motivó a salir del clóset?
-Cuando salí del closet yo estaba haciendo una serie con Disney. Para mí todo el mundo sabía que yo era gay, después me sorprendí: no era así. Yo no quería que los chicos que me veían y que intuían que soy gay creyeran que hay algo vergonzoso o malo en eso. Por muchos años viví en la mentira de “no tenés por qué aclarar todo”. Los heterosexuales no dicen que son heterosexuales. Pero yo dije mucho tiempo eso y estaba convencido. Si ellos no aclaran, ¿porque tengo que aclarar todo? Pero a los heteros no los insultan, les ponen caras de vómito o los matan por ser heteros. Obvio que no tendría que aclarar nada si no siguiera la discriminación, la homofobia o los crímenes de odio, pero no estamos en ese punto todavía. Por más que se haya avanzado en las leyes, los derechos son siempre provisorios y hay que militarlos para que se sustancien.
¿Por qué creés que es importante salir del clóset?
-Creo que es más que importante, debería ser casi obligatorio. Yo me escucho hoy y pienso en mi yo de hace diez años y me pregunto ¿qué dice? No me cansaba de afirmar que mi vida privada era mi vida privada. Tardé muchos años en sacarme ese chip que me habían puesto y me había impuesto. Y entender que mi identidad es mi identidad. Que así como puedo decir cual es mi color favorito, mi comida favorita porque me da alegría y placer también puedo decir que me gusta un chico. Algo tan natural como eso. Como digo quien soy y donde nací. No hay nada que ocultar. A partir de tomar la decisión de hacerlo, recién ahí descubrí todo lo que me pesaba no decir quien soy. Ahí descubrí el alcance de haberlo hecho y la necesidad de hacerlo. Hasta el día de hoy me escriben casi a diario mucha gente que se sintió inspirada. Una vez me contó un chico que me estaba mirando por la tele y cuando su mamá le dijo que yo era divino. el chico aprovechó y le habló de su propia sexualidad.
¿Por qué decís que en ese momento descubriste cuánto te pesaba ocultarlo?
-Sin decirlo, uno vive a medias. Descubrí que me obligué a no tener que disimular, ni maquillar, no disfrazar nada. Vivir la vida a pleno que quiero vivir. Ir de la mano por la calle con mi novio, besarlo. Yo soy consciente de lo que eso genera y no siempre es cómodo ni agradable para los demás. Pero mi novio es mi novio no es un amigo que vive conmigo. Es mi novio, yo soy gay. Mi novio me gusta y me excita. Es una necesidad imperiosa y hasta caprichosa de hacerlo porque alguien lo tiene que hacer, hay que seguir haciéndolo. No porque yo me sienta especial sino porque necesito hacerlo y porque tengo los medios.
¿Creés que inclusive en el ambiente del teatro y en particular del musical hay gente a la que le resulta difícil salir del closet?
-Hoy me suena raro que haya gente que todos sabemos que es gay y no pueda hacerlo, tiene que haber algo de sufrimiento en ese ocultar. Hay mucho de “No hace falta, ¿para qué lo vas a contar?” Vas alimentando, un lugar cómodo, que te queda en un rinconcito pero que te hace pensar que hay que ocultar. Eso sólo le pone más tabú a la situación. Es importante nombrar las cosas. Respeto a la gente que tarda en salir del clóset, y a quienes no lo hacen, pero aliento a hacerlo. Yo no quiero evitar mi vida para Instagram, ni para afuera, si tengo la suerte de vivir una vida plena, muestro esto. ¿Es mucho esta foto? Es horrible pensar eso. Te digo eso y a la vez te digo que pude hacerlo ya cuando mis padres están enterrados. No tuve que lidiar con nada de mi círculo íntimo, vivía en Recoleta. No estaba en José C. Paz, ni en Fuerte Apache saliendo del closet.
¿Tus padres no llegaron a saber que eras gay?
-Mi papá no, mi mamá, sí y todo bien. Con mis hermanos tengo una relación esporádica, no tengo el mandato de la familia. A veces la distancia es lo mas sano y lo más tranquilo. No tuve que enfrentarme al interrogante al “¿qué voy a decir cuando me siente en la mesa el domingo?” porque no tenía mesa el domingo.
Me encantó Kinky Boots. ¿Cuándo volvés con la obra y qué planes tenés para el futuro?
-En enero volvemos con Bossi a hacer Kinky Boots. Mi proyecto es la escuela de danza y teatro con Ricky Pashkus. Tenemos más 300 alumnos. Y seguir con la obra. También tengo muchas ganas de dirigir. Tengo buena conexión con la franja de edad desde los 15 a los 30. Tengo empatía con ellos. Me doy cuenta por lo que me dicen los alumnos y el público. Sé lo que necesitan escuchar y siento que también sé cómo transmitirlo.