Las ligas más poderosas de Europa y sus no menos poderosos clubes-estado y clubes-empresa intentaron volver a poner de rodillas al fútbol sudamericano. Hicieron todo lo posible para evitar que sus estrellas participen de la triple fecha de Eliminatorias. En el desafío, incluso, trataron de pasar por encima de la FIFA. Pero no pudieron. La firmeza de los jugadores en defensa de sus derechos de integrar sus seleccionados nacionales y el fallo del Tribunal Arbitral del Deporte (TAS) rechazando el recurso interpuesto por la liga española posibilitaron que las tres jornadas previstas finalmente se disputen en tiempo y forma. Aunque la incertidumbre se haya despejado recién este fin de semana.
En marzo, Europa había hecho lo mismo y la operación resultó exitosa: el presidente Gianni Infantino no quiso enfrascarse en una negociación con las ligas y los clubes y a la FIFA entonces, no le quedó más remedio que suspender los partidos de esa ventana con el argumento del avance de la pandemia. Como para la ventana de junio y para la Copa América ya había terminado la disputa de los campeonatos y las copas continentales, no hubo problemas para dejar venir a los futbolistas.
Pero con el retorno de la actividad en el "Viejo Continente", las ligas y los clubes (con Inglaterra y España en la primera línea de oposición) volvieron a mostrar el filo de sus dientes. Y aunque no pudieron retener a la totalidad de los jugadores, consiguieron que Brasil no convoque a los nueve que participan de la Premier League y que Uruguay tampoco cite a Edinson Cavani, actualmente en el Manchester United. No tuvieron suerte con la Argentina. Lionel Scaloni contará con la totalidad del plantel que llamó para los partidos con Venezuela, Brasil y Bolivia. En una elogiable muestra de compromiso y pertenencia, ninguno de los futbolistas rechazó la citación. Todos dijeron presente.
Queda claro que el actual formato de las Eliminatorias Sudamericanas instaurado en 1996 (en verdad un campeonato a una sola rueda de 18 fechas que se disputa a lo largo de dos años y medio) incomoda a los riquísimos y poderosísimos equipos europeos y a las ligas que las nuclean. Y que estos y estas se sienten lo suficientemente fuertes como para desafiar a la mismísima FIFA (y en mucha menor medida a la Conmebol) e imponerles sus crudas reglas de mercado. El Mundial de Qatar y sus instancias clasificatorias no son un negocio del que puedan sacar beneficio. Es más: entienden que FIFA y las asociaciones nacionales lo concretan echando mano de jugadores que ellos sustentan con onerosos contratos. Y cada vez tienen menos ganas de la multinacional del fútbol y sus adherentes hagan negocios con el dinero que no les pertenece.
No debería perderse de vista esta evidencia: el fútbol de Europa se autopercibe tan potente en lo económico y en lo deportivo que cree que puede marcarle la cancha a la propia FIFA e ir contra el sistema de clasificación a las Copas del Mundo. La pelea por la citación de los jugadores sudamericanos se inscribe en esa dinámica y habrá nuevos capítulos en esta lucha de poderes. A esa mesa en la que se discute quien verdaderamente manda en el mundo de la pelota, Conmebol la mira desde afuera: no tiene plata para sentarse allí.