El gobernador radical de Corrientes Gustavo Valdés fue reelecto anteayer. Era el favorito. Su partido gobierna la provincia ininterrumpidamente desde 2001. El peronismo no llegó a la gobernación a través del voto desde 1983, fenómeno que solo se repite en tres distritos de 24; los otros son Neuquén y la Ciudad de Buenos Aires.
La sorpresa fincó en el resultado, inédito. Valdés consiguió el 76,65 de los votos contra 23,25 por ciento de su único adversario, el justicialista Fabián Ríos. La máxima marca boina blanca anterior superaba apenas el 54 por ciento. La diferencia tampoco tuvo precedentes.
La versión correntina del Frente de Todos (FdT) aspiraba a recobrar las intendencias de la capital provincial y de Goya. Con boleta larga que incluía todas los cargos en disputa (gobernador arriba) era imprescindible “municipalizar” esa competencia mediante masivo corte de boleta. Con esos guarismos, parece imposible. Lo fue: los intendentes oficialistas revalidaron cómodos con porcentajes muy parecidos a los de Valdés.
El escrutinio oficial demoró bastantes horas. Valdés, conociendo las bocas de urna, se declaró ganador minutos después del cierre de la votación. Los contrincantes no rezongaron mucho porque se sabían vencidos.
Siempre es grato correr en auxilio del correligionario vencedor. Relevantes dirigentes radicales se costearon hasta Corrientes para sumarse al festejo. El gobernador jujeño Gerardo Morales, el diputado mendocino Alfredo Cornejo, el senador formoseño Luis Naidenhoff, el precandidato a diputado bonaerense Facundo Manes, los más mentados. Todos predijeron una seguidilla de triunfos radicales, en otros distritos menos propicios. Vaticinio acaso mecanicista y simplificador que empezará a descifrarse en las Primarias Abiertas Simultáneas Obligatorias (PASO) el 12 de septiembre. No todas las provincias son tan acogedoras con los radicales. No todos sus pretendientes cuentan con el beneficio de ser oficialistas como Valdés, por añadidura bien valorado por sus comprovincianos. Cada territorio es peculiar, cada historia única. Aplanar la mirada, desdeñar las diferencias, constituye la jactancia de los formadores de opinión cuando no un vicio unitario.
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Valdés queda relegitimado. Baqueanos locales vaticinan que el gobernador, dispensado de buscar revalidarse en 2023, ambiciona colocarse en ligas nacionales. Sin apuro, con su casa en orden, comenzaría a “instalarse” como potencial candidato a vicepresidente de Juntos por el Cambio. Menos pretensioso o con más certera imagen corporal que Morales o Manes o Cornejo que se proponen como presidenciables.
Las leyes de juego mandan: esas pretensiones no deben extrovertirse en público, menos a la salida de una competencia local. Ya habrá tiempo.
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En las cuatro elecciones provinciales anteriores a las PASO primó el oficialismo local. Era lo que podía esperarse, por decir algo, en marzo de 2020, antes de la pandemia. Y ahora mismo. En competencias distritales, pesa muuucho la condición de (oficialismo) local.
Simplificando los resultados no parecen haber sido impactados por la covid-19. La participación, cotejada con la de 2017 bajó en Salta y Corrientes que votaron en condiciones similares cuatro años atrás. Las de Misiones y Jujuy fueron algo distintas lo que hace un poco audaz comparar.
En Corrientes la participación orilló el 66 por por ciento contra el 79 por ciento de cuatro años atrás.
De cualquier modo, la asistencia es elevada si se compara la Argentina con otros países.
El voto en blanco en Corrientes no llegó al 10 por ciento. A primera vista, mirado desde lejos, no hay trazas de voto-bronca o algo similar.
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Los correntinos renuevan en noviembre tres bancas de diputados nacionales, se van dos de Juntos por el Cambio y uno del Frente de Todos. Y los tres senadores, en distribución inversa: dos peronistas, un cambiemita. Si se repitiera en calco el veredicto del domingo, el oficialismo provincial se quedaría con dos en el Senado y los tres diputados. Esto último sería un batacazo.
Los precedentes históricos inducen a pensar que no sucederá así. Sin predecir el resultado, la tendencia general es que los oficialismos provinciales son torazos en elecciones locales pero se retraen en las nacionales. Los resultados saben ser muy diferentes. Pruebas al canto: los veinte años de hegemonía radical en Corrientes convivieron con los tres gobiernos nacionales kirchneristas, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner fue muy votada en varias competencias.
El actual senador peronista Carlos Mauricio “Camau” Espínola se impuso en las respectivas elecciones de 2017, en un contexto muy adverso. Ahora intentará repetirlo.
Claro que el peronismo correntino sale golpeado de la contienda, presumiblemente aflorarán internas. La lucha electoral es, de ordinario, resultadista: el éxito cohesiona, la derrota centrifuga.
El peronismo deberá mirarse en el espejo, reagruparse, “nacionalizar” las elecciones por venir. El Gobierno central, claman sus compañeros correntinos, tendrá que comprometerse más. Son todas tareas post PASO, cuando se defina del todo el escenario.
En suma, predecir otros resultados en base al de anteayer es prematuro, aún en Corrientes después de la goleada. En otros pagos, ni hablar. Habrá que ver.
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La agresión armada contra el diputado provincial peronista Miguel Arias sigue sin dilucidarse. La dirigencia cambiemita nacional no se tomó la molestia de repudiar el ataque producido en campaña, durante un acto opositor. Salvo que se pruebe lo contrario, un atentado político, una señal de violencia preocupante.
En contraste, la participación ciudadana en las cuatro provincias fue numerosa, serena. Bancando los protocolos impuestos por la pandemia. La gente común es la sal y la pimienta de las elecciones: participando, como autoridad de mesa, como fiscales.
Se lo subraya contra las tendencias de la moda mediática que elige temas frívolos para debatir o banaliza los serios. O contra formadores de opinión que parecen promover de un mix fulero entre rabia y apatía. El pueblo soberano sigue siendo interesante y, de momento, activo.
A la hora de expedirse, al menos hasta ahora, los electorados produjeron resultados inteligibles, se enrolaron en tradiciones políticas, se comportaron como un colectivo. Ni este cronista, ni (sospechamos) nadie estará de acuerdo con todos sus pronunciamientos pero debe celebrarse su protagonismo.