Quienes estamos en contacto con adolescentes y jóvenes sabemos que es común que digan cosas como “el profesor de química es facho” o “la de geografía es troska” y que esas caracterizaciones se comenten de unos a otros y sean parte de la dinámica de esas relaciones humanas. Quiero decir con esto que todos estamos atravesados por nuestras ideas políticas y nuestras formas de mirar el mundo, que la escuela no es “un templo del saber” ajeno a lo que pasa a su alrededor y sobre todo, que educar en democracia es habilitar que las distintas voces se expresen y los temas sociales se debatan.
Hoy es noticia el video de la docente de Historia, en el que expresa a los gritos su opinión sobre las medidas económicas del gobierno de Mauricio Macri. Que hay en esa situación un corrimiento del rol docente, claro que lo hay. Que hay un desborde del marco pedagógico y que con ese nivel de exaltación no se debe trabajar en una escuela ni en ningún ámbito, también. Pero el punto es que la difusión viral del video no apunta a eso sino a un posicionamiento ideológico. Bajo una premisa absolutamente falsa de que la educación es apolítica.
Todos los docentes del mundo tienen derecho a tener su ideología y también a expresarla. En una clase de Ciencias Sociales es natural que los alumnos cuestionen la realidad y el deber del docente es complejizar esos análisis, presentar distintos puntos de vista y bien puede manifestar su opinión personal o no en un determinado tema. Desde ya que en un tono calmo y abierto al disenso y a la escucha.
En la escuela del Siglo XX la relación pedagógica se consideraba “naturalmente” de autoridad. En el rol de las y los maestros residía la superioridad frente a las y los alumnos. Este era un docente supuestamente desideologizado y sin fisuras, supuesto ejemplo de conducta en sentido amplio, que establecía un vínculo pedagógico asociado a la imposición y al autoritarismo.
Hoy, en cambio, la autoridad no está dada sino que se construye. Y no se construye de manera individual, en solitario, sino en el marco de un proceso institucional. ¿Qué quiero decir con esto? Que en las escuelas hay autoridades, como docentes jefes de área y docentes directivos, que son las personas a quienes recurrir y plantear el problema que se ve en el video, porque es en el marco de esa escuela, de esa comunidad educativa, donde se debe trabajar esta situación porque para eso existe la supervisión pedagógica.
Ahora bien, este “rasgarse las vestiduras” sucede, casualmente, mientras las autoridades de la Ciudad se lavan las manos frente a la designación como director de una escuela primaria a un apologista de la dictadura, el gatillo fácil y la misoginia. Me refiero a Gustavo Albonico y a la Escuela 2, del Distrito Escolar 8, "Tomás Santa Coloma" del barrio de Parque Chacabuco. Tal es así, que en mayo, el docente había sido designado para el mismo cargo en un establecimiento de Saavedra, pero el reclamo de los padres y docentes motivó la retractación de la medida.
Para ser clara; a cargo de una escuela primaria, hoy se nombra a una persona que twitea el mensaje #AbranLasEscuelas acompañado por la imagen de la ex Escuela de Mecánica de la Armada, uno de los centros clandestinos de tortura de la última dictadura cívico-militar (violaciones, robo de bebes, torturas y asesinatos). Que también postea la frase: “Estudios científicos sugieren que este chip implantado en la cabeza de un delincuente reduce 100 % la posibilidad que vuelva a delinquir” acompañado de la foto de una bala.
Esto no es un corrimiento del rol docente. Esto es delito (apología del crimen, artículo 213 del Código Penal). Y siento que lo que más horroriza de todo es tener que decir esto.
En el caso de la profesora de Historia, debe actuar la supervisión pedagógica de esa escuela, que evaluará la situación y los pasos a seguir así como también definirá si la docente merece o no una sanción. Hablamos de un hecho propio a resolverse dentro de los niveles de la gestión educativa. Pero en el caso del director, es urgente la acción de las autoridades de la Ciudad de Buenos Aires revocando su designación, en tanto se trata de una persona, cuya conducta viola la Constitución y los pactos de Derechos Humanos.
Existe una diferencia radical entre una situación y otra. Anular esa diferencia nos hace un daño enorme como sociedad.
* Diputada nacional (FDT) y autora del libro “Violencia. Cómo construir autoridad para una escuela inclusiva”.